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Treinta años del Amstrad CPC

Uno de los reyes de los 8 bits y pioneros de la informática doméstica cumple tres décadas.

Alan Sugar puede ser muchas cosas - se le ha acusado con más o menos acierto de machista, racista y déspota con sus empleados - pero desde luego nunca ha sido tonto. Nacido en el seno de una modesta familia judía en Londres, es el prototipo de empresario hecho a si mismo: fundó Amstrad (acrónimo formado con sus iniciales Alan Michael Sugar Trading) con 21 años en 1968, tras comprar una destartalada furgoneta de segunda mano para vender equipos de alta fidelidad en mercadillos. Apenas un par de años después empezaba a fabricar sus propios equipos, y una década más tarde era multimillonario, siendo su empresa un nombre importante en la bolsa londinense con un valor máximo de 1.200 millones de libras esterlinas.

Precisamente a principios de los ochenta, cuando el tema de los equipos de sonido parecía que ya no daba para más, Sugar dirigió su mirada al incipiente mercado de la informática doméstica, aunque sin olvidar dos de los que hasta entonces habían sido los cimientos de sus productos: que el dispositivo debía ser all-in-one y que su precio debía ser tan barato como fuese posible. Con esas directrices Ivor Spital - un ingeniero que llevaba años en Amstrad - estudió la viabilidad empresarial y, tras recibir el visto bueno, se empezó a trabajar a principios de 1983 en un prototipo llamado Arnold, embrión de lo que más adelante llegaría a las tiendas con el nombre comercial de Amstrad CPC.

Uno de los prototipos del CPC 464, cuando todavía era conocido como Arnold.

Pero el desarrollo de Arnold, liderado por uno de los hombres de confianza de Sugar, Bob Watkins, no estuvo exento de problemas. El diseño original, realizado por Paul Kelly y un colaborador, giraba alrededor del procesador MOS 6502, el mismo que llevaba en su interior el Commodore VIC-20 (uno de los ordenadores más vendidos de la época). Sin embargo pronto quedó claro que el proyecto estaba descarrilando: la placa que habían ideado era muy cara de fabricar, no había ni una sola línea escrita del software de la ROM y se habían superado los plazos de entrega. Para acabarlo de rematar Kelly sufrió un colapso nervioso abrumado por la presión y desapareció durante semanas. Sugar se cansó de "aquellos dos hippies" y decidió que era hora de volver a empezar.

Esta vez apostó por dos ingenieros con una trayectoria contrastada, Roland Perry y William Poel. Mientras en Amstrad diseñaban la carcasa, la unidad de cinta y el teclado, su empresa, Ambit International, se encargó de diseñar la nueva placa madre. Una de las decisiones de este equipo fue descartar el procesador 6502 en favor del Z80 de Zilog (el mismo que usaba el ZX Spectrum de Sinclair) para poder aprovechar la implementación de Basic de Locomotive Software y crear el sistema operativo de Arnold alrededor de ella. La guinda del pastel la ponía Amsoft, una división interna de Amstrad que subcontrató a diferentes compañías para crear el software que acompañaría al ordenador.

El 11 de abril de 1984 se presentaba en la Westminster School de Londres el Amstrad CPC 464, aunque las primeras unidades no llegaron a las tiendas hasta el 21 de junio. En su interior llevaba un procesador Z80 a 4MHz (a efectos prácticos funcionaba a 3.3MHz por limitaciones impuestas por el Gate-Array, el chip encargado de los gráficos y la gestión de memoria), 64KB de RAM, un chip de sonido AY-3-8912 de General Instrument y un lector de cintas de cassette. El precio era, además, tremendamente competitivo: 249 libras con un monitor de fósforo verde o 359 con un monitor color.

Los discos de tres pulgadas y 180KB de capacidad por cara usados en el Amstrad CPC 664 y Amstrad CPC 6128.

El éxito del CPC 464 fue notable en Europa (especialmente en países como Francia, España o Alemania) y en buena parte provocado por uno de los mantras de Alan Sugar: al ser un equipo todo en uno barato y con su propio monitor, en vez de monopolizar el televisor del salón - como ocurría con el Spectrum, el Commodore 64 o el MSX - su hábitat natural era en la habitación de los jóvenes de la casa. Un buen marketing y un aspecto algo más profesional que el de la competencia son otros factores que ayudaron a convertir al CPC en uno de los microordenadores más populares de los ochenta.

