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Análisis de Like a Dragon Ishin - Un remake solvente pero escueto, al que le salva el carisma de la propuesta

Bailarín salvaje.

Ambientación llamativa en un remake bastante fiel, cuyo peor defecto es la consciencia de lo mucho que ha crecido la saga desde 2014.

Es uno de los trucos más viejos del manual, y quizás una de las maneras más clásicas de satisfacer a los fans, pero no por ello menos efectiva: hay pocas cosas más dulces y, en cierta medida, autocomplacientes que la idea de coger a personajes ya queridos y conocidos y trasladarlos a un contexto ligeramente diferente. Los especiales de verano de las series de televisión, los spin-offs con temáticas locas, los universos alternativos de los cómics de superhéroes o las raras ocasiones en las que la ficción nos deja asomarnos a un escenario hipotético en el que todo salió bien y fueron felices y comieron perdices. En este sentido, es difícil pensar en una ambientación alternativa del universo Yakuza - ahora Like a Dragon - que aquella que se apoya en el Japón medieval y la figura del samurái.

A pesar de que podría pasar gran parte de este análisis señalando los evidentes paralelismos - y en muchas ocasiones, relación directa - entre la tradición samurái y la creación y establecimiento del imaginario alrededor de la yakuza, estáis de suerte: Like a Dragon: Ishin! utiliza su trasfondo con fines fundamentalmente recreativos, y no tiene particular interés en convertirse en una pesada lección de historia. Su aproximación a su contexto y a su ambientación priorizan el crear situaciones curiosas o divertidas que el ser exactas a la realidad del período, y esto quiere decir que no necesitáis conocer, realmente, prácticamente ninguno de los detalles. Aún así, hay un glosario al que podremos acceder en cualquier momento desde el menú o en los propios diálogos, cuando se utilice algún término específico o se referencie a algún acontecimiento real.

Por lo demás, y en la línea general de otros títulos de la franquicia, la trama gira particularmente alrededor de una intriga detectivesca que tenemos que resolver, y que toca ciertas situaciones políticas relacionadas con los samuráis. El protagonista es nuestro querido Kiryu Kazuma, pero esta vez interpretando a Ryoma Sakamoto, hijo de un revolucionario del partido Imperialista japonés que, en los primeros compases del juego, es cae tras el ataque un hombre enmascarado que practica un estilo concreto y casi olvidado de combate. Acusado del asesinato de su figura paterna y exiliado de su región natal, Sakamoto adopta una nueva identidad y trata de desvelar la identidad del verdadero criminal. Su periplo le llevará a acabar formando parte del Shinsengumi, una fuerza de policía especial al servicio del gobierno militar - cuyos integrantes y dinámicas internas sí están basadas en hechos reales - compuesto por diferentes personajes con peculiares trasfondos e intereses morales y políticos. Los nombres sonarán a quienes sepan algo de esta organización, bien a través de la ficción o de la propia historia, pero tienen esta vez las caras de algunos viejos amigos: Goro Majima en el papel de Okita Soji, Mine Yoshitaka interpretando a Toshizo Hijikata o Taiga Saejima siendo Nagakura Shinpachi, entre otros. Entre el resto de personajes principales de la trama encontramos más caras conocidas. Para este nuevo remaster, se ha añadido, también, la presencia de algunos personajes de entregas posteriores al lanzamiento del Yakuza: Ishin original en 2014: tanto de Yakuza 0 como de Yakuza: Like a Dragon. Teniendo en cuenta que el juego en el que se basa este Like a Dragon: Ishin! nunca se localizó es difícil percibir cómo han afectado estos añadidos al conjunto de la historia, pero es verdad que algunos tienen un papel bastante relevante en la trama, así que todo apunta a que algunas secciones han sido un poco ampliadas para introducirles.

