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Las Desventuras de P.B. Winterbottom

Paradojas temporales con sentido del humor.

Resulta desconcertante que el protagonista cuente con un paraguas que se abre para evitar caídas imprevistas y que el juego no lo haya sabido aprovechar para incluir momentos de plataformas. Hubiese sido interesante alternar una dosis de puzles con algún que otro asalto a una pastelería o una huida vertiginosa. Asimismo, mientras que el carácter cómico de los subtítulos se ha pulido al máximo, no se puede decir lo mismo de su funcionalidad. No hubiera estado de más incluir la opción de ofrecer pistas para los jugadores casuales o simplemente para aquellos que no tienen ganas de pensar en abstracto.

P.B. Winterbottom podrá hurtar todos los pasteles que quiera, pero quien acabará robando la atención de los jugadores será su presentación visual. The Odd Gentlemen se ha inspirado en el estilo del escritor/ilustrador Edward Gorey para crear su propia versión de la década de los años 20, muy cercana al cine mudo en blanco y negro; por ejemplo, cualquiera que vea al pérfido protagonista con su sombrero y su bigotillo lo asociará inmediatamente a una muchachuela atada a las vías del tren. ¡Diantres!, no sería para nada extraño avistar a Charlie Chaplin o a Buster Keaton merodeando por las esquinas.

¡Malditas copias! ¿Cómo se atreven a rebelarse contra su amo? Menos pactos sindicalistas y más acción coercitiva, Winterbottom.

Por otra parte, la banda sonora contiene un punto retorcido que podría convertirla en la hija ilegitima de Danny Elfman y los añejos Keystone Cops. En este sentido, el título contiene ciertas reminiscencias a las obras literarias de Tim Burton; véase sus moralinas del tres al cuarto, más sarcásticas que didácticas, o las burdas rimas que se van hilvanando con demasiada rapidez –estilo que recuerda al recopilatorio La melancólica muerte del niño ostra. El cóctel resultante de combinar estilos tan contradictorios demuestra una vez más que el panorama indie es la única vía de escape para distanciarse de la sobresaturación actual de marines, elfos y zombis.

Las desventuras de P.B. Winterbottom toma la complejidad de la paradoja temporal y la condena a servir para un propósito tan irrisorio como adictivo. "Wintertonto" puede vanagloriarse de haber cometido el crimen perfecto, aunque por el camino se le han caído algunas migajas incriminatorias como su linealidad estricta, la ausencia de buenas dosis de plataformas, o una exigencia abstracta que no estará al alcance de todos. Unos míseros 800 puntos a cambio de una experiencia corta pero divertida son la guinda de una ingente cantidad de pasteles que aguardan pacientemente en el alféizar del Bazar.

P.D.: Siguiendo las lecciones capitalistas extraídas de los subtítulos del juego, el autor del presente artículo aprovecha la ocasión para alquilar el espacio sobrante a una pareja o a un soltero con demasiada vida social.

8 / 10

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