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Need for Speed: The Run

Al final de la escapada.

Tenía que pasar, y para nada es mala idea. En los últimos años uno de los géneros que más ha madurado es el de los juegos de conducción arcade: Split/Second, Blur, Burnout, Hot Pursuit, Motorstorm... Con cada uno de ellos se introducían elementos cada vez más locos. Que si edificios que explotan, carreteras que cambian su trazado, catástrofes naturales, persecuciones, disparos y armas, combos, puntos...

Todos ellos tenían siempre algún tipo de historia. Y contar una que sea buena sólo con un coche es difícil. En Black Box se han preguntado qué pasaría si en vez de enseñarte cinemáticas aburridas en las que dejas el mando en la mesa y miras sin hacer nada pusiesen pequeñas secuencias en las que puedes tomar el control del conductor.

Así, nos cuentan la historia de una huída, de un viaje frenético de costa a costa: de San Francisco a Nueva York. Te persigue la mafia -no sabes por qué- y quieren evitar a toda costa que tu viaje siga adelante. Para ello envían helicópteros, matones, miles de coches y ponen trampas allá donde pueden.

Jack, el protagonista, bajará del vehículo en determinadas situaciones y, mediante quick time events -que son esos momentos en los que tienes que pulsar el botón adecuado en el momento justo- interactuará con el entorno. No serán excesivas, ni tampoco pesadas, y evidentemente una vez hayas completado la historia -o en otros modos- podrás correr por los distintos circuitos sin tener que pasar por ellas. Sinceramente creo que no hay que tener miedo de ellas, porque su función es la misma que la de cualquier cinemática pero mejorado.

Consiguen, sin embargo, ponerle cara al que está detrás del volante, añadir dinamismo y darle un sentido a la destrucción y al caos. Y lo hace bien, porque las escenas de motion capture han sido exhaustivas y han utilizado técnicas que muy pocos contemplan. Por ejemplo las voces, el movimiento y la expresión facial se capturaba a la vez. A parte de Uncharted y Avatar pocos más se han atrevido.

Los gráficos también son de lo más puntero que hemos visto. Miento: de momento están bien, muy resultones, pero tampoco hemos visto nada que nos haya puesto locos. Pero utilizan el motor Frostbite 2, que es el mismo que el de Battlefield 3, y ya nos han demostrado de qué es capaz. Tenemos muchas ganas qué puede ofrecer en un título así.

La conducción, por descontado, no puede ser más arcade. Cada coche se conduce intentando reproducir el peso y la sensación de su modelo real, pero no es un simulador. De hecho es tan arcade que en el tramo que probamos pasamos por barricadas, nos disparó un helicóptero, nos embistieron, caímos por un barranco y circulamos por una ciudad llena de gente ajena a nuestra escapada.

Esas partes quizás estén algo faltas de chicha, pero es demasiado pronto para avanzarse a los acontecimientos. Tampoco sabemos si tendremos armas o si habrá destrucción dinámica del entorno como en Motorstorm.

Lo que sí que sabemos es que seguirán apostando a muerte por el Autolog, la red social de conducción de EA, y no solo en el multijugador. Contaron poco, pero. En el modo campaña veremos cómo van nuestros amigos y cuántos kilómetros les quedan para llegar a Nueva York. De esta forma no sólo competimos contra la IA: hay que ser más rápido que el viento para superarlos.

Need for Speed: The Run ha sido una de las sorpresas más agradables de la feria. Nos encanta su planteamiento, y esa moda que hay en EA por poner historias decentes en donde nunca las había habido, pero es pronto para saber si será tan bueno en el asfalto como Hot Pursuit. De momento no le sacaremos el ojo de encima.

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