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Análisis de EA Sports FC 24 - El mayor cambio no está en el nombre

El de los goles. El de la emoción. El de siempre.

Siempre lo llamaremos “el FIFA” y, de hecho, EA Sports FC 24 arrastra muchos de sus problemas endémicos, especialmente con lo que ocurre sobre el verde. Pero también tiene la valentía que se le llevaba años exigiendo con la inclusión de su verdadero cambio: el fútbol mixto en Ultimate Team.

El fútbol ha cambiado mucho. De pequeño me pasaba las tardes escuchando la radio, comenzando con el sonido inconfundible de la entradilla de Pepe Domingo Castaño; el preludio de un domingo intenso, con muchos partidos jugándose simultáneamente y con la esperanza de que, cada vez que sonara la alarma de gol, fuera con un tanto a favor de mi equipo. Ahora, todo ese componente pasional, el de estar pegados a un transistor, ha desaparecido en pos de convertir todo en un lógico pero vil negocio. Uno en el que importan más los patrocinios y los contratos millonarios en países sin derechos humanos a la disponibilidad de un abonado que quiera ver un partido del club de su corazón en el estadio, pero no pueda hacerlo porque las fechas y los horarios están pensados para alguien sin apego que está en el otro extremo del globo terráqueo. Este nido de depredadores también ha llegado a los videojuegos y, sin querer sonar demasiado a un nostálgico que se cierra a los cambios (no es eso, ni mucho menos) lo cierto es que, en eso, en un negocio, es lo que se ha convertido el FIFA de Electronic Arts desde hace mucho tiempo. Y ya no hay quien lo pare.

Es lícito, por supuesto. Tiene sentido que si algo como Ultimate Team funciona tan bien y le da beneficios multimillonarios a EA Sports, centren su mirada en ello para, si cabe, incrementar todavía más sus ganancias. Al fin y al cabo, un elevado porcentaje de usuarios se compra el juego para invertir, o gastar, allá cada uno escoja la acepción que considere más oportuna, centenares de horas diseñando el equipo de ensueño y abrazando la multitud de eventos que desde EA Sports tienen endemoniadamente estudiados para captarnos y retenernos a lo largo de la temporada. Entendiendo esto como la columna vertebral de la nueva generación de los videojuegos de fútbol (y de los deportivos, en general), no puedo evitar sentirme ligeramente incómodo con ello a la hora de analizar EA Sports FC 24. Porque tengo la sensación de que ya da igual lo que ocurra en los partidos. Que a nadie le importa si es más o menos realista, si la física del balón responde como uno de verdad en función de cómo se golpea, que al portero se le doblen los dedos cuando intenta despejar un esférico que se cuela al fondo de las mallas, o que la afición anime con cánticos o que se marchen del graderío si su equipo va claramente por detrás en el electrónico.

Esto pasa por un motivo evidente: EA ha detectado que nos da del todo igual. Cada temporada se nos venden pequeños cambios porque hay un equipo de marketing que debe justificar su sueldo. Así nació la rimbombante tecnología Hypermotion, que aparentemente ha ido evolucionando en estas tres últimas temporadas, para ofrecer movimientos y animaciones más realistas sobre el terreno de juego virtual. La realidad es que vemos algún ligero matiz, especialmente a la hora de las pugnas entre futbolistas en y algún que otro movimiento característico de algunas de las estrellas del balompié, detalles que ayudan a ahondar en la sensación de estar viendo un partido real. Si bien estas pequeñas mejoras están ahí, no se alejan en demasía de lo que se ofrecía a nivel jugable la temporada anterior, ni la anterior a la anterior. Hay algún que otro detalle que se ha toqueteado, como la inclusión de pases semi-manuales, con los que podemos establecer la dirección utilizando el joystick derecho, para tratar de romper defensas y lanzar balones al espacio; el típico añadido que nos costará un tiempo dominar y que puede haber llegado para quedarse si la comunidad se acostumbra y le saca partido, aunque no es la primera vez en la que se trata de incorporar, sin éxito, algo similar.

Los mayores cambios a la hora de lo que puramente es la experiencia de juego llegan como parte del rebranding que ha tenido la marca tras su ruptura con el estamento FIFA después de casi treinta años de relación. Hay nuevos menús en los que nos pasaremos horas para gestionar las tareas, que son más atractivos a nivel visual y agrupan mejor la información. También hay nuevas escenas cinemáticas en los prolegómenos del partido, más cercanas a lo que ocurre a pie de césped y más cortas, porque para qué van a molestarse demasiado si todo el mundo las acaba saltando cuando las ha visto una vez. Algún que otro grafismo en el que se nos muestran estadísticas para los amantes de los datos. Y alguna que otra secuencia entre jugada y jugada, incluyendo una de lo más extraña en la que nos trasladan a la visión del árbitro en primera persona mientras amonesta o echa el spray para ubicar la barrera.

