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Análisis de Daymare 1994: Sandcastle - Horror ambientado en el Area 51

Il Horrore de la Supervivenzia.

Aunque mejora sustancialmente lo artístico e incorpora mecánicas nuevas, Daymare 1994: Sandcastle sigue arrojando luces y sombras.

Cuando hablamos de referentes, videojuerguistas o no, a todos se nos vienen a la cabeza muchos ejemplos. Sin embargo, si añadimos el requisito de que, dentro de una saga, dos de sus integrantes sean títulos seminales seguro que el cerco se estrecha mucho más. Y si ya elevamos la suma a tres o más, la tarea será muy, pero que muy complicada. Resident Evil es, claro, una de esas sagas. Aún con sus altibajos - debidos, sin lugar a dudas, a expandir su franquicia a lo largo de casi treinta años -, su influencia, no sólo en el género del survival horror sino en el mundo del videojuego, es innegable gracias a joyas incontestables como Resident Evil 2 (1998), el remake de su primera entrega (2002) o Resident Evil 4 (2005), todas ellas cumbres del género. Del influjo que todas ellas tuvieron en la industria poco se puede decir que no hayamos mencionado con anterioridad. No obstante, y aunque todavía no ha pasado el suficiente tiempo como para ponerlos en perspectiva como sí ha sucedido con los clásicos mencionados anteriormente, los remakes de Resident Evil 2, 3 y 4 tienen la suficiente personalidad como para representar un punto de inflexión en la saga de Capcom. De ahí a que su estilo influencie un buen puñado de videojuegos del mismo género va un sencillo paso.

Uno de los primeros títulos que parecen haber nacido bajo la influencia de estos remakes es Daymare 1994: Sandcastle.

Desarrollado por el estudio italiano Invader Studios, Daymare 1994: Sandcastle nos coloca, de nuevo, en la piel de uno de los operadores de la fuerza corporativa H.A.D.E.S., Dalila Reyes. Antigua miembro de las fuerzas armadas americanas, Reyes es enviada, junto a uno de sus compañeros y su comandante, a la icónica - y, permitidme, magufa - Área 51 en una misión de alto secreto cuyo objetivo será recuperar objetos e información clasificados. Como es lógico, desde que sus botas toquen suelo hasta que el terror, el caos y el crujir de dientes se instalen en sus vidas pasarán escasos instantes.

Y es que, siguiendo la tradición de los buenos survivals, el Área 51 que se encontrará Reyes a su llegada está prácticamente abandonada. A excepción, claro, de un buen puñado de cadáveres con evidentes signos de lucha - la buena narrativa ambiental - y unos correosos enemigos que nos pondrán los pelos de punta. Con estos mimbres y un buen puñado más como son la precaria iluminación o las amplísimas localizaciones y corredores que tendremos que recorrer, se construye una sólida ambientación que se ve refrendada por una banda sonora que sabe cuando intensificar su presencia y cuando dejar que los efectos sonoros, bichos asquerosos mediante, hagan su enervante trabajo. Si a todo ello le sumamos un más que reseñable trabajo en lo que a modelados y animaciones se refiere - sobre todo si nos referimos a los espantosos engendros que nos saldrán al paso -, el resultado es una sensible mejoría con respecto a su predecesor, Daymare: 1998, que aunque se publicó en 2019, en realidad ocurre en el futuro. Pero no en nuestro futuro, sino en el futuro de los personajes. Estas movidas de líneas temporales, precuelas y secuelas siempre consiguen darme dolor de cabeza.

