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StarCraft II: Wings of Liberty

El ajedrez del siglo XXI.

En StarCraft no hay diferentes modos multijugador, todo se reduce a matarse los unos a los otros. Ahora bien, las posibilidades de personalización de las partidas son muy amplias y van desde un rápido 1vs1 hasta lo que puede convertirse en un 4vs4 eternamente épico. Por equipos, contra la máquina para practicar con sus niveles diferentes de dificultad, etc. Y si a todo esto le sumamos el Galaxy Editor que nos permite crear nuestros propios niveles imaginaros la gran cantidad de posibilidades que se abren.

Y todo ello, sin hablar de otro aspecto importante del que todavía no he comentado nada, y me refiero al apartado visual y sonoro. Mucho se ha comentado a este respecto sobre el hecho de que gráficamente no está a la altura de otros juegos del género actuales, pongamos por ejemplo el ese prodigio llamado Empire: Total War. En cualquier caso, personalmente creo que por mucho que se diga StarCraft II es intocable en su factura técnica, y todo ello gracias a un trabajo de diseño artístico que raya lo sublime y que podríamos conectar con lo de la presentación que comentaba al inicio de este artículo. Realmente se nota que hay un gran trabajo de fondo detrás del juego aunque luego nos quedemos con lo único que se ve en pantalla. Destaca por ser un juego colorista, pero esta es una decisión que más bien está relacionada con la propia jugabilidad, ya que aquí lo importante es no perder a nuestras tropas de vista, más que quedarse embobado mirando lo efectos del agua o un árbol. Por otro lado, es digno de elogio el excelente trabajo de optimización para que el juego funcione fluido en equipos algo antiguos y permita gran nivel de detalle en aquellos que van más sobrados.

Por su parte, la banda sonora también es de un gran nivel. Compuesta por cuatro compositores, acompaña a la perfección las partidas y enfatiza determinados momentos con ritmos más o menos acelerados. Durante las secuencias subraya el componente emocional de las escenas y finalmente, durante nuestras visitas a la cantina nos sorprende con clasicos del rock americano en el que oiremos las voces de –atención– algunos de los máximos responsables del juego.

Estoy seguro de que estos mismos responsables de StarCraft II, gente como Dustin Browder, Samwise Didier, Rob Pardo, Frank Pearce o Chris Metzen son conscientes de que a pesar del excelente juego que acaban de sacar al mercado tampoco pueden vanagloriarse de haber contribuido a que el género de los RTS avance y de un paso adelante como si consiguieron con sus primeras titulos. Este es el principal lastre de un juego que es excelente pero que precisamente ha tenido que pagar la falta de innovación como precio para llegar a ese nivel.

No lo tenían nada fácil. El primer StarCraft fue todo un fenómeno social que agitó con una fuerza pocas veces vista las aguas de los llamados E-Sports. Doce años después Blizzard no ha visto la necesidad de cambiar aquella mecánica. La misma supremacía de la que hablábamos al principio y la importancia de las raices del título original son a la vez el derecho y el motivo que Blizzard ha tenido para presentar un producto que no hace evolucionar el género en casi ningún aspecto, pero que sin embargo es uno de los títulos más pulidos y perfectos que ha dado esta generación. El mayor logro de StarCraft II es invisible y se encuentra en ese balance perfecto que consigue que hasta perder una y otra vez las batallas sea divertido. Esta es la clave de un título que bien podría considerarse como el ajedrez del siglo XXI.

9 / 10

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