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The Last Remnant

El mundo no está tan loco. Todavía.

Los combates se desarrollan por turnos, aunque poco tienen que ver con los de Final Fantasy, por poner algún ejemplo conocido. Aquí damos instrucciones al conjunto de unidades al principio de cada turno y no volvemos a hacerlo hasta que toda persona, animal o cosa sobre el campo de batalla haya atacado. Y entonces, vuelta a empezar. Pero nada de dejar el mando entre turnos, porque algunos golpes requieren que pulsemos un botón concreto en el momento adecuado.

Todo tiene un ligero sabor a juego de estrategia tipo Civilization (salvando las distancias, que nadie pida mi cabeza todavía) bastante acorde con las dimensiones de los enfrentamientos; muchas veces habrá 20 ó 30 personajes en pantalla, y la cifra promete llegar a 70 en momentos concretos.

Una barra de moral y la posibilidad iniciar duelos desde distintas posiciones (por el flanco, por la retaguardia…) son otros elementos importantes en un sistema con buenas ideas y bastante potencial, pero en el que no es obligatorio para nada profundizar debido a la poca dificultad de la aventura durante sus primeros compases.

Nueva generación a cámara lenta

A nivel técnico, The Last Remnant está plagado de claroscuros. También literalmente, gracias a la buena iluminación que asegura el Unreal Engine 3, pero no me refería a eso. En cualquier captura se puede ver que el aspecto del juego es más que correcto, con personajes detallados, escenarios coloridos y efectos vistosos. No obstante, hay varios problemas importantes que no se pueden ver en las imágenes. De menos a más molestos, éstos son: texturas que tardan en cargar (como en Mass Effect), tiempos de carga más largos y frecuentes de lo que nos gustaría y caídas en la tasa de fotogramas por segundo, preocupantemente exageradas durante los combates.

Las ciudades son los puntos de mayor lucimiento del juego por la cantidad de gente en las calles y la espectacularidad de algunos edificios y reliquias, pero también donde más duelen las dichosas pantallas de “Cargando…”. Ir caminando tranquilamente de un punto a otro es imposible, y hace falta tirar de mapa para visitar los pequeños fragmentos (una calle, una plaza…) no conectados entre sí que forman estas urbes. Recursos así deberían haberse extinguido a estas alturas.

Más vale que los problemas mencionados se hayan mejorado en la versión que llegue a las tiendas, porque de lo contrario puede hacer mucho daño al conjunto del título.

El idioma, por suerte, no es de las cosas que se han dejado para el último momento: todo está ya traducido al castellano, aunque para las voces se mantiene un doblaje inglés bastante mejorable.

Todo parece indicar que con The Last Remnant Square Enix ha optado una vez más por ir sobre seguro. Algunos pensarán que el nuevo enfoque en los combates es inútil si no se acompaña de más novedades en la fórmula base y el desarrollo del juego. Los amantes de los JRPG, en cambio, recibirán otra ración de su plato favorito. Para que no se les atragante, sin embargo, es vital solucionar el problema de las ralentizaciones.

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