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Análisis de Ghostrunner 2 - Ultraviolencia, parkour y cyberpunk

Los fantasmas atacan al runner.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Más ambicioso, más pulido y con más mecánicas que su antecesor, Ghostrunner 2 se reafirma sobre su propuesta de acción, parkour y katanazos.

En el mundo de los videojuegos es muy habitual jugar al manido juego de las referencias. Que un título tenga toques de “X” o su sistema de combate parezca extraído de “Y” es algo que, a estas alturas del campeonato, no debería extrañar a nadie que lleve tiempo asomándose a las críticas del medio. Y es que, gracias a la naturaleza cuasi-sincretista de nuestros queridos marcianitos - siendo amables, claro: en otros ámbitos más contundentes los equipararían a una suerte de hormigonera cultural -, un título puede congregar los referentes culturales más dispares y salir airoso. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol. O eso parece, claro: la situación cambia, y de qué manera, si nos fijamos en un género en concreto, el FPS, y un título que lleva siendo seminal desde su lanzamiento, Titanfall 2. Con una campaña de solidez incontestable y unas mecánicas de desplazamiento acordes, el aplauso que recibió en su lanzamiento cobijó un descalabro en ventas inversamente proporcional a su calidad debido a un parkour de despacho que poco tenía que ver con el fino estilismo que el propio Titanfall 2 desplegaba. Pero a veces la realidad es muy tozuda, y Titanfall 2 lo ha sido incluso más, creando a su alrededor un seguimiento de culto y enarbolando la bandera de toda una nueva oleada de “movement shooters”, un sub-género del FPS donde disfrutar de una amplia libertad de movimientos juega un papel tan o más importante que el hecho de tirar del gatillo.

Casi todos estos elementos se hallan en Ghostrunner 2 con la sola excepción de las armas de fuego.

Porque tampoco es cuestión de ser demasiado injusto con nuestros enemigos. Ghostrunner 2 es, como ya os imaginaréis, la secuela de un título que centraba su trama en la rebelión que se cernía sobre la Torre Dharma, una distopía cyberpunk que albergaba los últimos vestigios de la Humanidad y que estaba regida con puño de hierro por la Maestra de las Llaves, la déspota Mara. Que aquél capítulo se cerrara no conlleva que se acaben los problemas, puesto que aún sobreviven facciones que se aferran a sus cuotas de poder y reconstruir una sociedad desde los cimientos no es tarea fácil. Además, una oscura amenaza parece estar reuniendo sus fuerzas mientras prepara el retorno de un grupo de poderosos guerreros conocidos como los Asura…

No obstante, esa es la premisa de Ghostrunner 2 y no su comienzo. Porque vaya comienzo, queridos lectores. Ni un minuto transcurre desde que Jack - el ghostrunner al que encarnaremos - extrae su espada del cadáver más cercano hasta que empezamos a desplegar nuestras habilidades y pasar por el frío acero a los enemigos que nos salgan al paso. Este vertiginoso ritmo que combina parkour, ultra-violencia y synthwave sigue, a pies juntillas, las bases que dejó marcadas una primera entrega cuya personalidad está fuera de toda duda. Jack es ágil, letal y posee una incomparable gama de recursos en combate, pero, como contrapartida, todas estas capacidades le dejan expuesto a los ataques enemigos. Así, el más mísero error finalizará con nuestros remaches en la chatarra y, en la mejor tradición de Hotline: Miami, reiniciaremos cada encuentro a toda velocidad hasta encontrar la ruta óptima para ensartar, de una tacada, a todos aquellos que se interpongan en nuestro camino. Esta furiosa dinámica se extiende, además, a los segmentos en los que no estemos sacando la katana y los shurikens a pasear. No pocos tramos de Ghostrunner 2 se circunscriben única y exclusivamente al movimiento, exigiendo precisión en saltos y transiciones entre distintos elementos del escenario para afinar unas habilidades que, en última instancia, son vitales para salir airosos de unos combates que se dedicarán a ponernos al límite.