Mucho más lineal y directo es, por el contrario, el desarrollo de un título que, por otra parte, deja de lado ciertas ideas que, aunque controvertidas en algún que otro caso, sí dotaban de una marcada personalidad a su antecesor. Daymare 1994: Sandcastle abandona aquél complejo sistema de recargas y manejo del inventario para aplicar una fórmula mucho más convencional y cercana a los títulos actuales, empleando atajos de la cruceta para acceder con comodidad a nuestro equipo y armamento o pulsando ciertos botones para, por ejemplo, emplear los botiquines de primeros auxilios sin tener que pasar por el tedioso trámite de abrir el inventario para localizarlos. Dentro de esta configuración se contempla, además, a un curioso e innovador gadget que incorporaremos a nuestro arsenal en los primeros compases del título: el Frost Grip. Mitad arma, mitad utensilio y cien por cien dispensador de congelación cuasi-instantánea, esta especie de lanzallamas a la inversa que Reyes controlará desde su muñeca será una pieza indispensable para resolver algunos puzles y salir airosos de los duros combates que Daymare 1994 nos planteará.

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Porque otra cosa no, pero los enfrentamientos con las aberraciones surgidas del Área 51 - cuyo origen es [CLASSIFIED] - son uno de sus puntos fuertes. Rápidas, inmisericordes y con unos ataques simples pero de una efectividad fuera de toda duda, estas criaturas nos obligarán a, por un lado, estar atentos a nuestros alrededores de forma constante - tanto dentro del combate como fuera de él - y a, por otro, exprimir nuestros recursos al máximo. De lo contrario, veremos como Reyes, en el mejor de los casos, cae en los amantes brazos de un espanto antropomorfo mientras su vida cae en picado a velocidades estratosféricas. En los peores, claro, asistiremos a muchas y muy variadas paradas cardiorrespiratorias causadas por monstruitis aguda. Y en medio de todas ellas, estos simpáticos engendros se guardarán ases en la manga tales como teleportaciones por sorpresa a nuestra espalda o emboscadas tras la esquina más insospechada, ataques que nos aniquilarán de forma instantánea o la posibilidad de generar esferas de energía a su muerte que convertirán a sus compañeros en aberraciones a las que las balas sólo les ralentizarán momentáneamente.

Será en estos casos en los que tendremos que tirar de habilidad, ingenio y, por supuesto, nuestro armamento para quitarnos de en medio a esas [CLASIFICADAS] amenazas. A postas - con la escopeta - o a balas - con el subfusil -, tendremos que dosificar nuestra munición, controlar las distancias y el ritmo de los combates y, sobre todo, saber en qué momento conviene congelar a los enemigos y hacerlos mil pedazos y en qué momentos es mejor optar por la vía del plomo. Sin embargo, lo que en una primera instancia promete ser un combate tenso, exigente y lleno de posibilidades - sobre todo a futuro -, deriva, a la larga, en cierta monotonía por una más que evidente falta de variedad, tanto en enemigos como en armamento. Si bien el Frost Grip sigue una evolución que le dota de mejoras y aumenta su efectividad conforme avanza la historia, no se puede decir lo mismo de un armamento que se estanca en las armas que portaremos desde el inicio de nuestra partida. Y lo mismo cabe mencionar para los enemigos, una alineación que muestra sus cartas demasiado pronto. Si a esto le sumamos una más que evidente linealidad en su desarrollo -con escuetas pinceladas de backtracking aquí y allá que, comparadas con la totalidad del título, se quedan en agua de borrajas-, queda claro que hay margen de mejora en estos aspectos.

Porque, en resumidas cuentas, Daymare 1994: Sandcastle es un survival horror que, al igual que su predecesor, posee luces y sombras. A pesar de que Invader Studios muestra una innegable mejoría en el apartado visual e incorporaciones mecánicas como el Frost Grip - y las aproximaciones que este aporta al combate - van en la buena dirección, la carencia de variedad en otros ámbitos como el armamento o los enemigos o su obvia linealidad son contrapesos que lastran a un título que comienza de forma muy prometedora pero que se desinfla conforme desarrolla su propuesta. Aún y así, sus tensos combates y la lograda atmósfera que rodea a las desventuras de la operadora Reyes dan para un buen puñado de sustos, tiros y carreras a la desesperada.

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