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Prison Break: The Conspiracy

Escapa de él.

A estas alturas casi todos debéis conocer Prison Break, la exitosa serie que Fox empezó a emitir en 2005 y que acabó el año pasado.

En ella se cuenta la historia de Michael Scofield, un joven ingeniero con una mente privilegiada que provoca su entrada en prisión para organizar una fuga y sacar de allí a su hermano Lincoln Burrows… que está acusado de matar al hermano de la vicepresidenta de los EEUU. Y en medio hay conspiraciones de “La Compañía”, un grupo de personajes poderosos que mueven los hilos desde la oscuridad.

En este juego, que está ambientado en la primera temporada, controlamos a un personaje inventado por los desarrolladores –los eslovenos de ZootFly-. Se llama Tom Paxter y lo envía La Compañía para que controle a Scofield e intente mantener con vida a Lincoln Burrows para que pueda ser ejecutado en la silla eléctrica.

Nos relacionaremos con prácticamente todos los personajes de la serie, que además están modelados con cierta gracia. Seguiremos siempre la misma estructura: queremos algo, y ese algo nos lo tiene que conseguir una segunda persona. Para que nos haga el favor, nosotros tendremos que hacer algo por ellos. La idea no es mala, pero la evolución del argumento es demasiado directa y muchas veces se convierte en un sinsentido –especialmente si no has visto o no recuerdas la serie-. El suspense, por su parte, falla en la mayoría de las ocasiones.

En cuanto a la jugabilidad, nos moveremos en tercera persona, con una cámara un poco rara que muestra un plano medio (hasta la cintura).

El problema de Prison Break: The Conspiracy es que intenta beber demasiado de los referentes del género y se queda muy, muy a medias. De hecho da la sensación de que está hecho con cuatro palillos; la mecánica, de tan simple, aburre.

En el 80% de las ocasiones tendremos que acudir al sigilo para infiltrarnos en las distintas zonas de la prisión para buscar tal o cual cosa. Han querido hacerlo muy entre Gears of War y Splinter Cell, pero la distancia con éstos es abismal. Lo que podemos hacer con Paxton, nuestro protagonista, es más bien poco: agacharnos, cubrirnos y pasar de una pared a otra, básicamente. Y en todas y cada una de las situaciones nos dirán qué botón tenemos que pulsar. Entre el mapa y sus demasiado evidentes cruces gigantes que nos dicen dónde tenemos que ir y el tutorial permanente la dificultad y la exploración se resquebrajan.