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No Man's Sky NEXT convierte al juego en una historia de amor y cuidados

"Let me help".

Cómo son las cosas a veces: No Man's Sky es, ahora mismo, un juego totalmente diferente a cuando fue publicado, pero la pantalla de carga introductoria sigue funcionando exactamente igual de mal que el primer día. Al iniciar el juego, se nos presenta una breve escena en la que navegamos por el espacio, que está diseñada para que podamos mover la cámara a izquierda y derecha, centrando nuestro foco de atención en diferentes puntos, leyendo los nombres de los planetas y sistemas que encontramos a nuestro paso. Suena súper bonito, pero en la práctica, el rendimiento desciende en picado durante esos instantes y empieza a funcionar a trompicones. A mí, personalmente, me gusta un poco que suceda esto: el juego ha mejorado en muchos, muchísimos aspectos, pero la pantalla de carga del principio sigue allí, impertérrita, como un fantasma de un tiempo más tosco y más oscuro. Como ese tipo concreto de error del pasado que te permite aprender y hacerlo mejor de ahora en adelante, pero que nunca deja de pesar un poquito en la espalda, que en muchas maneras, no se cura y no se olvida.

Pongámonos, entonces, en la situación hipotética de que, tras haber jugado un buen puñado de horas en cada una de las actualizaciones importantes del juego, vuelvo por enésima vez en los últimos dos años a No Man's Sky. Con NEXT han cambiado muchas cosas, claro, pero el añadido fundamental es el modo multijugador, que te permite moverte por la galaxia en compañía, en un equipo de hasta cuatro jugadores; así que, esta vez, no vuelvo a explorar las estrellas sola, sino que me llevo a otra persona conmigo. Mi nuevo compañero de viaje no ha jugado nunca antes, así que planteo la posibilidad de volar a donde él se encuentre, para ayudarle y quizás dar una vuelta mientras él termina el tutorial. Es así como funciona: para jugar acompañado, todos los integrantes del grupo deberán unirse a la partida de uno de ellos a través de una de las opciones del menú principal y serán teletransportados automáticamente al sistema en el que éste se encuentre, junto con su nave y su inventario. Una vez allí, sólo tendremos que conducir la nave hacia el planeta en el que nuestros compañeros se encuentren.

Mi primer problema llega incluso antes de poner un sólo pie en tierra: resulta que el sistema de crafting ha cambiado radicalmente desde la última actualización, haciendo que muchos de los recursos que había almacenado en mi última partida guardada hayan desaparecido, así como algunas de las mejoras que había instalado en mi nave y en mi traje. Me encuentro, un poco desconcertada, con que no tengo suficiente combustible para viajar con rapidez hacia donde mi compañero se encuentra, y tengo que dar un rodeo bastante largo para encontrarlo y poder, ahora sí, aterrizar en el planeta. Al otro lado del chat de voz, escucho como él está descubriendo cómo se manejan los inventarios, explorando un poco, y descubriendo las características de su planeta de inicio. En el fondo de mi alma, quiero maldecir en voz alta por lo pobremente resuelta que está la compatibilidad con partidas guardadas anteriores, pero decido no decirle nada. El primer contacto con el universo de No Man's Sky y sus posibilidades es especial, al fin y al cabo, y no me gustaría arruinarlo.

Una vez llego al planeta y nuestros avatares se encuentran, cualquier posible enfado que pudiese tener al respecto se disipa rápidamente. Ese primer contacto me parece infinitamente emocionante, muchísimo más que cualquier otra cosa que haya podido descubrir en ninguno de mis viajes: la sensación de ver a otra persona moverse junto a mí, pisando el mismo suelo que yo piso, observando el mismo horizonte que yo observo, le da al juego un significado totalmente diferente. Es el sentimiento de ver algo donde antes no había nada; de sentirse acompañado en un universo en el que, hasta entonces, siempre había estado sola. Nunca compartí el descontento general por la ausencia de multijugador en No Man's Sky, pero por un momento, creo que lo comprendo un poco: en el juego, como en la vida, todo nuestro entorno toma un matiz diferente si podemos compartirlo con las personas adecuadas.

