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Artículo de coleccionista

Esas Cajas de Pandora que nos vuelven locos.

Ahora bien, las cosas empiezan a torcerse cuando las compañías intentan colar un título embutido en una caja metálica como un objeto de coleccionista; en este sentido, lo único especial y limitado es la falta de visión económica por parte del jugador durante la compra, ya que estas ediciones suelen contener incentivos nefastos. Cierto, en ocasiones el juego incluye un DVD con extras o alguna parafernalia similar, pero basta con investigar mínimamente por la red para descargarse sus contenidos gratuitamente y ventilárselos en veinte minutos. Desgraciadamente, la situación es tan preocupante que el personal ya no puede recorrer los pasillos de las secciones de videojuegos sin portar unas gafas de sol.

Finalmente, el tercer método en discordia consiste en ofrecer contenidos digitales exclusivos a los que el jugador no podrá acceder desde el rastrillo de segunda mano. De momento, en territorio español esta treta sólo ha ocurrido con algunos títulos como Dragon Age Origins o Empire: Total War; en el caso de que esta invención para garantizar buenas ventas durante la semana de lanzamiento acabe por acomodarse en el sofá peninsular, una visita rápida a foros estadounidenses servirá como aviso aciago de lo que podría llegar a ocurrir: en los casos más exagerados -donde determinadas tiendas ofrecen códigos de descarga diferentes a los de la competencia, unos pocos foreros se convierten en los héroes del día gracias a la creación de tablas o gráficos aclaratorios que listan todos y cada uno de los objetos disponibles y los establecimientos a los hay que acudir para obtenerlos. La guinda irónica irrumpe a escena cuando al cabo de unos meses aquellas armas o mapas que habían servido de cebo acaban siendo de dominio público, ninguneando los peregrinajes que efectuaron los fervientes seguidores para hacerse con ellos.

He aquí un anexo interesante: una tabla que organiza todos los objetos disponibles por descarga digital para las reservas de la edición estadounidense de Dragon Age Origins. Con nota al pie y todo.

En resumidas cuentas, las ediciones especiales han puesto el pie en el resquicio de la puerta, y no piensan quitarlo hasta que dejen de servir como paliativo a la creciente presencia del mercado de títulos usados y a la disminución de las ventas de videojuegos -dos elementos de la situación actual posiblemente vinculados gracias a algún affaire turbio y difuso. En teoría, este tipo de estratagemas son bien recibidas cuando las compañías juegan limpio y recompensan a los más fieles con extras apetecibles por los que merece la pena apoquinar un poco más de lo habitual.

Ahora bien, la gran mayoría de compañías están apostado por embaucar al personal con cajas metálicas o fundas superficiales -si es que ya lo dice el tópico: "no es oro todo lo que reluce", una tendencia que debe ser exterminada de raíz, y no hay mejor pesticida que contentarse con una versión estándar y modesta. Asimismo, los contenidos digitales podrían convertirse en un festival de objetos elitistas si se abusa de ellos, convirtiendo la simple acción de ir a comprar un juego en una planificación estratégica que haría palidecer al mismísimo Alejandro Magno.

En cuanto a la presunta utilidad de ciertos objetos... bueno.... nunca se sabe. En medio de una invasión zombi, el jugador coleccionista sería el superviviente definitivo ya que contaría con gafas de visión nocturna para eludir a sus enemigos en la penumbra, "batarangs" con los que dejarles totalmente KO con onomatopeyas tan cuestionables como "¡SPOING!" o "¡TZUAD! y cascos protectores repletos de DVD´s para no aburrirse durante las eternas estancias en refugios improvisados. En el extraño e improbable caso de que esta situación no tenga lugar, al menos la pareja del fanático empedernido, después de una exhaustiva sesión de limpieza, encenderá un cirio en agradecimiento al fundador de eBay.

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