A pesar de que Like a Dragon: Ishin introduce bastantes mejoras de calidad de vida sobre el juego original, y de haber sido rehecho en Unreal Engine 4 por completo, el remake parece bastante fiel, en general, al título de 2014. Por el lado positivo, esto permite que los jugadores de Occidente, que no tuvimos oportunidad de jugar en nuestro idioma a Yakuza: Ishin, podamos acceder a una experiencia muy similar a la que se lanzó en Japón en su momento. Por otro, entiendo que los jugadores que se introdujeran a la franquicia a través de la mayor popularidad de Yakuza 0 (2015 en Japón, 2017 en Occidente) o Yakuza: Like a Dragon (2020) notarán ciertas tiranteces en algunos de sus elementos.

Quizás la mecánica más peculiar a este respecto es el combate. El sistema, en sí mismo, es bastante interesante: podemos alternar entre cuatro estilos de combate diferentes con distintas aproximaciones a la batalla. Como ya avanzábamos en la preview, las batallas en Yakuza: Ishin heredan lo propuesto en Yakuza 5 y avanzan, en cierta medida, los planteamientos de Yakuza 0. En medio del combate podemos pulsar cualquier botón de la cruceta y alternar entre los cuatro estilos: en el “Camorrista” usaremos únicamente los puños, en el “Pistolero”, claro, una pistola; el modo “Espadachín” nos equipa con una katana y el “Bailarín salvaje” nos coloca el revolver en una mano y la espada en otra, aunque sea a costa de nuestra capacidad de bloquear. Cada uno de los estilos tiene sus dinámicas y sus particularidades, y se nota especialmente en las batallas más complicadas. Un enfrentamiento contra un jefe puede ser dificilísimo si solo usamos la katana, por ejemplo, pero mucho más fácil en el estilo Bailarín, más ágil y propenso a la esquiva.

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Conforme usemos cada uno de los estilos para derrotar enemigos iremos subiendo puntos de experiencia, y recibiremos una suerte de orbes que podemos usar, en el menú, para desbloquear nuevos movimientos y acciones de furor, la especie de medidor de “maná” que va cargándose conforme golpeamos a los oponentes y nos permite ejecutar acciones contextuales y ataques especialmente poderosos. Las acciones de furor son uno de los puntos débiles del sistema: al existir la opción de que el jugador utilice solo uno de los modos de combate por encima de los otros y progrese demasiado rápido por sus ramas de habilidades, Like a Dragon: Ishin evita añadir mucho peso, mucho daño sobre la mayoría de las acciones de furor para que sintamos que lo más productivo es desarrollar las cuatro ramas de manera igualitaria. A pesar de que esta decisión busca respetar el equilibrio del juego, acaba siendo un poco decepcionante conseguir ejecutar un ataque especial en las circunstancias perfectas para acabar dándonos cuenta de que no hace mucho más daño que aquellos que ya teníamos predeterminados al principio del juego. No ayuda que los cuatro estilos, en sí, estén un poco desequilibrados. Pasados los primeros compases del juego casi nunca querremos utilizar el estilo Camorrista, porque nos da una clara desventaja ante la inmensa mayoría de enemigos, que estarán armados. Si bien el modo Espadachín y el Bailarín salvaje pueden ser bastante equivalentes en ocasiones, el modo Pistolero es más estático, al depender solo del ataque a distancia, pero también puede utilizarse para trampear los combates más difíciles, ya que prácticamente ningún enemigo podrá resistirse a nosotros si nos dedicamos a corretear por la habitación y disparar desde lejos. Entendemos ahora que el combate de Yakuza: Ishin fue una especie de prueba para el que más tarde se implementaría en Yakuza 0, y que todavía no alcanzaba la fineza a la que nos acostumbró la precuela de la saga.

