Skip to main content
Si haces clic en un enlace y realizas una compra es posible que recibamos una pequeña comisión. Lee nuestra política editorial.

Análisis de Diablo III: Reaper of Souls - Ultimate Evil Edition

El Gauntlet del siglo XXI.

El parto de Diablo III no fue sencillo. Ya antes de su lanzamiento hubo polémica por la decisión de sus desarrolladores de exigir una conexión permanente a internet a sus jugadores, y las cosas empeoraron aún más cuando el lanzamiento se vio plagado de problemas de estabilidad de los servidores y el infame error 37. Casi una semana después, cuando la situación empezó a normalizarse, parte de la comunidad de fans fue bastante vocal acerca de problemas de equilibrio en el sistema de loot, decisiones de diseño que consideraban equivocadas y otros pequeños defectos. Diablo III era un buen juego, aunque podía ser mejor. Mucho mejor.

Blizzard lo sabía, y desde entonces ha trabajado sin pausa para irlo mejorando. Poco a poco fueron retocando la jugabilidad hasta alcanzar un equilibrio muy bien medido, han implementado un nuevo sistema de loot mucho más proporcionado, añadieron clanes y comunidades, revisaron el sistema de leyenda e incluso no les tembló el pulso a la hora de eliminar por completo una de sus apuestas más importantes (y criticadas), la casa de subastas. Aunque más tarde de lo previsto, consiguieron hacer de Diablo III el juego que todos esperábamos. Mientras, además, trabajaron en lograr algo que parecía casi imposible: adaptar un juego que giraba alrededor de un esquema de control con teclado y ratón a consolas, adaptándolo al gamepad de forma totalmente natural.

Un primer port para consolas de sobremesa publicado el año pasado demostró su pericia al respecto, aunque el anticuado hardware de Xbox 360 y PlayStation 3 obligó a Blizzard a comprometer algunos aspectos en el plano técnico. Ahora, con el lanzamiento de la Ultimate Evil Edition, en la que se incluye de serie la expansión Reaper of Souls, la experiencia completa de PC da el salto a las consolas de nueva generación, en un juego igual pero diferente al mismo tiempo. Veamos el por qué.

Mismo contenido y apartado técnico intacto; afortunadamente Diablo III no ha perdido nada con el paso a PlayStation 4 y Xbox One.

A nivel de contenido tienes exactamente lo mismo que en PC: los cuatro actos de la campaña estándar, el quinto acto y la clase Cruzado de Reaper of Souls, el modo Aventura, las Fallas de Nephalem y los Contratos. No sólo no se ha quedado nada en el camino, sino que en consola tienes un nuevo sistema que permite a amigos con diferentes niveles jugar de forma cohesiva con el juego adaptando de forma transparente la salud y los daños y la interesante dinámica Némesis (aún no disponible en PC), en la cual cuando un enemigo te mata éste invade las partidas de tus amigos como un villano más poderoso que incluso puede subir de nivel. En las consolas de Sony tienes incluso alguna cucamona exclusiva, como armaduras basadas en Shadow of the Colossus y una Falla Nephalem con enemigos directamente sacados de The Last of Us.

Técnicamente, como podéis ver en la comparativa de Digital Foundry, el nivel de detalle es equivalente al PC en el preset más alto, con resolución full HD 1080p y 60FPS (totalmente estables, al menos en la versión PS4, que es la que hemos probado). Mismo contenido y apartado técnico equivalente, entonces; la mayor diferencia entre el original de PC/Mac y el port para consolas está en cómo se juega a Diablo III en estas máquinas.

Muchos otros estudios deberían aprender de Blizzard en este sentido, porque su forma de adaptar el control al gamepad resulta ser una solución tan elegante como efectiva, en la que se nota han destinado montones de horas para perfeccionarla. Con el stick izquierdo movemos el personaje, y al carecer de puntero se implementa un sistema de apuntado semi-automático. Los botones y gatillos tienen mapeadas las acciones habituales (los diferentes ataques y magias, el uso de pócimas, etc.) y el stick derecho permite hacer un movimiento de evasión rodando por el suelo - tipo God of War - que no está en ordenador. Luego está la interfaz para el inventario y la gestión de los personajes, que funciona a la perfección con un sistema tipo rueda ideal para el stick analógico. El resultado final es perfecto: Diablo III se juega de forma totalmente natural con el gamepad y no tienes la sensación de que la experiencia se resienta por ello o de una sensación extraña incluso si ya habías jugado en ordenador con el combo de teclado y ratón. Hay jugadores - entre los que me incluyo - que posiblemente disfruten más con este esquema de control y así el juego les resulte algo más divertido.

La interfaz de inventario con rueda se adapta como un guante al control con el stick analógico. Parece mentira, pero con Diablo III: Reaper of Souls - Ultimate Edition no echarás de menos para nada el ratón.

Aunque puedes jugarlo solo (incluso offline) o a través de internet con tus contactos de la PlayStation Network o Xbox Live, Diablo III brilla especialmente en consolas cuando pruebas el cooperativo local para hasta cuatro jugadores. Júntate con tres amigos en un sofá, saca unas cervezas del frigorífico y un par de bolsas de ganchitos y ya tienes los ingredientes para una divertidísima tarde; Blizzard recupera un tipo de experiencia multijugador que parecía en extinción y se desmarca con lo que casi podríamos definir como el sucesor del mítico Gauntlet para nuestros tiempos. Un consejo, eso sí: sube el nivel de dificultad porque en el más bajo las cosas son demasiado sencillas, especialmente si juegas acompañado.

La guinda del pastel y prueba definitiva de que no han dejado nada al azar es algo que deberían incorporar todos los videojuegos intergeneracionales: un sistema para traspasar la partida de Xbox 360 o PlayStation 3 a Xbox One o PlayStation 4 (no funciona con la de PC, desgraciadamente). No sólo es un proceso rápido y sencillo, sino que además no está atado al fabricante: puedes pasar tu partida del Diablo III de PlayStation 3 a Xbox One o de Xbox 360 a PlayStation 4.

Tras unos inicios complicados, Diablo III ya es la mezcla de action RPG, dungeon crawler y hack 'n slash que esperábamos de Blizzard. Es un juego divertidísimo y tremendamente adictivo, con cooperativo brillante y que ha sido adaptado a las peculiaridades inherentes de las consolas de sobremesa con un mimo y un cuidado encomiable. Si ya lo tienes en PC probablemente no te recomendaría comprar esta versión, a no ser que te interese muchísimo jugarlo con tus amigos de Xbox Live o PSN, pero de lo contrario ve a por él de cabeza: es un título sólido, largo y muy disfrutable con el que estarás entretenido una buena temporada.

9 / 10

Read this next