El tutorial ha sido renovado completamente, esperando introducir a los jugadores a los nuevos sistemas, y mejorando las partes que eran un poco más oscuras o menos específicas para una comprensión más sencilla, pero en esencia, consiste en lo mismo: reparar nuestro traje, arreglar nuestra nave, y buscar las respuestas a todo lo demás en las estrellas. Como tal, puedo intuir más o menos cuáles son los recursos que la otra persona va a necesitar a continuación, y con mi láser de extracción - que, gracias a Dios, sí funciona exactamente igual que en la versión anterior - intento adelantarme y hacer acopio de todos los elementos y minerales que puedo. Así, cuando él me comenta que necesita, por ejemplo, un puñado de sodio para construir algún objeto, yo ya tengo un montón listo en mi inventario para cedérselo y conseguir que lo resuelva lo más rápido posible. No gano nada por habérselo dado, por supuesto; no es un intercambio, sino un regalo, y sin pensármelo mucho, lo acepto como tal.

Lo que yo no sé en ese momento - y aún tardaré un par de horas en darme cuenta - es que ese primer intercambio, esa oferta de ayuda desinteresada, es precisamente la premisa y el alma de la experiencia multijugador que aquí se plantea. Que los personajes de un mismo escuadrón no comparten los inventarios, ni los descubrimientos, ni las misiones, ni nada parecido; que la única interacción entre personajes que la interfaz nos permite es, precisamente, el acto de dar. Y hablo de dar, y no de intercambiar, porque en ningún momento se contempla la posibilidad de obtener una recompensa por esta acción; si le ofreces algo a otros jugadores, se lo estás dando por el mero hecho de hacerlo, que sirve como un fin en sí mismo. El multijugador de No Man's Sky, a fin de cuentas, no consiste tanto en cooperar, o en enfrentarse, a pesar de que ambas opciones son posibles. Nuestro único vínculo con los otros jugadores es compartir el universo en el que estamos y, al final, todo lo que le rodea tiene muchísimo más que ver con la forma en la que existimos en correlación con otros seres humanos.

Potencialmente, uno podría entrar en un universo habitado por otros tres jugadores y dedicarse a dispararles hasta que mueran, una y otra vez; pero soy incapaz de entender por qué alguien haría esto, comparándolo con las posibilidades que nos ofrece explorar un planeta, mano a mano, compartiendo alegría por los descubrimientos, discutiendo sobre qué nombre ponerle a ese bicho, medio dinosaurio medio ornitorrinco, que nos hemos encontrado a la orilla de un lago. Quizás es que yo soy alguien cuya identidad deriva en gran medida de la tendencia a cuidar y querer a los demás, pero me cuesta mucho pensar que, con todo el universo en nuestras manos, millones de galaxias inexploradas, y una persona - o varias - a nuestro lado para disfrutarlas, cabría en la cabeza de alguien preferir competir u obtener beneficios antes que compartir, incluso aunque esto suponga un esfuerzo añadido por parte de las personas involucradas.

Un par de sesiones después de comenzar a jugar junto a otra persona, empiezo a darle vueltas a una cosa: los videojuegos en los que se nos permite ayudar a los demás de forma totalmente altruista son una rara avis. Es precisamente por esto que No Man's Sky es atípico en su ejecución del modo multijugador, y es perfectamente posible que esta forma de hacerlo no contente a todos; pero también es cierto que, en determinada manera, no podría funcionar de otro modo. En un título cuya premisa es, precisamente, dejar en nuestras manos la vastedad del universo, permitirnos movernos con libertad por el espacio y todo lo que hay en él, no tendría sentido establecer unas dinámicas de relación entre jugadores que nos permitiesen emular lo feo, lo complejo, lo crudo de la vida real: en este pequeño espacio seguro y especial, no necesitamos las guerras, no necesitamos el capitalismo, no necesitamos luchas de poder ni fuentes de conflicto. En lugar de eso, el sistema se apoya en el único elemento social que es intrínsecamente humano, pero que no sirve como herramienta para la discordia, sino como material para construir y llegar más lejos: el amor, el cariño, el cuidado desinteresado, el afecto hacia quienes comparten contexto y circunstancias con nosotros.