Todo esto aporta lo que aporta para ofrecer una experiencia más cercana a la experiencia televisiva, a lo que hay que unir, por fin, la inclusión de nuevos comentaristas. Miguel Ángel Román, uno de los mejores narradores del país (y al que personalmente llevaba años reclamando para este rol), sienta cátedra y plasma su pasión también en el fútbol virtual, siendo mucho más enérgico y pasional de lo que estábamos acostumbrados cada vez que hay una jugada de peligro o, especialmente, un gol. Por su parte, DjMaRiiO es el añadido más polémico en este aspecto en su papel de comentarista, con el objetivo de seguir atrapando nuevas generaciones. Si bien al principio su presencia resulta chocante, al final, y aunque la mayoría de sus comentarios son obviedades que aportan entre poco y nada y que se alejan de la mirada experta que debe ofrecer el comentarista, su locución es correcta y el problema quizás esté más en las líneas de diálogo que le ha tocado leer, con las que aporta bastante poco.

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De una gran parte de las aficiones, al igual que ocurre en la realidad, también se olvidan en EA Sports FC 24. En entregas anteriores tal vez era más comprensible que ahora; en el fútbol español estamos hablando de una temporada en la que se estrena patrocinio en las ligas profesionales del fútbol de nuestro país, y tenemos competiciones llamadas LaLiga EA Sports y LaLiga Hypermotion. Con este acuerdo millonario en ciernes, puede que presa de la ingenuidad o de una ilusión en una mejor representación de los clubes más modestos de nuestro país, esperaba un mayor cariño y que dicho patrocinio desembocara en la recreación total de los equipos, estadios y jugadores de los cuarenta y dos equipos que componen dichas competiciones. No es demasiado pedir, creo, teniendo en cuenta que así ocurrió hace algunas temporadas con la liga inglesa. Pero, obviamente, esto no ocurre y, si bien es verdad que hay más rostros de jugadores escaneados, muchos equipos que carecen de detalles que sí tienen otros, como el himno al salir al terreno de juego o los cánticos personalizados de la afición animando durante los noventa minutos. Muchos, especialmente de la segunda división, tampoco tienen recreado su estadio, y no poder jugar en campos históricos como La Romareda, El Molinón o el Carlos Tartiere, es una auténtica lástima. Sí, es algo que le importa a una minoría... pero también es lo mínimo exigible, porque estos contenidos también son trasladables a Ultimate Team.

Porque sí, Ultimate Team es el pilar sobre el que se sostiene la franquicia desde hace mucho y, al final, todos acabamos abrazándolo pese a ser conscientes de que sus mecánicas se alejan, por bastante, de considerarse éticas. Aparcando ese debate de la aleatoriedad de los sobres y los FIFA Points a un lado, al menos este año nos da una alegría con una novedad que llega para cambiarlo absolutamente todo: el fútbol mixto. Para las voces críticas con este añadido solo puedo decir una cosa: Ultimate Team nació, desde el principio, con la idea de ser un juego de fútbol de fantasía. No es realista juntar en el mismo equipo a futbolistas del Real Madrid con los del Barcelona. Tampoco montar una plantilla con jugadores retirados desde hace más de veinte años o incluso fallecidos. Si no habéis puesto el grito en el cielo por eso, tampoco deberíais hacerlo porque se incluyan a mujeres en activo.

Profesionales como la copa de un pino que, además, aportan un componente más creativo a los equipos de FUT, gracias a la versatilidad que añaden a la hora de crear una plantilla. La verdad es que muchas de ellas, seguramente, os darán a la larga mejor resultado que cualquier futbolista masculino, especialmente si EA añade una carta que sea óptima para el meta del juego. Yo tengo claro, por ejemplo, que voy a tener siempre a Trinity Rodman en mi equipo, porque es una flecha por la banda. No es el único acierto de EA en este nuevo Ultimate Team, porque también se añaden las evoluciones, con las cuales podremos mejorar cualquier carta diversos puntos si cumplimos una serie de objetivos, de forma similar a los de temporada o a los hitos. De esta forma, hay más variedad y versatilidad en las partidas de FUT, haciendo que la comunidad agudice el ingenio probando un mayor número de cartas y que así no nos enfrentemos siempre a alineaciones clónicas.

No faltan otros modos de juego clásicos como el Modo Carrera (ya sea como jugador o manager) o Volta Football, que se resiste a desaparecer. Complementos que están ahí para ofrecer variedad y sustento a una pequeña parte de la comunidad que opta por este tipo de apartados más tradicionales que por Ultimate Team, la estrella de la función. Al final, se puede criticar a EA Sports que el cambio de nombre haya resultado una oportunidad desperdiciada para hacer cambios mucho más contundente. Una maniobra que se puede considerar arriesgada e innecesaria teniendo en cuenta lo bien que les va así y que la ausencia de competencia, con eFootball intentando recuperar la identidad de antaño, les resta de presión o de la necesidad de hacerlo mejor o distinto para no perder público. Con esa autosuficiencia, vuelve a pasar lo de siempre: que tenemos mil quejas y pequeños (o grandes) detalles que nos gustaría cambiar “del FIFA”, pero que, un año más, y aunque con el anterior nos hayamos prometido que no lo compraríamos más, a sabiendas de que nos engañábamos a nosotros mismos, le acabaremos echando incontables horas a ritmo de “una partida más y lo dejo”.

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