Amstrad, además, no se durmió en los laureles y tardó poco en empezar a renovar la gama. Un año más tarde, en 1985, llegaba el CPC 664, con un aspecto menos colorista y una unidad de discos de tres pulgadas en vez del lector de cassette, y también el CPC 6128, inicialmente destinado para el mercado americano (aunque poco después llegó a Europa para sustituir al 664). Éste ampliaba la memoria hasta 128KB, reducía el tamaño - la altura, más bien - de la carcasa e introducía un teclado más ergonómico y el sistema CP/M Plus, algo que lo convertía también en un sistema atractivo para pequeños negocios.

Usando el modo 0 del chipset gráfico (160x200x16 colores), el CPC era capaz de ofrecer videojuegos bastante más coloristas que los de su máximo rival, el ZX Spectrum (no así en resolución, donde el ordenador de Amstrad quedaba por detrás). Inicialmente, sin embargo, no fue así: una arquitectura similar basada en el procesador Z80 provocó que muchísimos ports se realizasen tal cual del sistema de Sinclair, sin aprovechar los puntos fuertes del CPC. Cuando se usaban a conciencia, en cambio, los resultados podían ser fantásticos; ahí están conversiones de recreativa como Gryzor, adaptaciones de películas como Batman o títulos originales como Get Dexter para demostrarlo.

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Amstrad y Alan Sugar acabaron dominando el mercado de los 8 bits en Europa a partir de 1986, cuando compraron los derechos y recursos de Sinclair Research por cinco millones de libras (Clive Sinclair se había pegado un importante batacazo con el ordenador QL y el coche eléctrico C5, viéndose forzado a vender), y quizás esa posición de dominancia provocase cierto estado de relajación. Sea cual sea la razón, Amstrad no introdujo hasta 1990 la gama Plus (abandonando la nomenclatura CPC) y para entonces los 16 bits ya suponían una competencia feroz. El 464 Plus y el 6128 Plus añadían mejoras técnicas gráficas y modernizaban su aspecto - con una carcasa de diseño similar Amiga 500 o Atari ST - pero conservaban la vieja arquitectura de 8 bits y eran ordenadores muy desfasados para la época. El fiasco en ventas se veía venir... y se produjo de forma brutal.

La resolución era menor, pero por lo general los juegos eran mucho más coloristas en el CPC que en el Spectrum.

Para acabarlo de rematar, Amstrad tomó decisiones cuanto menos discutibles durante la primera mitad de la década de los noventa. La primera y más calamitosa fue el Amstrad GX4000, una consola que, básicamente, era un Amstrad CPC 464 Plus al que le habían quitado casi todos los puertos y añadido un lector de cartuchos (lo cual era uno de sus grandes problemas, porque el público no entendía por qué debía pagar 25 libras por un juego en cartucho cuando por menos de cuatro lo tenía en cinta). Pese a gastar veinte millones de libras en marketing, se vendieron unos 15.000 GX4000 y apenas se crearon 27 juegos para ella (muchos de ellos de Ocean, como Robocop 2, Burnin' Rubber, Pang, Navy Seals o Plotting). Obsesionado con las consolas, Sugar también produjo junto a Sega el Mega PC, un híbrido de PC y Megadrive que fracasó - también de forma estrepitosa - por su enorme precio y modestas características técnicas (montaba un procesador 286 cuando por la época Intel ya distribuía el 486, dos generaciones más moderno). Tras ello Amstrad, otrora un gigante del sector, se convirtió en una anécdota en la industria y más tarde acabó relegada al olvido.

Alan Sugar ya lleva tiempo dedicado a otras labores (ha sido máximo accionista y presidente del Tottenham Hotspur, miembro de la cámara alta del parlamento británico y estrella de la versión inglesa del programa de televisión The Apprentice, entre otras cosas), pero su gran contribución y el origen de su enorme fortuna, estimada en más de 920 millones de euros, fue Amstrad y la gama de ordenadores CPC. Con ella (y con sus malos modos con los empleados) se ganó el apodo del "Steve Jobs europeo", y no es para menos: más allá del rédito económico, ayudó a popularizar la informática en los hogares del viejo continente y marcó época con uno de los ordenadores más recordados de la era de los 8 bits. Casi nada.

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