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Todo lo anterior conforma, por emplear un término familiar, el núcleo jugable que soporta gran parte de la experiencia jugable de Ghostrunner 2. Lo que no quiere decir, por otra parte, que esta secuela no esconda sorpresas bajo su manto. O carenado, para ser más precisos. Y es que, llegados a cierto punto de la historia, las circunstancias nos obligarán a descender por el exterior de la Torre Dharma e incursionar en un yermo lleno de peligros. Pero claro, no lo haremos a pie sino con estilo y a toda velocidad. O sea, en moto. Si bien este tramo supondrá, sin lugar a dudas, un impactante - y agradable - cambio de ritmo, el hecho de ir sobre dos ruedas lejos de disminuir el trepidante ritmo de nuestras ciber-ninja-aventuras no hará sino impulsarlo. Ese flamante corcel de acero -ahí es nada- no sólo nos hará llegar a velocidades jamás alcanzadas por ningún otro ninja sino que, además, nos permitirá emplear nuestra katana contra los pobres incautos que intenten darnos alcance, incorporará un impulso que nos hará solventar imposibles saltos o se adherirá a las paredes para completar maniobras que dejarían con la boca abierta - más bien la calavera - al Motorista Fantasma. Una incorporación, en suma, que otorga una más que agradecida variedad al gameplay de Ghostrunner 2 y que muestra el resto de su mano con la llegada a un territorio en el que se nos permitirá una exploración - comedida, eso sí - gracias a la libertad que nos confiere ir a lomos de nuestra moto-ninja.

Pero por muy satisfactorio que sea surcar las post-apocalípticas localizaciones que rodean la Torre Dharma cual jinete cromado del asfalto, en algún momento tendremos que soltar el manillar para finiquitar nuestro cometido. O, en otras palabras, acabar con los Asura en unos enfrentamientos que, como no podía ser de otro modo, tomarán la forma de duelos singulares contra jefes finales. Y aunque nos obligarán a emplearnos a fondo, en ellos prima la espectacularidad y la sensación de estar culminando distintos tramos de nuestra aventura. Esto no significa, ni por lo más remoto, que no vayamos a palmar como unos campeones, más bien al contrario, pero sí es cierto que si contraponemos a estos Asura con los encuentros repletos de enemigos, la sensación de dificultad se atenúa de forma algo leve. Y es que, por muchas habilidades, movimientos y velocidad que esos ciber-jefazos desplieguen - y doy fe que lo hacen -, no es lo mismo gestionar las pérfidas intenciones de un sólo ninja que los disparos, ubicación y movimientos de cinco - o más - enemigos mientras tenemos que correr por las paredes, ralentizar el tiempo para clavar un shuriken en el objetivo preciso y, posteriormente, cambiar de habilidad para lanzar por los aires a otro paisano. Y todo esto sin darle gusto a la katana.

Porque, en última instancia, esta es la esencia de la fórmula de Ghostrunner. Una esencia que, en esta segunda entrega, se mantiene intacta para ver como el resto de mecánicas son revisadas y ampliadas para ofrecer una jugabilidad llena de posibilidades que, junto a un control preciso, conforman un conjunto tan exigente como satisfactorio. Y aún se guarda, del mismo modo que lo hago yo, un as en la manga para el tramo final. Un último giro de tuerca que amplía, aún más, su propuesta jugable y la eleva por los aires. Y hasta aquí puedo escribir. Ahora bien, no todo son parabienes en un título que, debido a su fórmula, arrastra consigo ciertas asperezas. Cabe señalar, para aquellos que no estén familiarizados con la primera entrega, que Ghostrunner 2 no es un título para todo el mundo ni tiene la aspiración de serlo. Y pese a que ha pulido sus mecánicas de movimiento para que este fluya con cercanía a la perfección, esto no quita para que nuestras bajas en combate sigan contándose por centenares. Es sólo que ahora nos caemos menos veces. Por otra parte, la ambición que muestra a la hora de ampliar sus mecánicas y ambientes encuentra un extraño reverso a la hora de encadenar sus distintos niveles. El final y comienzo de los mismos parece cortado por la proverbial katana de nuestro protagonista, dejando unas elipsis un tanto anticlimáticas que dan paso a un hub que poco aporta en términos jugables y narrativos a la propuesta. Si a esto le sumamos el empeño en desarrollar la historia a través de unos diálogos que parecen disfrutar de elegir los momentos en los que más concentración necesitamos, el resultado es una concatenación de tropiezos que empañan una historia llena de potencial. Ahora bien, de Ghostrunner 2 esperábamos acción frenética, partir enemigos con una espada cyberpunk y lanzar shurikens a ritmo de synthwave. Y lo hemos recibido por duplicado.

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