Para aderezar un poco el sistema, ahora un poco anacrónico, del Yakuza: Ishin de 2014, Like a Dragon: Ishin! añade un sistema de cartas que podemos equipar y utilizar durante la batalla. Lo que era, en el juego original, uno de los pequeños sistemas secundarios que, a modo de minijuego, podíamos explorar, pasa a formar una parte grande (aunque opcional y desactivable, si queremos una experiencia más fiel) del combate. Conforme avancemos en el juego desbloquearemos cartas de soldados que podremos equipar: tenemos un total de hasta cuatro espacios por cada uno de los estilos de combate disponible a los que podemos asignar distintas unidades. Cada una de ellas tiene habilidades pasivas y habilidades activas; para usar estas últimas, que van desde posibilidades de curación hasta aumentos de estadísticas y ataques directos a los enemigos, tendremos que esperar a que se carguen mientras vamos reduciendo la salud enemiga con los golpes básicos. A pesar de que enfocar el combate de esta manera es divertido, y que el propio minijuego de reclutar soldados y subirlos de nivel - claramente inspirado, permitidme decirlo, en el juego de móviles Touken Ranbu - es bastante adictivo cuando lo entendemos, también comprendería que a muchos jugadores no les encantase el tinte fantástico de muchas de estas habilidades. Al final, no deja de ser un pequeño parche para añadir más color a unas mecánicas que la saga había dejado atrás hace ya un par de entregas.

Mucho más carisma y encanto recoge el aspecto relacionado con el mundo abierto, las misiones secundarias y, en general, todas las actividades paralelas a la trama principal. En medio de una historia tensa, con múltiples giros de guión, peleas infartantes y muchos cabos que atar, Like a Dragon: Ishin siempre sabe darnos un minuto de respiro paseando por sus distintas tiendas y bares, y entablando amistad con los tenderos o con los personajes secundarios. La relación con algunos de los personajes secundarios será bastante sencilla, únicamente basada en entregarles objetos cada cierto tiempo; pero otras historias serán mucho más profundas, graciosas y enrevesadas, incluso capaces de darnos un poquito más de contexto sobre la época. Aun así, las mejores victorias, los mejores momentos de Like a Dragon: Ishin están en la manera tan cotidiana, tan natural en la que nos adaptamos a las dinámicas de su mundo. En un mapa quizás más reducido que el de otras entregas, es muy sencillo conocernos al dedillo cada calle, generar afinidad con ciertos establecimientos, pensar con cariño en el hostal en el que nos hospedamos o simplemente dar un paseo por el muelle porque nos gusta escuchar el gentío y, quizás, pescar algunos peces. Los minijuegos aportan una pizca de gracia a todo esto - vuelve el karaoke, claro, pero se añade un nuevo juego de baile, una competición de beber con una geisha o una dinámica de cocina y cultivo de frutas y hortalizas en nuestra segunda residencia - pero ni siquiera son obligatorios para que el tránsito por su mundo se sienta satisfactorio.

Con todo esto, una trama notable, y una localización al castellano con bastantes defectos e imprecisiones - especialmente, falta de correspondencia entre los nombres de mecánicas o habilidades que se ofrecen en los tutoriales y las que aparecen en los menús - pero que será agradecida por muchos, Like a Dragon: Ishin! no es un remake extraordinariamente vistoso pero sí una buena oportunidad para aproximarnos a un título que, fuera de Japón, no habíamos podido jugar hasta ahora, y que tiene virtudes y carisma por méritos propios. Si no hay un sello de Recomendado encabezando esta crítica es, en parte, por un problema de consistencia en la publicación que no puede resolverse a posteriori: si Yakuza Ishin hubiese llegado a Occidente en 2014, podría haber sido una puerta de entrada perfecta a la saga, que todavía era de nicho aquí. Si nunca habéis jugado un Yakuza, es un buen lugar por el que empezar, ya que no se necesita contexto previo de ninguno de los personajes, y la historia funciona de manera autocontenida. Pero si ya habéis experimentado los Yakuza más recientes, el juego puede dar la sensación de ser un paso atrás al respecto de las entregas anteriores. Una sensación, claro, atada a su contexto: la saga ha crecido muchísimo en los casi diez años que hace desde que se lanzó el juego original, y el remake, aún bienintencionado, no termina de aplacar este hecho.

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