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Análisis de NBA 2K19

De la petanca no se puede vivir.

Excesivamente cómodo en su reino, NBA 2K19 aguanta el tipo ante los recién llegados pero muestra cansancio a quienes ya estábamos aquí.

"Tenemos que hablar" es una frase que nuestro inconsciente asocia inmediatamente a algo malo. Puede que sea por su excesivo uso en sitcoms y series de televisión nacionales e internacionales, donde suele ir acompañada de una locución que suena algo así como "uuuuuuh" y que vendría a traducirse como "la que se va a liar". El caso es que sea por eso, sea porque hemos decidido incorporarla a modo de comodín para desarrollar nuestras preocupaciones, miedos y problemas con respecto a las personas que queremos o que nos rodean, este conjunto de palabras es capaz de sintetizar bajo su apariencia inofensiva un sinfín de cosas negativas cuyo despliegue trae posibilidades de cambio, aunque también suele acarrear un cierto temor a lo irremediable de la situación.

NBA 2K19...tenemos que hablar.

Aclaro que esta conversación solo es posible para alguien que, como yo, lleva años cultivando una relación - quiero creer que profunda - con la franquicia deportiva más incontestable de todas las que habitan este medio. Y lo aclaro porque precisamente esta es una entrega particularmente buena para los recién llegados, al menos en lo que a contenido se refiere. Atrás quedan los años en que aquellos que preferían dedicar tiempo a los modos offline se encontraban con opciones más o menos limitadas y tenían que acabar jugando al modo online para compensar lo poco atractivo de los modos de un jugador o, peor aún, la escasez de monedas con las que avanzar. 2K ha hecho un esfuerzo muy consciente por recompensar al jugador, ya sea mediante preguntas de trivial constantes o soltando un poco la mano en los modos diseñados para ello; y además de eso ha incluido en el producto final numerosas variaciones para los enfrentamientos, ya sea jugando al baloncesto callejero tres para tres en el modo Mi Equipo o haciendo hincapié en El Barrio, punto de encuentro tanto para los que desean jugar pachangas o partidos muy en serio contra otros jugadores online como para los que desean entrenar a su jugador, probar jugadas y/o movimientos y convertirse en súper estrellas lo antes posible.

También sobre la pista se ven algunas mejoras, aunque estas requieren de un ojo un poco más clínico que las anteriores. La des más destacadas, las que son fácilmente asimilables para todo el mundo, son las que cuentan con una representación visual clara. Así, todos los tiros/bandejas/ganchos cuentan ahora con un medidor de potencia y un cartel señalando tanto nuestro timing como lo encima que teníamos a nuestro defensa; y dejamos de lado las rachas que convertían a nuestro jugador en Michael Jordan sobre patines para abrazar un sistema mucho más ecuánime en el que vemos potenciada tan solo la habilidad más característica y notoria del jugador que estamos controlando; en concreto, la que hemos utilizado más y mejor en minutos anteriores. Señalar también otras mucho más discretas, como las animaciones debajo del aro o ligeros retoques en la inteligencia artificial, que favorecen aún más el realismo del que siempre ha hecho gala, forzándonos a tener siempre muy presente el complejo sistema de botones y la dificultad misma del deporte que representa para encarar la canasta. Este es un aviso para novatos: NBA 2K19 sigue siendo un juego no especialmente benévolo para quienes empiezan desde cero, y hace falta dedicar un esfuerzo medianamente constante a entender la importancia del pick & roll, de los cortes a canasta o de cuándo usar un pase picado y cuándo uno por alto para perseverar contra otras personas o contra la máquina.

