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Análisis de Rocketbirds: Harboiled Chicken

Gallos de pelea.

Rocketbirds: Hardboiled Chicken es un port de un juego flash de pago que salió hace casi dos años en PC, con 5 niveles extra, más escenas y un modo cooperativo como principales novedades. El juego muestra el asalto de Hardboiled, un gallo entrenado como agente especial, a la totalitarista Albatrópolis, donde el dictador Putzki siembra destrucción a su paso con su ejército de pingüinos.

Como podéis imaginar, el tono de la historia es bastante ligero. Las escenas que acompañan el final de algunos de los capítulos parodian de una manera muy sutil el cine bélico, optando por prescindir del humor de brocha gorda. Los diálogos ingame suenan como balbuceos sin sentido que acompañan a los bocadillos de texto, y aunque podemos darles fin con un par de tiros, es mejor dejarles unos segundos más con vida para leer los absurdos monólogos de los soldados enemigos.

Harboiled es especialista en dos campos: las armas y el vuelo con jet-packs. La mayoría de fases se desarrollan como un shooter 2D con un curioso efecto de escorzo en los escenarios: en lugar de ser completamente bidimensional, se giran ligeramente los fondos para dar sensación de profundidad. Los jet-packs, por su parte, se reducen a tres de los quince capítulos, donde pasaremos a un shoot'em up poco complejo pero con cierta dificultad.

Los tiroteos suelen ser rápidos y contundentes. Los pingüinos que van solos son carne de cañón, ya que mientras estemos disparando el enemigo permanece en el aire hasta que muere, pero en grupo debemos mantener a todos los enemigos ocupados para no ser nosotros los que no podemos ni levantarnos. Juega en nuestra contra que la munición es limitada y utiliza el mismo medidor en todas las armas. Siendo los golpes cuerpo a cuerpo bastante ineficientes (apenas sirven para levantar al enemigo del suelo) hay que usarla racionalmente. Contamos también con granadas de fuego de gran poder destructor pero muy lentas a la hora de apuntar y, por último, granadas de control mental.

Las granadas de control mental pueden servirnos para un doble propósito: limpiar una zona de enemigos sin arriesgar nuestro pellejo o resolver puzles, que en su mayoría son de apilar cajas o activar palancas. Con los pingüinos que controlemos pasaremos desapercibidos hasta que empecemos a disparar, momento en que todo el mundo empezará a ser hostil. Una vez terminemos, el pingüino se suicidará dejándonos vía libre.

Hablo de los enemigos de forma genérica, pero existen 6 clases de pingüinos, que van desde la carnaza de los primeros niveles a antidisturbios con escudos, soldados de élite con mejores armas y coraza o enemigos con bazookas. La mayoría tiene tácticas más o menos útiles para eliminarles, pero lo divertido es cuando comienzan a mandarnos oleadas con distintos tipos y tenemos que aprender a sacar el máximo provecho de todos los movimientos de Hardboiled para salir con vida.

Rocketbirds no tiene demasiada profundidad. Las armas no se pueden mejorar y en general solo emplearemos la que consideremos nuestra favorita, que tiende a ser la ametralladora o la escopeta. Los enemigos no tienen una IA especialmente elevada y cambiar de arma a mitad de combate no nos dará mucha ventaja táctica, eso sin contar con la ausencia de mecánicas que se han puesto de moda en el género, como las ejecuciones silenciosas. En un primer momento parece que esto vaya a jugar en su contra, pero tras un par de horas de juego comprobamos que sucede justo lo contrario. Rocketbirds es un arcade puro; no hay más que tiros y algún que otro puzle ocasional para no cargar demasiado al jugador, pero todo ello dotado de una simpleza demoledora que atrapa desde el primer momento.

Completar el juego no requiere más de 5-6 horas tirando por lo alto y al contrario de lo que viene siendo tendencia en el género, no es especialmente difícil. Para alargar un poco la vida del juego podemos buscar los tres smileys de cada capítulo, hasta llegar a 45 para conseguir el cuchillo, única arma cuerpo a cuerpo del juego. No solo están en lugares escondidos: hasta que no encontremos el primero no se desbloquearan el resto, y eso puede obligarnos a hacer backtracking.

La curva de dificultad se mantiene casi plana durante los 10 primeros capítulos, momento en que despega con bastante velocidad hasta llegar al jefe final. Rocketbirds premia al jugador hábil pero no penaliza al iniciado, y ninguna de las veces que me han matado (que han sido unas cuantas) he sentido que fuera "injusta". Dado que se han colocado puntos de control cada muy poco tiempo, nunca perdemos demasiado progreso.

Sobre los niveles de vuelo no hay mucho que remarcar. Nos atacarán dos tipos de enemigos: infantería ligera que nos perseguirá con ametralladoras y lanzamisiles, que nos obligarán a estar siempre en movimiento para no ser alcanzados. Lo cierto es que podrían estar más inspiradas, pero sirven como puntos de inflexión en los escenarios y dan descanso a una mecánica que de otro modo sería repetitiva.

El modo cooperativo nos presenta los 10 niveles originales con pequeños cambios, principalmente puzles con pulsadores que nos obligarán a movernos por separado. Como curiosidad, existe la posibilidad de cargar con el otro personaje a hombros, así que es perfectamente posible pasárselo en solitario sin demasiadas complicaciones.

New World Revolution, una banda indie estadounidense, es la encargada de amenizar las escenas y los momentos más intensos. Con temas como este o este otro os podéis hacer una idea del estilo de la banda, que en el contexto del juego gana mucha fuerza. El problema es precisamente es cuando no aparece por ningún lado. Muchas de las fases se desarrollan en un silencio absoluto, sin un triste hilo musical que acompañe a los SFX. En pleno tiroteo puede pasar desapercibido, pero no en los últimos puzles, que nos obligarán a ir de un lado para otro moviendo cajas.

Rocketbirds: Hardboiled Chicken no supone ningún avance en su género, pero sí ha refinado la fórmula de tal manera que se puede pasar por alto sin ningún problema. Su mayor baza es brindar media docena de horas de diversión pura y dura, con unos planteamientos tan sencillos como probadamente efectivos. Con juegos así es como uno disfruta ponerse pegando tiros de forma descerebrada sin remordimientos.

7 / 10

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