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Análisis de Coffee Talk

Té. Earl Grey. Caliente.

Aunque con unas mecánicas un poco dispersas, Coffee Talk nos gana por sus personajes y su atmósfera.

La verdad es que no sabría decir exactamente qué es lo que tienen las cafeterías que hacen que las romanticemos tantísimo. Supongo que tiene algo que ver con el ambiente, con voces y quizás incluso música de fondo pero no tan ruidoso como un bar ni tan silencioso como un lugar comercial. Son lugares tranquilos pero calentitos y en ellos se reúnen un montón de personas con diferentes características y distintos propósitos: desde amigos que llevan tiempo sin verse a parejas que se acaban de conocer, compañeros de trabajo después de cerrar la oficina y la típica chica - yo - que está haciendo tiempo antes de otra cosa leyendo un libro en su esquina. También puede ser por el café, claro. O el té. En general, cualquier bebida que nos ayude un poquito a pasar el mal trago del estrés y el cansancio del día a día.

Coffee Talk debe entender muy bien todo esto porque tiene un poquito de cada una de las cosas que he mencionado. Y si su premisa es atractiva es, precisamente, porque está siempre fluctuando entre lo cotidiano y lo encantador. Interpretamos al dueño de una cafetería que sólo abre de noche. Un establecimiento con estas características, regido por la nocturnidad, la alevosía y la regla de solo vender bebidas calientes y cafeinadas, reúne inevitablemente a su alrededor a gente bastante peculiar. Especialmente peculiar cuando tenemos en cuenta que el año 2020 en el que se ambienta el juego es dramáticamente diferente al año 2020 en el que estamos viviendo. De una manera un tanto similar a como las películas de los años 80 soñaban el futuro, la sociedad de Coffee Talk es una en la que hombres lobo, vampiros, orcos y demás criaturas mitológicas conviven en relativa armonía. La sociedad multirracial del juego será parte de la salsa de éste, la espina dorsal de la trama que funciona como hilo conductor a toda la historia y uno de sus elementos visuales más peculiares, también.

Pero, volviendo a lo mecánico, es importante decir que el juego tiene fundamentalmente dos partes: unas en las que preparamos los pedidos y servimos a cada cliente lo que quiere beber esa noche y otras, mucho más abundantes, en las que escuchamos las historias, anécdotas y preocupaciones de quienes se sientan en nuestra barra mediante una serie de diálogos en forma de texto. Inevitablemente, y con este punto de partida, se nos vienen otros títulos a la cabeza. Pensamos en el brillante The Red Strings Club y sus cócteles anímicos o en VA-11 HALL-A: Cyberpunk Bartender Action, el juego sobre servir bebidas y salvar vidas. Coffee Talk se parece a estos dos últimos en forma, pero no en contenido. Es verdad que su mecánica de creación de bebidas es similar, pero si los dos juegos anteriores la utilizaban como manera para interactuar con el texto - un cóctel u otro cambiaba la reacción del cliente ante nuestras injerencias - en este caso es más bien anecdótica. Un personaje viene, nos pide lo que le apetece (o "lo de siempre", en caso de que ya tengamos confianza) y nosotros podemos escoger tres de entre una serie de ingredientes a nuestra disposición para conseguir el resultado.

Parte de la gracia está en que somos un cocinero mucho menos experto de lo que presuponemos al personaje que interpretamos, y aunque quienes vengan a nuestra cafetería nos hablarán como si fuésemos los mejores en el tema, muchas veces no sabremos necesariamente qué tenemos que combinar con qué para crear el tipo específico de té o café que nos piden. En esto el juego es bastante permisivo: casi ningún cliente se va a enfadar con nosotros por entregarle mal su pedido, y tenemos hasta cinco intentos para experimentar hasta que encontremos el resultado deseado. Cuando descubramos, eso sí, una combinación nueva, tendremos a bien apuntarla en una aplicación de nuestro teléfono que nos sirve de chuleta para cuando no recordemos exactamente los ingredientes de alguna mezcla.

El minijuego de crear cafés y tés es agradable y relajante, y la opción de crear dibujos en la espuma mediante el uso de las palancas o la pantalla táctil es un añadido curioso. Más allá de eso, y como ya habíamos comentado, la cafeína es sólo el telón de fondo al resto del juego. En este sentido, Coffee Talk apuesta por una estructura de novela visual más tradicional en la que los diálogos se suceden unos tras otros sin que podamos apenas interactuar con ellos. Con alguna excepción muy concreta, no existe la opción de tomar decisiones: la historia se sucede ante nosotros y nuestro papel será simplemente escucharla sin intervenir, ir hilando poco a poco las historias y vidas de toda esta gente que, por un motivo u otro, ha venido a refugiarse a nuestro pequeño rincón del mundo.

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Sobre esto, hay sentimientos contradictorios. Por un lado, la historia que cuenta es interesante, y aunque quizás no pueda presumir de extraordinariamente original, cada uno de los personajes tiene unas características muy concretas que nos hacen, primero, empatizar con ellos fácilmente, y después, encariñarnos a altísimas velocidades. Acabamos esperando que uno u otro se pase hoy por la cafetería, que venga a vernos y a contarnos qué ha pasado con aquello otro que nos mencionó el otro día. Nos volvemos un pelín adictos a esta cotidianeidad, a las relaciones entre los clientes, a fantasear con lo que esconden - o no - cuando salen por nuestra puerta. Por otro, es verdad que echamos en falta que las partes del juego estén más cohesionadas entre ellas. No hay nada de malo en presenciar diálogo tras diálogo si estos están bien escritos, y nada negativo en una dinámica relajada de poner cafés y hacer dibujines en la espuma, pero da la sensación constante de que el juego quería crear una relación entre ambas cosas que no termina de funcionar.

Da un poco extra de rabia porque la base es más que buena, aunque quizás no termine por entregarnos lo que prometía en sus primeros compases. Al final, lo mejor de Coffee Talk es lo bien que replica, en sí mismo, la experiencia romantizada de estar en una cafetería para quienes disfrutamos de ese tipo de cosas. No siempre es extraordinariamente divertido, a veces no funciona exactamente como quieres, otras te fascina por sorpresa y saliéndose por algún sitio que no esperabas; casi todas te conquista por los pequeños detalles y la mayoría te deja con ansias de un poquito de más. Si algo nos queda en el tintero es ganas de saber más de los personajes del juego, y de pasar un poquito más de tiempo detrás de la barra. Y de café. De tomar muchas, muchas tazas de café.

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