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Análisis de Disc Room - Pruebas endiabladas en las que cada segundo cuenta

Si erras, lo vuelves a intentar.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Disc Room es desafiante, preciso, ingenioso, violento, breve y está repleto de secretos.

Es difícil negar el buen gusto de Devolver Digital a la hora de escoger con quién asociarse; los créditos de Kitty Calis, Jan Willem Nijman, Terri Vellmann y Doseone, creadores de Disc Room, incluyen algunos de los juegos más interesantes e influyentes de los últimos años (por no decir favoritos, en el caso de Nuclear Throne). Los dos primeros nombres se asociaron junto a Jukio Kallio y Dominik Johann para crear Minit, el simpático juego de 2018 cuyo protagonista moría cada sesenta segundos; aunque el nuevo proyecto no podría estar más alejado en lo visual, el gusto por los puzles y el tiempo límite no se ha perdido en su nuevo trabajo.

Disc Room no pierde ni un minuto exponiendo su premisa: en el año 2089 aparece un misterioso objeto con forma de disco en la órbita de Júpiter, una expedición de científicos entra en su interior para investigar y en cuanto pisamos su interior quedamos atrapados. A partir de ese momento tenemos que progresar por una serie de habitaciones cuadradas repletas de peligros mortales al estilo de la película Cube. Las trampas, eso sí, tienen siempre algo en común: tienen forma de disco. O mejor dicho, de sierra dentada.

Al principio la única acción disponible es desplazar al personaje intentando no terminar con los miembros repartidos por media habitación. Cada sala tiene unos objetivos que nos permiten desbloquear otras estancias, generalmente relacionados con sobrevivir cierto tiempo, aunque en la práctica es tan importante ser hábil como entender cada reto como una especie de puzle; las sierras van mutando a cada paso hasta extremos insospechados y tenemos que aprender a entender la lógica interna de cada sala.

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Pronto ganamos una serie de poderes que nos ayudan a sobrevivir (un dash, ralentizar el tiempo...), pero también nos obligan a tomar decisiones conscientes sobre cómo afrontar cada problema, cuyas soluciones no son siempre igual de evidentes. Incluso si encontramos un poder que parece encajar a la perfección, hay que dominar también la ejecución y retrasar en la medida de lo posible los inevitables errores. El ritmo es infernal: muere rápido y revive deprisa, siendo la parca pantalla de Game Over (no hay mofa ni regodeo en nuestra derrota, tan solo se destaca el último tiempo logrado) lo más parecido a un respiro donde replantear nuestra estrategia.

Disc Room es uno de esos juegos en los que "entrar en la zona" es un requisito casi indispensable para afrontar sus retos más avanzados. Llega un punto en que la cantidad de discos de diferente tipo, tamaño, velocidad y comportamiento en pantalla es sencillamente imposible de gestionar racionalmente y nos tenemos que mover por puro instinto, reiniciando sin parar hasta encontrar la combinación de poderes y estrategias de movimiento que nos permitan aguantar el tiempo necesario. Parte de este equipo logró introducir toda clase de acertijos de un minuto de Minit, pero aquí un minuto parece una eternidad; incluso aguantar 10 segundos puede llegar a convertirse en un obstáculo insalvable. El Modo Difícil que se desbloquea a mitad de la aventura es prueba de ello; unos pocos ajustes a las salas conocidas tiran por tierra nuestras anteriores estrategias y nos obligan a replantear de nuevo cómo podemos sobrevivir a las sierras.

Tiene especial sentido que uno de los elementos principales de la interfaz sea un medidor para saber cuánto han aguantado los desarrolladores y nuestros amigos en esa misma prueba. El primero sirve sobre todo como baremo del progreso y cuál es nuestro potencial para mejorar, pero el segundo puede ser el más divertido; pocos juegos hay que no ganen con una buena tabla de rankings entre amigos y más cuando las diferencias se miden en milésimas de segundo. No me planteaba repetir ciertos niveles hasta que aparecieron un par de compañeros de otros medios en las tablas y apareció el deber de dejar el pabellón bien alto.

Me apetece contar mucho más de Disc Room, pero voy a reprimirme porque sería matar un poco su encanto: es un título breve (en menos de 5 horas se pueden alcanzar los créditos) y repleto de secretos, algunos de los cuáles todavía no he descubierto. Es más, escribo este texto con el convencimiento de que ciertas habitaciones esconden algo de gran entidad, pero no creo que vaya a poder resolver el misterio por mi cuenta. Resultaría además incongruente extenderme demasiado sobre un título que destaca por darle valor a cada milésima de segundo.

Disc Room condensa la creatividad de sus creadores en dosis mínimas, explorando conceptos y subiendo la exigencia en ráfagas reducidas pero explosivas. El tiempo es nuestra medida de progreso y también nuestro mayor rival; siempre hay potencial para aguantar un pelín más y siempre hay amigos dispuestos a demostrarlo en las clasificaciones online. Sabe cuándo parar de expandirse hacia los lados para centrarse en la dificultad y cuándo dejarlo en lo más alto para no alargarse un segundo más de lo que debe.

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