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Singularity

Death becomes something in-between.

Este análisis forma parte de la sección de Game Over.

Es curioso lo de Singularity: un título que llegó al mercado en 2010 y por la puerta de atrás, siendo tratado por su propia productora -Activision- como una inversión menor, pero que al final resultó ser uno de los más interesantes exponentes del género. No es para menos si tenemos en cuenta quienes son los padres de la criatura, Raven Software, rivales directos y mano derecha a partes iguales de idSoftware tiempo atrás y creadores de obras tan notables como Heretic, Hexen, Soldier of Fortune, Quake 4 (a la sombra de la propia idSoft) o aquel malogrado aunque terriblemente divertido reboot/remake/nueva entrega/vete-a-saber-qué de Wolfenstein. Sí, todo fueron risas hasta el lanzamiento de Modern Warfare 3. Pero esa es otra historia.

El caso es que Singularity bebe directamente de las mejores fuentes que hemos podido ver a lo largo de estos años. Y no, no ofrece nada nuevo, pero lo hace todo realmente bien. Demasiado, de hecho. El estilo narrativo de Half-Life es lo primero en golpear, haciendo partícipe directo al jugador con su visión en primera persona de todo cuanto ocurre a su alrededor (amén de tomar prestada la idea de la pistola gravitatoria vista en la segunda entrega, así como la inclusión de ciertos ¿homenajes? a Portal que vemos a medida que avanzamos). Pero tomando como punto de partida a las desventuras del Dr. Freeman, Singularity quizá vaya más encaminado hacia lo que nos ofrecieron Ken Levine y sus chicos de Irrational Games en Bioshock (incluso dejando cierto regustillo a System Shock 2). De hecho, a lo largo de los 20 primeros minutos de juego tuve la sensación un tanto extraña de estar viviendo un dèjá vu, por culpa, además de su ambientación, de objetos de todo tipo que me iba encontrando y que ayudarían a comprender mejor qué demonios había pasado en la dichosa isla. Esas pequeñas piezas que siempre vienen bien a la hora de desentrañar el argumento de forma indirecta.

Un argumento que nos viene a contar cómo, en plena guerra fría, el ejército soviético, receloso por la potencia nuclear americana, descubre un elemento mucho más poderoso que el propio uranio, el cual sólo se encuentra en la remota isla de Katorga 12, y comienzan a investigar y a descubrir todas las cualidades que posee dicho elemento para su beneficio. Descubren que con él, tratado de cierta forma, son capaces de controlar el tiempo, no sólo abriendo brechas, sino que también dispone de la capacidad para hacer envejecer y rejuvenecer a voluntad tanto objetos orgánicos como inorgánicos. El elemento en cuestión es bautizado como E99. Años después, concretamente en 2010, Estados Unidos decide enviar a la isla un grupo de élite para investigar el porqué de los picos de radiación que ésta emite. Momento en el que comienza la aventura.

"Singularity pasó de ser un clon descarado de Bioshock durante sus primeros compases, a convertirse automáticamente y por méritos propios en una más que grata sorpresa."

Nada nuevo bajo el Sol, podríamos decir, y tendríamos toda la razón; lo que realmente mantiene con vida a esta trama de chichinabo es el ritmo que otorgan sus distintos y perfectamente orquestados elementos puramente jugables.

El principal pilar donde se sostiene el trabajo de Raven tiene nombre propio: DMT (Dispositivo de Manipulación de Tiempo). Como he mencionado líneas atrás, Singularity es un FPS que coge lo mejor de cada casa, aunque el referente más claro sea Bioshock. Si bien en la joya de Irrational Games disponíamos de poderes -plásmidos- que controlamos a con la mano izquierda, aquí obtenemos un dispositivo con la capacidad de controlar el tiempo a voluntad. Así, por ejemplo, al principio del juego disponemos de un ataque cuerpo a cuerpo usando el cuchillo que portamos con nosotros, pero una vez encontramos dicho dispositivo este mismo ataque pasará a ser un golpe de ondas que destrozará, literalmente, a nuestros enemigos humanos. Otras peculiaridades de las que dispone el dispositivo son la de hacer rejuvenecer objetos que hayan sido destruidos, como puentes o escaleras, pasando por cajas que usaremos para llegar a posiciones más elevadas. También podremos usar esta habilidad con nuestros enemigos, convirtiendo en polvo a los humanos, devolviéndole su apariencia humana a los mutantes, acelerar el metabolismo de estos transformándolos en bombas con patas, o convirtiendo a los soldados humanos en monstruos que atacarán a sus semejantes.

