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The Saboteur

Dándole color a la guerra.

Si optamos por lo primero The Saboteur se convierte en una copia —bastante menor— de Assassin’s Creed. Pandemic ha implementado un sistema para escalar edificios muy parecido al del juego de Ubisoft. Desde los tejados podemos hacernos una idea de cómo está el panorama y acercarnos con cuidado a nuestro objetivo, ya sea para liquidarlo o para rescatar a alguien. Eso sí, lo habitual es que tengamos que distraer primero la atención de los alemanes. Podemos hacer explotar algún coche o depósito de petróleo o llamar a nuestros aliados, por ejemplo. Y luego para asesinar a alguien sin hacer ruido podemos imitar a Sam Fisher y acercarnos por detrás y ejecutarlo. O ensarzarnos a puñetazos y patadas mediante un simple sistema de combate al que tendrían que haberle sacado mucho más jugo.

La otra vía es mucho menos diplomática pero mucho más irlandesa. Y también mucho más Mercenaries. Aunque es bastante posible que muramos varias veces, el armarse hasta el cuello e ir en plan Rambo es gratificante y sorprendentemente efectivo.

El problema está en que cuanto más ruido hagas más nazis vendrán, y al final se puede liar una que ni te cuento. Entonces es cuando tienes que huir como una gacela o esconderte donde puedas. Y ahí se hace muy evidente uno de los fallos más determinantes de Saboteur. Si sales un momentillo del campo de visión de los malos estos dejan de buscarte. Ya puedes haber matado al mismísimo Führer, que eso ya no irá con ellos. Cuando a un juego se le ve tanto el truco el jugador suele alejarse bastante de lo que está pasando, y eso es precisamente lo que nos ha pasado con Saboteur. Que piensas más en cómo timarlo que en hacer las cosas de forma creativa o épica.

Algo que sin duda distrae bastante de esta poco agradable sensación es el estilo gráfico. La elección de Pandemic es genial; juega con los colores y el contraste para transmitir opresión o alegría. Las zonas ocupadas son en blanco y negro y sólo destaca el rojo de las esvásticas y de la sangre. Cuando tu y tus amigos liberáis algún barrio le devolvéis, además de la esperanza, el color. La gente os reconoce, es amable y os ayuda, la presión policial baja muchísimo y sientes que has estado luchando por algo.

Es bastante divertido robar los coches de época. La variedad no es muy amplia, pero tampoco está mal.

Los gráficos, por lo demás, no están mal, pero tampoco juegan en la Champions. A su favor tienen que el escenario es tremendamente agradecido. Paris en guerra, nazis, zeppelins… y una banda sonora que acompaña a la perfección con blues, jazz y tristes baladas de media noche. Eso se vende solo. Pero las animaciones y los modelados —en especial los de las mujeres de vida alegre, que son algo grimosas— están bastante lejos de lo que a uno le hubiese gustado.

En resumen, The Saboteur es un juego de esos que no te arrepientes de haberlo jugado, y eso ya dice mucho a su favor. La historia está muy bien y hay muchos diálogos tremendamente ingeniosos. Eso sí, todo en inglés, que ni se ha doblado ni subtitulado. La estructura de las misiones es simple pero no llega a cansar y la variedad de lo que tienes que hacer y de cómo tienes que hacerlo está bien equilibrada. Podría haber sido mejor, sin duda, pero también mucho peor. Si queréis darle una oportunidad lo pasaréis bien.

7 / 10

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