El resto de "novedades", si se les puede llamar así, se reparten de manera caprichosa por el mapa, de diseño cuestionable - adiós colaboraciones con artistas y jugadores profesionales capaces de aportar su sello personal, hola menús de Playstation 2 -, que nos recibe al iniciar el juego. Volvemos a encarnar a una joven promesa del baloncesto de trayectoria turbulenta en el modo Mi Carrera, con una colección interesante de estrellas cinematográficas en distintos papeles y sin el ridículo intrínseco de la del año pasado; pero también con un resultado poco destacable, en cuanto a que se nos antoja muy limitada en el tiempo, con cinemáticas excesivamente largas e incapaz de retratar bien ninguna de las vicisitudes a las que se enfrenta cualquier atleta de alto nivel. Peor parado sale el intento de historia del modo Mi GM, que directamente se olvida de secuencias cinematográficas y opta por un formato de visual novel que, además de innecesario, queda hasta cutre por culpa de sus animaciones a medio cocer o sus extensísimos diálogos pobremente escritos, llenos de convencionalismos y estereotipos.

Llega el turno de hablar del elefante en la habitación, y aquí es donde reside el mayor problema de todos. Existe, como decía anteriormente, una intención evidente por parte de Visual Concepts de rectificar los excesos del pasado en lo que se refiere a las microtransacciones. NBA 2K19 es, sin duda, mucho menos exigente en cuanto a gastarnos el dinero para mejorar, pudiendo realizar actuaciones competentes y disfrutar de una cantidad razonable de contenido sin tener que invertir por ello ni un euro más del coste del juego en sí. Lo verdaderamente preocupante no es eso, sino cómo dicha economía ha acabado por invadir todo el ecosistema del juego, hasta el punto en que es imposible ignorar los -en ocasiones literales- gigantescos carteles de neón que nos recuerdan lo fácil que sería nuestra vida de gastarnos unas perrillas en acelerar el proceso. Viví una de las imágenes más dantescas que recuerdo en un videojuego cuando, hace unos días, observé a más de una veintena de personas rondando una ruleta con premios diarios para poder hacer una tirada y verse recompensados sin tener que tirar de tarjeta de crédito. Son mecánicas de free-to-play insertadas en un juego de precio completo, desde el "pruebe fortuna cada 24 horas para obtener una ventaja" a la cantidad ingente de publicidad de marcas y/o franquicias que invade todos los espacios; y eso sin entrar en lo moralmente cuestionable de intentar adivinar el ganador en partidos reales de la NBA una vez empiece la temporada regular para sacarse un extra o la presencia de cajeros desde los que canjear nuestro dinero por moneda virtual.

¿Quiere decir esto que es un mal juego? No exactamente. Insisto en la idea de que pocos han llegado a representar de manera tan fiel un deporte, obliterando en el proceso a la competencia hasta el punto de vivir largos periodos sin oposición. Pero si ya era difícil disociar la parte "jugable" de la"empresarial", que las VCs se hayan convertido en un elemento omnipresente tanto en los modos diseñados para ello, véase Mi Equipo, como en aquellos cuya diversión debería depender tan solo del tiempo que el jugador decida invertir es uno de esos factores que disminuyen la importancia de todo lo conseguido hasta ahora, de ese genuino interés en transmitir la pasión por una organización cuyos valores van -o se presupone que van- más allá de lo meramente comercial.

Para alguien que se asome por primera vez a la franquicia todo esto no será más que un inconveniente necesario, un peaje a pagar más o menos gustoso al tener que invertir ya un tiempo considerable en memorizar las mecánicas del propio juego. Quienes estén acostumbrados a estas cosas y solo busquen actualizar las plantillas, probar los microscópicos retoques y disfrutar de otro año más de su saga favorita apenas verán razones para saltárselo. Ahora, los que busquen mejoras sustanciales, historias competentes o simplemente vivir su amor por este deporte a través de todos los elementos que lo componen, tangenciales o no, tienen motivos de sobra para reflexionar. Sobre la pista, Visual Concepts ha demostrado saber hacer el mejor juego de baloncesto, pero con tantas distracciones a su alrededor cabe empezarse a preguntar dónde situamos la línea entre lo inofensivo de la ficción y la cruda realidad.

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