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Los mejores juegos de este año que no has jugado (III) - Laika: Aged Through Blood

Highway to Hell.

Brainwash Gang, el estudio español detrás de juegos como The Longest Road on Earth, Nongunz o Friends vs Friends, bromeaba hace unos días sobre la mala suerte que habían tenido con las fechas de lanzamiento de su último título. Laika: Aged Through Blood debutó en PC la misma semana que se publicaban juegos tan mediáticos como Marvel’s Spider-Man 2 o Super Mario Bros. Wonder, mientras que el día de su lanzamiento en PlayStation y Xbox se pudo ver por primera vez el tráiler de un tal Grand Theft Auto 6. Este cúmulo de circunstancias nos ha afectado también en la redacción (a nivel personal tuve que cortar mi partida de Laika por culpa del análisis de Alan Wake 2), así que he aprovechado esta sección para saldar una deuda pendiente con uno de mis indies favoritos de este año.

Laika: Aged Through Blood nos traslada a un yermo postapocalíptico habitado por animales antropomórficos. Un ejército de pájaros ha bombardeado hasta los cimientos los hogares de una población que ha tenido que refugiarse para escapar de una violencia inusitada. El cruel asesinato de uno de los jóvenes de la tribu, atado a dos postes con sus propias entrañas, pone en marcha a la coyote Laika, perteneciente a una estirpe que carga con una maldición que les impide morir. Su poder para regresar una y otra vez le permite aventurarse en territorio enemigo para iniciar una senda de venganza sobre la que trata de construir un futuro para su pueblo y, sobre todo, para su hija Puppy.

Una de las claves de Laika: Aged Through Blood está en todo el trabajo de diseño que viene dado por el género nombrado ex profeso para el título: “motorvania”. Fusionar Motor y Metroidvania es algo que va mucho más allá de un juego de palabras, ya que implica unir un tipo de juego que suele ser relativamente lineal (los juegos de conducción de motos estilo Trials) con un mapeado que por definición se debe poder explorar en diferentes sentidos. El trabajo de diseño de niveles en este apartado es genial, consiguiendo que cada zona tenga un carácter propio, aunando la función estética con toda clase de obstáculos pensados para que el simple acto de moverse por el mapa sea la mecánica principal en ausencia de un botón dedicado al salto. Los niveles irregulares y repletos de recovecos de zonas más naturales como Donde Nuestros Ancestros Destacan contrastan con los suaves half-pipes integrados en estructuras industriales como Donde Acechan los Pájaros.

El combate también se pliega a la condición motorizada de Laika, optando por un sistema de apuntado con tiempo bala para proporcionar la precisión que necesitamos en los momentos en que vuelan las balas enemigas y tenemos que mantener el control sobre la moto mientras disparamos a varios objetivos a toda velocidad. La parte inferior del vehículo bloquea las balas y podemos hacer un parry para devolver los proyectiles que no logremos esquivar, incitando a mantenernos en movimiento y anticipar el mejor posicionamiento antes de cada encuentro. El parry se recupera con una voltereta hacia delante, mientras que las balas se recargan con volteretas inversas, una idea simple pero eficaz de añadir un sistema de riesgo/recompensa vinculado a la propia movilidad.

Superar un cuello de botella con tres o cuatro enemigos esperándonos es un proceso complicado pero satisfactorio de identificar prioridades y movernos por el aire bloqueando el acceso del rival a las partes débiles de Laika mientras eliminamos a cada objetivo, todo ello sin perder de vista que tenemos que aterrizar de pie. El juego se toma su tiempo para introducir todas estas mecánicas y añadir complejidad a los niveles porque antes de presentar las partes más difíciles tiene que convertir la conducción en segunda naturaleza para el jugador. Controlar la moto es solo el principio; la clave es entender el baile de acelerones e inercias para aterrizar siempre donde queremos y desplazarnos por el mapa sin que nadie pueda tocarnos. Al vincular numerosas acciones al propio movimiento, no necesita demasiados botones para aumentar la complejidad.

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Este trabajo tan fino con las mecánicas de disparo y movimientos serviría por sí solo para meterlo en mi lista de juegos favoritos de este año, pero Laika enamora por la manera en que su exploración nos sirve para conectar con otros habitantes del yermo. Cada violento viaje al exterior contrasta con los paseos por Donde Vivimos, una comunidad que para pasar desapercibida de los invasores solo permite las salidas a Laika por su poder especial para regresar de entre los muertos. Al volver nos encontraremos con problemas pequeños y grandes; niños con pesadillas repletas de vísceras, una primera menstruación en solitario, el rencor hacia nuestra propia madre. También pequeños resquicios de humanidad; en la noche nos podemos encontrar con una mujer que nos recuerda que, incluso en estos momentos, debemos mantener nuestra capacidad de sonreír.

Laika tiene una facilidad pasmosa para desarmarnos con unas pocas palabras gracias a su gran cintura a la hora de manejar diferentes tonos, sabiendo cuándo es momento de saltar de uno a otro. La historia de venganza se ve salpicada de momentos emocionales, pero también de costumbrismo postapocalíptico e incluso de humor; uno de los NPC más notables es el vendedor de mapas Renato, que en ningún momento a lo largo de la aventura deja de llamarnos gilipollas mientras compramos sus servicios. Es un equilibrio complicado pero funciona gracias a unos inteligentes diálogos capaces de transmitir mucho con unas pocas frases.

Como es costumbre en Brainwash Gang, la banda sonora es una delicia de principio a fin. Los temas vocales de Beícoli (inmortalizada dentro del propio juego como parte de una banda legendaria) establecen a la perfección el tono del juego durante la exploración, transmitiendo emoción contenida bajo una calma solo en apariencia, representando a la perfección el estado de ánimo de una Laika que trata de mantener el control en todo momento pero estalla en cuanto la situación escapa de sus manos.

Pese al estilo marcadamente cartoon del juego, Laika es un juego que no rehúye de una representación cruda de la violencia. Casi lo de menos son los propios disparos, pese a que el estudio ya ha demostrado tener gran habilidad para que cada bala sea impactante gracias al hábil uso del screenshake. La violencia de Laika se dibuja en el propio yermo; en el guitarrista que se ve resignado a aprender a tocar con los pies, en las bombas que han quedado sobre el terreno sin explotar, en los entornos naturales que han sido destruidos para obtener recursos, en un mar que ya no simboliza la libertad porque la primera milla está plagada de checkpoints militares.

La pirueta de Brainwash Gang era complicada de aterrizar: crear un juego original dentro de un género tan amigo de los lugares comunes como es el metroidvania, diseñar un mundo que funcione tanto a nivel narrativo como funcional en torno a la moto de Laika, contar una historia de venganza tan cruda como repleta de humanidad. De alguna manera se las han apañado para cumplir todos estos objetivos y más, dando lugar a un título especial que, como decía al principio, se ha ganado un hueco entre mis favoritos en un año que ha estado tan cargado de grandes títulos.

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