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Halo 3: ODST

Perro viejo, nuevos trucos.

Mucho tiempo llevan algunos esperando su Halo 3 ODST, así que salgamos pronto de dudas: desde ya mismo hay que decir que es una perita en dulce, un auténtico regalo -en sentido figurado, lamentablemente, aunque su precio de lanzamiento sea inferior a la media- para todos los fans de la saga. Lo nuevo de Bungie tiene alicientes más que de sobra para cualquiera que se haya sentido alguna vez atraído por el universo jugable y/o argumental de Halo: desde el punto de vista narrativo, asistiremos a una parte de la historia de Halo fundamental y nunca antes visitada. Desde el punto de vista jugable tendremos entre seis y ocho horas de campaña y la perspectiva de un online virtualmente inacabable.

Pero el atractivo de Halo 3 ODST no apela sólo ni exclusivamente a aquellos que tienen sus pads pulidos de matar Grunts, las almohadillas del headset ennegrecidas por inacabables sesiones online en Valhalla o para los que conducir un Warthog es más familiar que ir a la compra. Halo 3 ODST es también una excelente manera de introducirse en una de las franquicias más importantes de la aún corta historia del videojuego. Se trata de un título divertido, con una más que notable factura técnica, brillante en ocasiones y que conserva el aroma de sus predecesores, pero envuelto en una experiencia diferente y peculiar; un juego, en breve, que deja con ganas de más, que reafirmará en sus gustos a los habituales y, seguramente, convertirá a más de un indeciso.

Como hace pensar el rótulo mismo del título, en Halo 3 ODST jugaremos como un Orbital Drop Shock Trooper, es decir, como uno de esos sacrificables trozos de carne que hemos visto en tres ocasiones acompañar al Jefe Maestro. En esta ocasión, el culo de ese trozo de carne (de Lance Corporal, “Rookie”, para ser más exactos) será el nuestro y nos las veremos tiesas para mantenerlo sano y salvo, porque sin armadura Mjolnir, sin súper-agilidad y súper-velocidad, sin la posibilidad de blandir dos armas a la vez y con la necesidad de depender del Medigel para curarnos, lanzarse a por un puñado de Brutes y Hunters no es una idea reconfortante. En Bungie han mostrado una notable habilidad para plantear un tipo de juego completamente diferente cambiando al protagonista. Se acabó el hacerse el John Wayne, saltar por encima de un muro a lo Leroy Jenkins y convertirse inmediatamente en la encarnación misma de la muerte: quien quiera hacer eso en Halo 3 ODST las va a pasar canutas. Las viejas tácticas no valen y sólo queda adaptarse, evolucionar o morir en el intento.

La situación es la siguiente: despiertas perdido en una Nueva Mombasa plagada de Covenant, oscura y hostil. Estás solo, terriblemente solo y la munición escasea. Nadie puede ayudarte, no sabes dónde está tu pelotón; has perdido el contacto durante más de seis horas y sabes que, con toda seguridad, te dan por muerto. Eres un hombre muerto y, como tal, no vales nada. Recuerda tu entrenamiento: busca supervivientes, reúne un pelotón... Si vas a morir, llévate a unos cuantos Covenant contigo. Pero los enemigos encajan los disparos como si fuesen globos de agua y los impactos te llueven cada vez que te asomas desde la cobertura. La noche no se acaba nunca y los restos humeantes y destrozados de lo que hace no mucho era una ciudad llena de vida son lo único que ves, como también restos es lo único que encuentras de tus compañeros a medida que tus pasos y el sistema de guía de Nueva Mombasa te llevan de un lugar desolado al siguiente.

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Halo 3: ODST

Xbox 360

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