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Análisis de Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon

Gatito lindo.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Una estética adorable, buenos puzles y los guiños suficientes consiguen que un combate demasiado simple sea lo de menos.

No es que los videojuegos sean un medio particularmente ajeno al acto de crear spin-off locos, inesperados o enrevesados; aún así, no dejan de llamar la atención los casos en los que un estudio decide salirse de su tónica habitual para crear algo diferente, incluso si su base nos resulta familiar. Con Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon, PlatinumGames, la desarrolladora encabezada por Hideki Kamiya, decide dejar a un lado su ya emblemático estilo hack and slash para enfocarse en una aventura más relajada, más accesible y con un foco radicalmente diferente.

En una primera aproximación, Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon parece un título creado, específicamente, con los fans de las aventuras de la bruja de Umbra en mente. En el aspecto narrativo -y casi siempre también en el mecánico- el juego se plantea como una precuela, una pequeña historia de origen que nos hará entender cómo llegó la emblemática protagonista a convertirse en el personaje que conocimos en los juegos principales. El punto de partida de la historia es que Cereza, todavía una bruja en prácticas, decidirá probar su valentía adentrándose en un bosque habitado por malvadas hadas. Para salir de allí tendrá que enfrentarse a distintas pruebas y perseguir a un lobo blanco que parece albergar muchas respuestas. Aunque sí está claro que quienes conozcan la historia de antemano podrán encontrar una notable cantidad de guiños y referencias, pronto nos daremos cuenta de que el juego tiene bastante interés en resultar amigable y atractivo para quienes quizás jamás hayan jugado los títulos que dieron pie a la creación de este universo. La abundancia de opciones de accesibilidad, que nos permiten saltarnos los minijuegos de habilidad o introducir ciertas facilidades en el combate, la manera paulatina en la que se introduce cada mecánica y cada concepto y, en general, el ritmo suave del juego, lo plantean como una buena opción para aquellos jugadores con menos experiencia en los títulos de acción, o para quienes se sientan atraídos por el personaje pero no por las complejas mecánicas de la saga Bayonetta.

El precio a pagar es que, para los jugadores más experimentados, el juego arrancará un poco lento. Los primeros cuatro capítulos del juego servirán para explicarnos con mucha paciencia las mecánicas de este universo. La mayor particularidad de Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon es el manejo simultáneo, y en todo momento, de los dos personajes jugables. Con el Joy-Con izquierdo manejaremos a Cereza, que carece de habilidades ofensivas durante la mayor parte del juego pero que puede interactuar con el entorno de diferentes formas, paralizando a los enemigos, haciendo crecer las plantas o deshaciendo los embrujos creados por las hadas del bosque. Con el derecho, por otro lado, manejaremos a Cheshire, el demonio-gato que ya conocimos en Bayonetta 3 y que tendrá la mayor parte de nuestro poder de ataque, pudiendo golpear a los enemigos, interactuar con objetos pesados o destruir obstáculos que obstruyen el camino.

Durante las fases de exploración, y especialmente cuando pasamos los compases iniciales del juego, el movimiento simultáneo de Cheshire y Cereza es muy satisfactorio, y da pie a rompecabezas bastante interesantes. Cereza, como comentábamos, es el personaje más frágil de los dos: apenas puede saltar o escalar grandes distancias. Lo que sí que nos ofrecerá será la opción de anular la invocación de Cheshire en cualquier momento, volviendo a encerrar su poder en Pimpollo, el muñeco de peluche que siempre lleva en los brazos. Cuando pasamos a este “modo abrazo”, como lo llama el juego, podremos acceder a algunas interacciones especiales, como lanzar a Cheshire sobre repisas un tanto alejadas o utilizar sus poderes para propulsarnos al saltar. La dinámica general del juego consiste en usar las fortalezas de cada uno de los personajes para resolver rompecabezas que nos permitan seguir hacia adelante. Casi siempre podremos mover primero a uno de los dos protagonistas, y luego al otro, pero en determinados puzzles nos veremos obligados a utilizar a ambos simultáneamente, generando desafíos de habilidad, la verdad, bastante interesantes.

Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon no es un metroidvania, pero sí es cierto que, al progresar en la historia, conseguiremos nuevos poderes para Cheshire que nos permitirán acceder a zonas del mapa que antes estaban selladas. Cuando consigamos la esfera elemental de planta, el gato ganará la habilidad de lanzar una especie de liana que nos dejará arrastrar o empujar ciertos objetos. El Cheshire de agua, por otro lado, nos facilitará apagar pequeños incendios y desplazarnos por lagos y ríos. Hay que señalar, eso sí, que aunque al conseguir nuevas habilidades podemos volver sobre nuestros pasos para alcanzar áreas que previamente no podíamos visitar, casi siempre serán desvíos pequeños y sencillos que nos facilitarán coleccionables u objetos para crear pociones. El progreso a lo largo del juego es fundamentalmente lineal, y rara vez un mapa se bifurcará durante más de diez o quince minutos antes de reconducirnos hacia la vía principal.

El colorido apartado visual del juego, que nos expone constantemente a paisajes vibrantes y diseños llamativos, un diseño de escenarios que nos permite progresar a través de ellos de manera orgánica pero que también ofrece desafíos secundarios si queremos acercarnos a ellos, y una historia que, sin ser extraordinaria, sí es curiosa y rellena algunos huecos en la trayectoria de la Bruja de Umbra deberían ser motivos más que suficientes para considerar a Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon como un éxito. Y la verdad es que, durante la mayor parte del juego, es una experiencia muy agradable. De sacarle alguna pega, esa sería, sin duda alguna, la implementación del combate.

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Si comentábamos que controlar a ambos personajes al mismo tiempo es una dinámica muy satisfactoria durante la exploración, la mecánica se vuelve confusa y un tanto frustrante en lo que tiene que ver con las batallas. El sistema de combate del juego es bastante sencillo, especialmente si lo comparamos con la trilogía original de Bayonetta, y se rige básicamente por las mismas dinámicas que el resto del título. Es decir: Cereza utilizará magia de apoyo para inmovilizar a los enemigos, y Cheshire atacará con sus garras o habilidades elementales. En un principio, es un añadido curioso que, si bien no brilla particularmente, no molesta; es cierto que hay situaciones en las cuales, si se juntan muchos enemigos en pantalla, será difícil ubicar con seguridad a la siempre más chiquita Cereza. No obstante, la segunda mitad del juego nos expone constantemente a enfrentamientos, algunos de ellos opcionales pero la mayoría obligatorios, en los que nos vemos obligados a derrotar a un elenco de enemigos muy poco variado. Pronto descubriremos que la forma óptima de proceder es tratar de aislar o mantener a salvo a Cereza mientras dejamos que Cheshire se lleve casi todo el protagonismo. El juego hace algunos intentos de plantearnos enemigos que buscan la colaboración entre ambos personajes -como los enemigos con escudo, a los que tendremos que inmovilizar para atacar por la espalda-, pero por norma general el gato y la bruja sinergizan mucho peor en estas batallas que en los tramos más relajados del juego, y acabaremos, si no aborreciendo estos segmentos, buscando terminar con ellos lo más rápido posible para volver al resto de dinámicas del juego, mucho más agradecidas.

No creo que la repetitividad del combate mate el juego; y creo que es mucho más llevable cuando compartimos los mandos con otro jugador y añadimos una capa de comunicación extradiegética al conjunto. Pero sí es cierto que es el punto que separa a Bayonetta Origins: Cereza and the Lost Demon de la excelencia. Aún con todo, algunos desarrollos de la parte final del juego acaban por salvar la papeleta y dejarnos un buenísimo sabor de boca. Una mazmorra final excelentemente diseñada o la implementación de temas musicales conocidos e incluso referencias directas al primer juego redondean un experimento un poco extraño, un poco dulce, pero que sabe aterrizar casi todas las ideas que propone.

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