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Napoleon: Total War

Cuando la guerra era guerra.

A parte de incluir nuevos edificios, en esta ocasión muchas estructuras pueden cambiar radicalmente de aspecto si el asesor apoquina una cantidad de dinero. Convertir unos barracones en una ópera para entretener al populacho durante los tiempos de paz será el pan arquitectónico de cada día, aunque con estos tiempos tan conflictivos es recomendable que la diva no se quite en ningún momento su traje de vikinga, por si las moscas. Tanto las relaciones con los ciudadanos como el sistema de diplomacia han mejorado, y sus interacciones no desentonan con los métodos utilizados por Napoleón para evitar alborotos indeseados.

Desgraciadamente, la magnificencia de esta figura histórica se ve enturbiada por las extrañas estrategias hilvanadas por una paupérrima IA que hace tiempo que necesita una buena reforma. Por un lado, las tropas enemigos han aprendido al fin que las balas ajenas acortarán drásticamente su esperanza de vida, pero su nuevo sentido de la supervivencia alcanza cotas extremas inimaginables. Como muestra, una situación digna de un sonoro sacrebleu: en un asedio a una ciudad aliada, los contrincantes se pasaron la mayor parte del tiempo debatiendo sobre dónde atacar en lugar de insistir en puntos clave; ¿acaso pretendían matar a los de dentro de puro aburrimiento? Misterios de la historia...

No hay peor enemigo que aquel que conoce tanto a su adversario que podría irse de copas con él tras un intento de puñalada trapera; ergo, el inconveniente de la IA se ve subsanada con las opciones multijugador que permiten que un compañero encarne al rival, o en su defecto al inestimable aliado. La longitud de las campañas requieren de una constancia extrema que se verá recompensada con una experiencia divertida, y si eso no es posible siempre se puede recurrir a 15 escaramuzas rápidas donde la aleatoriedad y el metodismo van de la mano.

Normalmente, los mapas estratégicos son lugares hostiles donde la austeridad campa a sus anchas, así que es agradable que pequeños detalles visuales como las olas del mar o el cambio de estaciones se infiltren tímidamente en las cavilaciones del jugador. Es posible que el diablo esté en los detalles, mas su presencia en este título es nula debido a la perfección de los mismos: los cadáveres tendrán su batalla particular contra las hordas de gusanos y cuervos, la majestuosidad de un navío se vendrá abajo cuando éste se convierta en un infierno sobre el mar...

Los detalles en las batallas rozan los límites de lo excelso. Ahora bien: sería conveniente que el jugador recordarse que mirando a la pantalla con cara de embobado no es la mejor estrategia para ganar.

El sonido, viendo que los gráficos han tomado la iniciativa, contraataca con una retahíla de efectos débiles en solitario pero poderosos en su esplendor cacofónico. Desde el trote cada vez más débil de los caballos mortalmente heridos que desemboca en silencio sepulcral hasta los gritos que intentan no quedarse a la zaga de sus aterrados dueños, todos los elementos se unen para añadir credibilidad al título. Mención especial a la selección musical y al actor francés Stephane Cornicard, que también se ha encargado del doblaje en inglés, alemán y español; su colaboración añade una nueva capa de prestigio al personaje.

Napoleon: Total War no ofrece innovaciones para la serie, pero sus novedades tienen la sustancia suficiente para alejarlo del peligroso terreno de la "expansión encubierta". Quizás al seguir los pasos de Napoléon, The Creative Assembly descubrió que pese a su vertiente revolucionaria, el general ganó todas las batallas con las mismas tropas, con las mismas armas... es decir, apostando por la constancia en lugar de inseguros planes de última hora. La desarrolladora ha plasmado fielmente su filosofía... aunque es posible que malinterpretase la parte en la que los enemigos tenían miedo de atacar.

8 / 10

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