El Puño de la Estrella del Norte
Sangre, vísceras y catchphrases molonas.
No hay duda, los japoneses tienen que ponerse burrotes con los juegos del "subgénero" Musou, escuela que fundó Dynasty Warriors (Shin Sangokumusou) y que terminó por ramificarse con mil y una coletillas. Pero burros de verdad. Historia, ambientación oriental, música, distintas mitologías... Esta vez le toca el turno de ceñirse al patrón a toda una obra de culto de principios de los noventa: Hokuto no Ken, El Puño de la Estrella del Norte para los no iniciados. Y si el juego fuera una mierda, que casi es el caso, daría igual, por allí no sería menos estimado ni vendido. Son tan raros... Pero nosotros, tristes occidentales aferrados al dogma del Tío Sam, de vuelta de todo y capaces de hacer que el enésimo juego de tiros reviente las cifras de ventas, nos pasamos el tufillo a la obra original por ahí mismo y nos centramos en lo que importa: exigir un buen juego. Es lo que tiene. Somos así.
You wa shock!
Para entender el contexto del nuevo título de Tecmo - Koei hay que destacar el espíritu simplista que caracteriza la obra postmoderna del mangaka Tetsuo Hara. En ella no hay dilemas, ni dobles sentidos ni ningún tipo de progresión narrativa o pretensión argumental a cualquier nivel. El protagonista, Kenshiro, una Trinidad de iconos de finales de los ochenta (chaqueta de cuero herencia de Max Rockatansky, lenguaje corporal de Bruce Lee y cojones duros como rocas a lo Charles Bronson), es el heredero de un arte marcial capaz de convertir al más pintado en pulpa para papel, el Hokuto Shinken (el Puño Sagrado de la Osa Mayor).
La venganza y el destino le espolearán a vagar por un desierto desolado por la radioactividad tras los pasos de Shin, un bastardo de mucho cuidado heredero del Nanto Seiken, por haberle quitado la novia; en su camino mata punkis malotes y salva aldeanos con clara vocación de presa, hasta dar con su guarida. Cuando llega luchan a muerte y Shin cae derrotado, Kenshiro descubre qué ocurrió con su novia, pone cara de falta de fibra y ya. No hay más, ni redenciones ni moralinas. Ken se encarga de hacer ver que las lágrimas son para los muertos dejando tras de sí un reguero sanguinolento de vísceras y polvo, y la posibilidad de emprender un viaje en pos del "amor" fraternal y la comunión erigida entorno al sacramento del hostión entre hermanos. Hay muerte en el horizonte y hacia allí se dirige la historia.
Como podéis imaginar la ambientación del Puño y sus concesiones al guantazo bajero es un caldo de cultivo excelente para una buena serie de juegos "yo contra el barrio" que sorprendentemente nunca llegaron a aparecer. O por lo menos no como es debido, y mucho menos en occidente. Son legión las títulos que beben directamente del frasco de las esencias del manga de Tetsuo Hara, desde Double Dragon hasta el siempre minusvalorado God Hand, pero muy pocos o ninguno han conseguido estar a la altura, en parte debido a (y paso a citar un texto de Javi Sanchez para Mondo Pixel) la propia condición del protagonista. "Kenshiro es, por definición, invencible [...] Un personaje que, por defecto, debería tener el Modo Dios activado es un coñazo. Con lo que todos, jugadores y creadores, tenemos que rebajar nuestras expectativas para el catálogo de la siguiente entrega. No se engañen: Hokuto no Ken es el ideal de la gramática caponera hipertrofiada, pero su propia condición de manual transgénero hace que ningún juego pueda estar a la altura."
Si tanto es así y el propio personaje supone una traba para el diseño de cualquier juego de hostias basado en él, ¿qué tenemos entre manos?. Veamos.