Ya lo he comentado antes, pero no me di cuenta de todo esto automáticamente. El punto pivotal en el que comprendí, por fin, que No Man's Sky no te paga por tus esfuerzos cooperativos con elementos tangibles, sino que establece la propia compañía de los demás como recompensa de todo ello, fue cuando volví a explorar la galaxia yo sola. En un primer momento, cuando la persona con la que estoy jugando no puede coincidir conmigo y yo quiero seguir haciéndolo, no pienso que vaya a ser nada dramático; el juego ofrece suficientes posibilidades para mantenerme entretenida de todas maneras.

El primer planeta al que viajo en solitario es uno de esos raros de encontrar: un clima estupendo, que no hace necesaria la protección contra peligros; variedad de recursos, un paisaje bonito y un atardecer espléndido. Aterrizo a la orilla de un océano y, desde donde está mi nave, veo pequeñas medusas flotar en la orilla, demasiado rápidas como para que mi escaner pueda terminar de detectarlas. Me muero de ganas de descubrir qué más animales viven allí, pero no me muevo todavía de ese lugar inicial; me quedo esperando, intuitivamente, al sonido de otra nave aterrizando a mi lado. No sucede, claro. Me cuesta unos segundos entender qué está sucediendo.

Decenas de horas explorando el universo sin nadie a mi lado, y nunca me había sentido tan sola como en ese momento.

Es un tema recurrente de la ciencia ficción, en realidad: hacer sentir al ser humano insignificante, pequeño y aislado en un universo que es demasiado grande y complejo para ser cognoscible. Pero nunca antes había funcionado tan bien para mí como en No Man's Sky. El juego puso a mi disposición una infinidad de lugares y posibilidades para mí sola, y después me dejó compartirlas con alguien; y tras haberme acostumbrado a la compañía, sin ella el universo parecía más vacío, más feo, menos interesante. Aunque decido seguir jugando, me encuentro a mí misma queriendo señalar en voz alta cuando encuentro un bicho con una cara graciosa, guardo más recursos de los que necesitaría, muevo la cámara a veces a mi alrededor, como esperando ver acercarse a algún otro humano en la lejanía. Al final, el silencio pesa tantísimo que comienzo a hacer algo rarísimo en mí, que es poner música mientras juego; además, utilizo constantemente el modo foto para retratar cada curiosidad y cada vista bonita, como si estuviese recopilando instantáneas de mis vacaciones para enseñárselas a mi familia.

Entiendo entonces que la presencia de otros es un prisma muy concreto a través del que mirar las cosas, una perspectiva que no se puede desaprender: que cuando has conocido lo que es tener a alguien a tu lado, el mundo sin él es más complicado. Parece paradójico porque, en realidad, viajar acompañado es, en el juego, técnicamente más costoso: significa preocuparse constantemente por la otra persona, asegurarse de que sus necesidades de recursos están satisfechas, ayudarle si se mete en algún lío o le ataca un centinela. Pero es que en No Man's Sky, como en la vida real y en las relaciones humanas, sólo podemos vencer no si lo que intentamos no es ganar a toda costa, sino hacerlo lo mejor posible, y esto último es, en sí mismo, la propia recompensa. En ocasiones será necesario crear un pequeño tira y afloja, e inevitablemente habrá veces en las que una de las personas se esfuerce más que el resto para aliviarle la carga a otros; pero, al final, no importa quién ha puesto más de su parte en una circunstancia concreta, sino la cosa conjunta que han construido los esfuerzos de ambos, los gestos y las palabras y los descubrimientos y los nuevos caminos. Parece mentira que el juego nos lleve hasta las estrellas para transmitirnos un mensaje tan importante, pero a la vez tan sencillo: estar solo es la opción más fácil, pero estar con alguien merece muchísimo más la pena.

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