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Kirby’s Epic Yarn

La dificultad no hace la felicidad.

¿Puede ser divertido un juego que no opone la más mínima resistencia al jugador? Si crees que la respuesta a dicha pregunta es negativa, quizás necesites un breve paso por el edulcorado mundo de tela de Kirby's Epic Yarn para convencerte de lo contrario. Good-Feel, un joven estudio que ya dejó buenas sensaciones con Wario Land: The Shake Dimension, es el encargado de tomar el relevo a HAL Laboratories para darle un lavado de cara a Kirby, aportando nuevas ideas y obteniendo como resultado un juego que perfectamente podría formar la trifecta de los plataformas para Wii, junto a Super Mario Galaxy 2 y Donkey Kong Country Returns.

Muchos videojuegos prometen explicarte una historia, pero Epic Yarn lo hace de forma literal: con la estructura propia de un cuento tradicional para niños, un único narrador va explicando los eventos y poniendo voz a los personajes usando diferentes entonaciones (todo ello en perfecto castellano). Una convención bastante curiosa, como también lo es el hecho de que el Kirby de Epic Yarn sea tan diferente al de sus aventuras anteriores pero aún así siga manteniendo intactos los trazos jugables que han marcado la saga desde sus comienzos.

Porque nada más empezar el juego la mascota rosa pierde su principal seña de identidad: aspirar a sus enemigos para adoptar sus habilidades. Tras comer un meta-tomate y desatar la furia de un mago llamado Zur-zir (otra genialidad del equipo de traducción de la gran N) un Kirby formado por hilo se ve transportado a un calcetín mágico en cuyo interior hay un mundo paralelo formado por tejidos, patrones, botones y demás objetos sacados de una caja de costura, un universo que recuerda irremediablemente al encanto infantil de otro clásico de Nintendo, el nunca suficientemente recordado Yoshi's Island.

Ese mundo de arrolladora fuerza visual es el principal atractivo de Epic Yarn, con un cautivador estilo que no tiene competidor en cuanto a belleza en todo lo que hemos visto durante esta generación. Da igual que el jugador tenga seis o treinta años: lo que para unos es tan adorable como el osito de peluche con el que van a dormir cada noche para otros evoca la inocencia de tiempos mejores en los que no había que preocuparse por el trabajo o la hipoteca. E igual de divertidos y atractivos son los memorables jefes finales o las diferentes transformaciones de Kirby. El protagonista puede convertirse en objetos (un coche, un cohete, un camión de bomberos o un delfín, por ejemplo) según la situación lo requiera, permitiéndonos superar los sutiles escollos que aparecen durante una aventura que tardaremos entre seis y ochos horas en completar. Puede parecer poco, pero tampoco es que los juegos de la saga hayan sido tradicionalmente largos.