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Análisis de Odin Sphere Leifthrasir

Lugares comunes.

Odin Sphere sigue vigente gracias a su flexible sistema de combate y a sus bellos parajes, pero acusa una excesiva repetición de escenarios.

"Remasterización", "remake" y "colección HD" han pasado a formar parte del vocabulario habitual de nuestro medio, especialmente entre la generación pasada y la actual. En algunos casos, sacacuartos sin remedio que incluso se ven peor que los originales; en otros, un lavado de cara para mejorar errores pasados y ampliar la vida útil de un juego. En ambos casos, suelen ser parte de sagas o franquicias con un éxito ya demostrado. El caso que nos ocupa es de los menos habituales: un juego que no hizo un gran ruido en su día, pero cuya desarrolladora aprovecha la ocasión para reivindicar su valía.

Odin Sphere: Leifthrasir es una revisión HD de uno de los primeros títulos de Vanillaware, un Action RPG en 2D cuyo legado ha continuado en otros títulos de la compañía como Muramasa: The Demon Blade o Dragon's Crown. El original se lanzó para Playstation 2 en 2007 (2008 en Europa) y ahora que la desarrolladora japonesa tiene algo más de bagaje y fama a sus espaldas ha aprovechado para recuperarlo y presentarlo en alta definición.

Una niña llamada Alice y su gato Sócrates curiosean las estanterías de un ático, donde encuentran una serie de libros que contienen las historias de cinco persona. Todos ellos se encuentran en distintos lados de un conflicto con múltiples facciones, conspiradores en la sombra y una terrible profecía de fondo.

La mitología nórdica bajo un prisma medieval, sirve como telón de fondo para la historia de Gwendolyn, Cornelius, Mercedes, Oswaldo y Velvet. Cada uno vive los sucesos desde su propia perspectiva; quien en una historia es el protagonista en otra es el villano, y solo al juntar sus fragmentos podemos conocer toda la historia.

Cada personaje tiene un estilo de combate diferenciado: Gwendolyn y Cornelius atacan a corta distancia con una lanza y una espada respectivamente, Velvet puede atacar a media distancia con sus cadenas, Oswaldo necesita dar golpes para rellenar una barra que le permite entrar en "Modo Berserker" y Mercedes es capaz de volar y atacar a larga distancia. Todos ellos tienen, además, habilidades propias para personalizar aún más su estilo.

El sistema de combate es muy divertido y nos da flexibilidad a la hora de enfrentarnos a los problemas. Aprender a manejarlo nos permite vencer a grupos de enemigos o subjefes casi sin perder la cadena de combos, combinando ataques en el suelo con habilidades que nos hacen volar de una parte a otra de la pantalla, para después atraer a los enemigos hacia nuestra espada y rematarlos con algún ataque especial que tenga un gran radio de acción.

Odin Sphere es uno de esos juegos donde molesta especialmente recibir un golpe porque corta totalmente el flow del combate. Tenemos a nuestra disposición un botón para realizar esquivas que nos vuelve invulnerables durante la animación, pero el sistema lo tiene en cuenta y nos deja el tiempo justo para que retomemos a continuación el combo si somos hábiles.

Las peleas normales duran apenas uno o dos minutos, y al final nos puntuarán con una calificación según nuestra actuación. Si nos esforzamos aunque sea un poco, la mayoría de combates se saldarán con una derrota aplastante. El juego de alguna manera reconoce esto: a poco que nos entretengamos o recibamos más de un par de golpes importantes nos quitará la calificación S, lo que se traduce en peores recompensas, pero hay que jugar realmente mal para bajar de una B (al menos en dificultad Normal).

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Los jefes y subjefes ponen la nota de dificultad, aunque lo realmente complicado son las pruebas que hay en cada mazmorra, donde nos enfrentamos a dos o incluso tres subjefes al mismo tiempo junto a multitud de enemigos normales para conseguir un ítem especialmente útil, objetos curativos sobre todo. En estos combates es donde realmente se nos pone a prueba a la hora de dominar el espacio, hacer control de masas y esquivar golpes desde múltiples direcciones.

El "RPG" en "Action RPG" lo ponen una serie de sistemas de niveles cuya repercusión real en el combate es que terminaremos por especializarnos en el uso de tres o cuatro habilidades de combate de forma más habitual. También tenemos un trabajado sistema de alquimia para convertir los materiales que nos encontramos por los escenarios en hechizos que usar en combate, aunque es bastante más divertido tratar de avanzar sin usarlos.

En el menú principal tenemos la opción de activar el "modo clásico" para jugarlo como en PS2, pero con gráficos actuales. Una opción que está curiosa, pero pronto comprobaremos que los cambios en los menús y la forma de activar habilidades han sido a mejor. Además, aquí la interfaz ocupa una parte importante de la pantalla y no deja apreciar tan bien el particular estilo visual de Vanillaware, cuyos juegos se asemejan a cuadros en movimiento. Pese a ser de 2007 se ve espectacular gracias al lavado de cara y sobre todo a un estilo por el que no pasa el tiempo. Merece la pena pararse a contemplar los fondos, los pequeños detalles en las armaduras o los rasgos de los personajes.

Más importante aún, no se siente viejo; podría pasar perfectamente por un nuevo juego y no por un port de hace una década. A pesar del tiempo transcurrido, un vistazo rápido nos permite comprobar que ya estaban presentes casi todas las particularidades de Vanillaware: un dibujo con anatomías exageradas hasta la hipertrofia y una paleta de colores elegida con sumo gusto, el sistema de combate como centro en torno al cual se articula el resto del juego y, cómo no, el gusto por la comida.

En las mazmorras tenemos que recolectar verduras del suelo, regar plantas con puntos de experiencia para recoger frutas, ganar combates para lograr carnes y pescados selectos, además de recuperar las mejores recetas de dónde sea necesario. Todo ello se lo damos a un cocinero ambulante para que nos prepare platos que nos ayuden a subir rápidamente de nivel y recuperar vida. La representaciones gráfica de la comida está tan cuidada como la de los protagonistas, y su recolección y preparación termina convirtiéndose en una parte integral del juego.

Aún así, Odin Sphere no es un plato para todos los gustos. El juego cuenta con apenas 10 localizaciones, y cada personaje visita al menos siete de ellas durante su historia, con una duración de 5-6 horas por capítulo. Eso significa que tendremos que repetir la mayoría de las mazmorras cuatro veces. A pesar de que el estilo de combate de cada personaje es un mundo, la repetición terminará por cansar a quien le importe más el argumento que las peleas. Cambian la dificultad de los enemigos y la longitud de las mazmorras en función del orden en el que las recorre cada personaje, pero poco más.

En mi caso no ha pesado mucho porque estaba más centrado en sacar una calificación S en todos los enfrentamientos que en dónde sucedían estos. Poniéndome en el papel de otra gente, sin embargo, puedo entender que sea un factor que penalice mucho. Es el punto más débil del conjunto, pero es un punto que salta a la vista desde antes de completar un cuarto del juego y que no nos abandona hasta el final.

Odin Sphere: Leifthrasir permite recuperar uno de esos títulos que pudieron pasar desapercibidos durante la transición generacional de PS2 a PS3. Un título donde Vanillaware mostraba ya muchas de sus señas de identidad, desde el majestuoso estilo visual hasta su buen hacer con los combates. La repetición de escenarios puede terminar por desmotivar a más de uno; siendo un juego que a nivel personal me ha encantado, cuesta recomendarlo sin reservas.

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