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Section 8

Un aterrizaje difícil.

No mucho más divertido resulta disparar a los rivales. Podremos hacerlo con gran precisión gracias a un sistema de fijación de blancos engorroso y, de nuevo, muy lento o de manera completamente aleatoria a pulso, puesto que la fiabilidad en los movimientos es casi nula. Hemos probado con casi cualquier calibración de la sensibilidad del mando y, simplemente, el sistema de apuntado es malo. Con el tiempo uno se acostumbra y puede corregir las imprecisiones, pero disparar contra cualquier cosa que esté a una distancia superior a los diez metros nos hará revivir nuestros tiempos de intentar impresionar a las chicas en la feria del pueblo con una escopeta de balines trucada. A esto se suma la total falta de equilibrio en la cantidad de impactos que hacen falta para tumbar a cada blanco, la física inefable de las granadas o el sistema de salud recargable combinado con la curación por partes: todo esto contribuye a generar una inercia por la cual el jugador siente que, a la vez que le está llevando más tiempo del razonable avanzar, la muerte es algo lejano y casi imposible; una combinación, en suma, que difumina por completo el interés y la tensión.

Afortunadamente, si éste es nuestro deseo, podemos avanzar sin tener que disparar demasiado, porque la inteligencia de los enemigos es tirando a pobre y nada costará menos que rodear sus posiciones muy poco defendidas y escabullirse para, otra vez más, sabotear un terminal, hacernos con algún suministro o reventar una fuente de energía, con lo que se activará un punto de control y aparecerá nuestro siguiente objetivo. Nuestros compañeros, aunque esté feo hablar mal de los conocidos a sus espaldas, tampoco es que sean futuros ganadores de la medalla Fields de matemáticas: tratarán de ayudarnos en la medida de de sus posibilidades, incluso curando nuestras heridas a pesar de estar recibiendo fuego como si fuesen salchichas; un gesto loable pero algo tonto digno, como casi todo en Section 8, de un juego de hace diez años o de uno (y eso nos tememos) a medio terminar.

En resumidas cuentas, si Section 8 constase únicamente de su campaña para un jugador, sería un título completa y totalmente olvidable. Pero no todo es dolor en este disco de doce centímetros de diámetro, puesto que Section 8 redime buena parte de sus carencias en el multiplayer. No, desde luego, las técnicas, puesto que el framerate petardea lamentablemente cuando el motor se ve algo forzado y las texturas, los modelados y la iluminación siguen siendo muy discretos. Tampoco las de diseño artístico, genérico como el que más, ni las relativas al sonido: repetitivo y sin alma ni encanto. Pero la posibilidad de partidas de hasta 32 participantes, la personalización de las clases, los perks y las mejoras para la armadura y los diversos modos de juego excelentemente enlazados, hacen del multi una opción bien razonable.

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Section 8

PS3, Xbox 360, PC

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