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Contrast

De arañas gigantes y princesas valientes.

Este análisis forma parte de la sección de Game Over.

Contrast es la historia de Didi, una niña de ocho años que, en el París de 1920 y con la inestimable ayuda de su amiga imaginaria Dawn, aspira a recomponer la relación de sus padres resolviendo los problemas que les han llevado a distanciarse. Pero Contrast también nos habla de seres que habitan entre la luz y las tinieblas, y sobre el tiempo, o la carencia del mismo y la falta de medios, los de sus creadores, a la hora de presentar su trabajo. Y así, es imposible no recordar a qué estamos jugando con cada paso, cada salto y puzle que resolvemos. Un compendio de luces y sombras cargado de buenas ideas que constantemente tropieza en el enorme boquete que forma su torpe y apresurada ejecución.

Hay muchas cosas por las que servidor recomendaría Contrast, por las que lo esperaba y lo hacen disfrutable: está bien escrito y su estética caricaturesca con brochazos noir bien gordos y pequeñas pinceladas de vodevil de baratillo, además de contar con la voz de Laura Ellis para las composiciones de Jazz, crean una atmósfera altamente especial; casi íntima. La relación entre Didi y Dawn otorga momentos con alto componente emotivo, bien por la admiración que siente la primera hacia la segunda y sus habilidades de cabalgar entre dos mundos o el sentimiento de protección que se genera a raíz de conocer los motivos que llevan a la pequeña a recorrer las lúgubres y desiertas calles de esta París sacada de la mente de American McGee.

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"Su cámara temblorosa y la acuciante sensación de falta de peso en Dawn, así como un terrible sistema de colisiones, pronto transforman la experiencia en una losa que no todo el mundo está dispuesto a soportar."

Desafortunadamente, todo esto se rompe en mil pedazos cuando intentamos jugar a Contrast. Su cámara temblorosa y la acuciante sensación de falta de peso en Dawn, así como un terrible sistema de colisiones, pronto transforman la experiencia en una losa que no todo el mundo está dispuesto a soportar. Compulsion Games nos propone una aventura de exploración y plataformas con el añadido de rompecabezas tridimensionales -pero de solución bidimensional- que obligan a pensar en diferentes planos y a comprender el espacio físico que ocupamos de forma ágil y rápida. Sin embargo, los acrobáticos movimientos de nuestra elegante cabaretera se antojan imprecisos, toscos y hasta en cierto modo exagerados. Además, la física de plataformas es inconsistente, en el mejor de los casos, y lo que parece sencillo, aquello de pasar de las 3D a las 2D y viceversa con sólo pulsar un botón, se convierte en un ejercicio de ensayo y error y de ver como Dawn estampa sus preciosos leggins a rayas por un fallo técnico y de diseño mientras exhalamos un hálito de frustración.

Y así, mientras la mecánica de cambio entre planos puede recordar eventualmente al reciente The Legend of Zelda: A Link Between Worlds, el comportamiento para con las posibilidades jugables de Contrast evoca ecos de Portal: al entrar a una estancia obvias por completo cuanto te rodea y fijas tu mirada en las paredes, blancas para más señas, intentando adivinar hacia dónde dirigir tu muchimolona pistola de portales. Lamentablemente, todo esto es una comparación cogida con pinzas que cae de plano en términos de, como decía al principio, ejecución.

Contrast jamás encuentra su sitio ni acierta en un término medio, dividiéndose entre momentos de "¡anda, coño!" y "¡ole yo!" cuando conseguimos llevar a cabo esa jugada maestra que andábamos murmurando, y briznas de desilusión cuando un enorme "¿y esto?" nos azota en pleno vuelo. Los hay geniales, como los comprendidos en el acto que transcurre en una feria, ofreciendo los mejores y más pulidos rompecabezas de toda la aventura; y los hay endemoniadamente rebuscados, en los que correr y saltar y activar todo aquello que parece funcionar hasta que por fortuna damos con lo que realmente funciona nos quita las ganas de vivir.

Y, créanme, la mayor tara del conjunto no es ésta, qué va: Contrast pasa la mayor parte de su tiempo introduciéndote en su descorazonadora e igualmente bella atmósfera, presentándote a sus gentes de mal vivir e intentando mostrar lo divertido que es esto de luchar contra un kraken desde las sombras, pero luego se olvida que todo debe cohesionar en algún momento y. antes de ponerse siquiera a intentarlo, todo termina con deplorable prontitud. Como mi vida sexual.

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