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Assassin's Creed II

Superando en todo al original.

Expectación. Es el nuevo motor de la industria del videojuego moderno.

Quizás sean tiempos de crisis en los que las producciones megalómanas han fagocitado el talento de los artistas, como haya pasado en otros medios audiovisuales como la música y el cine. No se ha hecho inhabitual ver sucumbir títulos ante las desmesuradas voces que lo precedían y encumbraban de antemano y, este que nos ocupa, tiene que luchar contra la desilusión que supuso el primero. Un éxito de ventas, una proeza técnica, pero un fracaso a nivel de desarrollo y, por encima de todo, de diversión. Cosa por lo que empezaron los videojuegos estos.

Lo primero que tengo que admitir es que el juego me ha entusiasmado. Se me hace inmensamente más juego que el anterior. Reduce aquél a un chusco storyboard sin vida, a una demo técnica de duración absurda, a una base sólida para desarrollar una saga, pero sin la carne que lo animara como a este que nos acecha.

Jumping the shark

La introducción nos presenta a una Lucy ensangrentada que urge a Desmond a huir de las instalaciones de Abstergo, la malvada compañía regida por los templarios con el fin de dominar el mundo y esos tejemanejes de villanos. Una pasadita rápida por el animus original y ya sabemos que nos meteremos en la piel de Ezio Auditore, un italianito chulesco y canalla del renacimiento florentino.

Lo siguiente es la huída de las instalaciones a base de esconderse de unos guardias y pegar a otros. Pasillos metálicos, instalaciones asépticas, conversaciones a paso ligero y el intento manifiesto de dejar claro que esto ya no es lo de la primera parte. Aunque tampoco evidencia que sea mejor, sólo que está más forzado, como cualquier teleserie española de esas que usurpan a las americanas y confunden ritmo con correr a toda hostia. Tampoco convence la pandilla de hackers rebeldotes y súper enrollados que te mueres que te aguardan en la guarida de los buenos y que serán capaces de comunicarse contigo una vez dentro del juego. Quizás todavía queda para que buenas historias y mejores guiones se hagan habituales en los videojuegos, pero aplacemos ese debate para otro día, que ya estamos dentro del nuevo animus y la cosa pinta bien.

Desde el primer momento queda claro que este segundo capítulo se va a centrar más en el personaje principal de lo que lo hizo el original, en el que Altair era poco menos que un eficiente robot con cierta selección de frases de malote a elegir. Primeramente pondremos a prueba los puños de este nuevo chaval a la vez que las mandíbulas de los pobres miembros de la familia rival. Conocemos a su hermano mayor que nos irá guiando en nuestros primeros pasos, sus libertinas aficiones y preferencias por la casa de los padres de ella y al resto de la familia Auditore. De una traición que acaba con todos los varones colgados en la plaza mayor nace la necesidad de Ezio de enfundarse en el traje de asesino familiar.