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Análisis de El Profesor Layton y el legado de los ashalanti

Un verdadero caballero nunca se rinde.

Si hasta ahora las aventuras del Profesor Layton no han conseguido conquistarte, no hay ninguna razón de peso para que la última, El legado de los ashalanti, cambie tu punto de vista sobre la saga. Tal vez te haya llamado la atención que Level-5 haya intentado diversificar un poco más la jugabilidad apostando, como apunté en el avance, por momentos que ofrecen un desafío diferente para el jugador con el objetivo de intentar aliviar un poco la carga que podría suponer una trama que depende exclusivamente de los puzles. Ni son tantos ni tan notables, pero sí que aportan un toque de frescura a una estructura que empieza a flojear no por carencias, sino por falta de novedades. También, por suerte, parece prometer esas novedades en futuras entregas ambientadas en el mismo universo.

Sin embargo El legado de los ashalanti sí que consigue hacer igual de bien lo que ha hecho en cada entrega: unir una historia encantadora - que sirve a su vez como bálsamo para sortear la inverosimilitud de la misma - a un buen puñado de desafíos en forma de puzle. Como carta de despedida, este último viaje del profesor es prácticamente un resumen de todos los elementos que han caracterizado a la saga desde Villa Misteriosa, y lo hace con esa destreza que únicamente se alcanza con la experiencia, además de con cifras realmente tentadoras: 150 puzles nuevos a los que se añadirán otros 385 de forma descargable que estarán disponibles prácticamente de forma diaria. Este nuevo capítulo para Nintendo 3DS cierra la segunda trilogía de juegos creada por Level-5, y lo hace con un emocionante viaje que aprovecha las características de la consola para ofrecer un apartado técnico superior, con segmentos animados que cobran una nueva vida con el 3D estereoscópico y escenarios similares a bellos dioramas que ofrecen un estilo visual único y que se acompañan por una banda sonora y un doblaje que es, fácilmente, de lo mejor que ha visto el profesor. En ese sentido parece que los juegos de Layton, y concretamente esta última entrega, hayan nacido para estar en la consola de Nintendo.

Como carta de despedida es un resumen de todos los elementos que han caracterizado a la saga desde Villa Misteriosa, y lo hace con esa destreza que únicamente se alcanza con la experiencia

El periplo de nuestros protagonistas empieza con un frenético viaje a bordo de un zepelín hasta las heladas montañas de Froenberg para responder a la llamada del doctor Sycamor, que ha descubierto a la única momia existente perteneciente a la civilización ashalanti, que pobló la Tierra hace un millón de años. La particularidad es que esta momia está viva gracias a que fue encerrada en un gigantesco bloque de hielo, y es la respuesta necesaria para destapar todos los conocimientos que escondían los ashalanti. A partir de ahí se nos presenta una historia un poco floja repleta de diálogos sencillos que, en ocasiones, parece que solo funcionan de relleno entre puzle y puzle. Es cierto que Layton siempre ha tenido cierta facilidad para adentrarse en historias marcadamente infantiles a las que cuesta tomarse en serio, pero en esta ocasión quizá se ha querido ir más allá para adoptar una fantasía aún menos creíble en pro de la espectacularidad.

La mayoría de puzles son reiteraciones de los muchos que ya han aparecido en anteriores entregas, pero funcionan igual de bien como estímulo para nuestro cerebro y para, en determinadas ocasiones, sentir el fulgor de la frustración con algunos que parecen haber sido diseñados tras una mala noche. Quizá esta vez predomina la sensación de que hay menos puzles repartidos de forma aleatoria por los escenarios y que se han introducido de forma más concienzuda debido a que la interactividad en los mismos se ha llevado un poco más allá: podemos, por ejemplo, tocar objetos para que reaccionen de distintas formas sin que tengan una consecuencia en el juego - si tocamos un árbol, por ejemplo, caerán bellotas - y ampliar la vista en determinadas zonas que, a su vez, abren nuevas zonas inaccesibles de otro modo. Investigar por los escenarios, además, es una tarea sencilla y sin complicaciones que puede ofrecernos algunos codiciados Picarats para conseguir pistas cuando no hay forma de solucionar un puzle determinado. Puede que no queráis usarlas, quizá por orgullo propio, pero lo cierto es que algunos de ellos son tan agudos que la tentación os pondrá a prueba en más de una ocasión. Os lo digo por experiencia.

Profesor Layton y el legado de los ashalanti se mantiene muy bien en pie por lo que es a pesar de que el fondo es exactamente el mismo al que llevamos jugando desde 2007

Los minijuegos son encantadores: en este tenemos que ayudar a una adorable ardilla a llegar a la meta.

Vuelven a aparecer los pasatiempos que rompen un poco la rutina: podemos coleccionar una serie de objetos únicos por el simple hecho de acapararlos que están disponibles a lo largo de la aventura, y que no cumplen ninguna otra función, como el propio juego se encarga de dejarnos claro. También están de vuelta los tradicionales minijuegos que desafían al jugador a completar un reto determinado: en uno, por ejemplo, debemos sacar a nuestro diseñador interior y vestir a los clientes siguiendo unas indicaciones genéricas para conseguir la puntuación perfecta; en otro, centrado mucho más en la estrategia, tenemos que conseguir que una pequeña ardilla llegue al destino de un intrincado laberinto usando rocas y bellotas.

Los desafíos de StreetPass también son una de las novedades más remarcables, y permiten a los jugadores enviar a cualquier otro usuario una lista de objetos a encontrar en los escenarios del juego a través de conexión local. Cuanto más raros sean dichos objetos, mayor será la puntuación recibida, lo que servirá a su vez para intercambiarla por distintos premios exclusivos. No es algo especialmente emocionante, ya os lo digo ahora, y puede terminar siendo una faena bastante tediosa.

Quizá esperaba encontrar más novedades en esta última entrega del profesor Layton, no tanto porque sean necesarias como el comer, sino por probablemente un capricho propio. El juego se mantiene muy bien en pie por lo que es, y a pesar de que hay cambios en la forma el fondo es exactamente el mismo al que llevamos jugando desde 2007. No hay por donde coger una historia que es menos creíble que la de anteriores iteraciones, algo que ya es decir mucho, pero el valor y el entretenimiento blanco que ofrece El legado de los ashalanti más allá de su narrativa, a la que podría considerarse también como un añadido extra, raramente es igualado por otro juego. Puede que sea el último viaje del profesor, pero sigue siendo todo un privilegio dejarse llevar por su particular forma de entender las aventuras.

8 / 10

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