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Overlord II

El mal siempre es más divertido.

En el caso de la IA, se nota una mejora notable con respecto al primer juego de la saga: los esbirros ya no tienden a suicidarse porque sí, un mal bastante típico en su predecesor. Se agradece bastante, porque tener que estar volviendo a los portales de invocación para regenerar a los esbirros no es una práctica demasiado satisfactoria.

Ahora bien, no es la guerra lo único que saben hacer nuestros irritables subordinados: también son capaces de realizar otras tareas tales como accionar palancas, abrir puertas a las que nosotros no llegamos, cargar con artefactos mágicos... Una parte francamente interesante del juego es la de los propios artefactos mágicos. Algunos serán ítems imprescindibles para el desarrollo de la aventura, pero otros, generalmente ocultos, sirven como potenciadores y como materiales base para crear nuevas armas, o potenciar los poderes mágicos de nuestro Overlord.

La estética es uno de los elementos más atractivos del juego. Aunque pudiese parecer, por el trasfondo del personaje y del juego, que los escenarios son lugares llenos de desolación y destrucción, nada más lejos de la realidad: son lugares francamente preciosos, recordando inevitablemente a esa obra de arte de Lionhead llamada Fable. Bosques encantados, ciudades nevadas, cuevas heladas gigantescas, ciudades elfas en los árboles,... En general, sitios en los que merecería la pena vivir. Pero ahí se acabó todo. Somos los encargados de poner todo patas arriba. Tal y como corresponde al Overlord.

El manejo del personaje es simple. La mayor parte de las acciones están enfocadas al dominio de los esbirros, y sólo contamos con un botón para el ataque básico, y otro para el lanzamiento de magias. Se nota que es un título que le quiere dar importancia a la estrategia antes que a la acción, y todo ello se plasma en la simplicidad de algunas acciones del personaje principal. Las magias tienen su importancia dentro del juego, pero hay zonas en las que estás obligado a utilizarlas más como parte del algún puzzle que para demostrar su poder destructivo. No quiere decir, ni mucho menos, que esto sea algo malo, pero quizá se podría haber potenciado un poco más este aspecto.

Si hasta ahora se puede considerar a Overlord II como un híbrido entre aventura y estrategia, no podemos obviar la presencia de puzzles en el juego. Si bien son un elemento más del mismo, que no suponen especial dificultad, pues casi todos se resuelven con ayuda de los esbirros, es de agradecer el hecho de que no corten el ritmo del juego en demasía.

El juego ofrece una combinación de elementos que ningún otro juego ofrece. Y para qué vamos a engañarnos: a todo el mundo le gusta ser malo. Por eso, podemos afirmar sin ningún atisbo de duda que Overlord II es un título encantador, que divertirá a cualquiera mínimamente dispuesto a ello, y con suficientes mejoras con respecto al original para calificarlo de notable.

8 / 10

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