Lo mejor de todo ello es la diversidad de situaciones que se dan gracias a esta herramienta; ya sea a la hora de resolver puzles mediante el DMT (algunos bastante rebuscados pero todos con su lógica), las emboscadas que nos hacen los enemigos con multitud de salidas gracias a la dualidad y poder que nos brinda el chisme o momentos donde el sigilo será nuestro mejor aliado. Además, a lo largo de la aventura encontraremos estaciones de reabastecimiento tanto para armas como para mejoras de equipamiento. Las primeras son una especie de armería donde tendremos a nuestra disposición cualquier arma que hayamos encontrado en nuestro camino. Desde ellas podremos comprar munición y mejorarlas en 3 aspectos: velocidad de recarga, capacidad de munición y potencia de fuego. Eso sí, para mejorar las armas antes tendremos que encontrar conductos de mejora para las mismas. Por su parte, las estaciones para mejorar el equipamiento permiten aumentar las capacidades del DMT, como obtener un golpe de ondas con mayor potencia, mayor capacidad a la hora de portar botiquines o pilas para el cacharro, etc. Y si, digo botiquines, porque aquí hay que olvidarse de la auto-regeneración de salud. Y aunque estos no escasean, en niveles altos de dificultad podemos llegar a pasarlo muy malamente.

En su vertiente multijugador, pues una de cal y otra de arena. Por un lado, que a estas alturas ya no habrá ni Dios deambulando por él (ya costaba encontrar partida por entonces), y que solo dispone de dos modos de juego: Exterminio y Humanos contra Mutantes. O lo que es lo mismo, en uno tendremos objetivos a cumplir y en el otro es matar por matar. Una lástima, porque es de los pocos modos online 'de pega' en los que encontré la posibilidad de sacar partido al asunto. Nada que ver con los Dead Space 2 o Bioshock 2 de turno. Por ejemplo, en el modo Exterminio, tendremos que cooperar con otros siete compañeros para alcanzar tres balizas y regenerarlas para hacerlas funcionales. Tendremos tres rondas por equipo para conseguirlo. En un bando están los soldados soviéticos, y en el otro, los mutantes creados a raíz del experimento fallido con el E99. En ambos bandos disponemos de diversas especializaciones a elegir, cada una con sus habilidades especiales. Eso sí, en caso de controlar a los humanos el armamento del que disponemos es totalmente abierto. He aquí un punto que no me ha gustado demasiado, y es el claro desequilibrio que hay en los combates. Los humanos no sólo tienen más resistencia que los bichos, cosa que me ha chocado un poco, si no que disponen de tremenda potencia de fuego, además de diferentes apoyos dispersos por el escenario que les facilitan, y mucho, la tarea.

Las cosas como son: Singularity pasó de ser un clon descarado de Bioshock durante sus primeros compases, a convertirse automáticamente y por méritos propios en una más que grata sorpresa. Un título que, a diferencia de otros que también son dados a picotear aquí y allá no demuestra excesivas pretensiones, conoce en todo momento a lo que juega y así nos lo hace saber. Puede que pasara sin pena ni gloria por las estanterías, incluso que a día de hoy sea difícil dar con una copia si no tiramos de biblioteca digital, pero creo firmemente que se trata de un juego a tener en cuenta, un shooter muy recomendable que dejando cierto saborcillo a vieja escuela escapa de bastantes tópicos y, como mínimo, nos tendrá entretenidos de principio a fin a lo largo de sus aproximádamente doce horas de duración.

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