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World of Warcraft: Cataclysm

Arrasando todo a su paso.

Una serie de inusuales y continuos terremotos han asolado Azeroth. No han sido más que el preludio al advenimiento de un antiguo mal que ha conseguido librarse de sus cadenas. Alamuerte, anteriormente conocido como Neltharion y actualmente con el título de Aspecto de la muerte, ha escapado de Infralar, el Reino de la Tierra, donde estaba recuperándose de sus heridas tras la batalla de Grim Batol. Debido a su monumental huida a través de la Vorágine hacia el mundo en el que fue derrotado, un gran cataclismo ha afectado a toda su faz, redefiniéndola de nuevo, y con el mayor mal que ha visto jamás... libre.

Ése es el argumento de la nueva expansión de World of Warcraft, el título de Blizzard que destaca como líder de los MMOs en todo el mundo. En ella, encontramos dos nuevas razas jugables, los goblins de Kezan y los huargen de Gilneas, y a diferencia de las dos expansiones anteriores, no hay un nuevo continente en el que los aventureros vayan a buscar a un villano, sino que es el villano el que campa a sus anchas por el mundo. Eso, junto con el aumento de nivel de sólo 5 niveles, hacen que ésta sea la expansión más extraña que Blizzard ha sacado para su preciado WoW, pero a su vez hace que quede mucho más integrada en el mundo que las anteriores.

En este caso, Cataclysm sirve menos como innovación respecto a sus antecesoras que como consolidación de un largo proceso de evolución del producto. Sólo hay que comparar cómo era el juego cuando salió y cómo es ahora. Se nota que sus desarrolladores han escuchado las opiniones y quejas de los usuarios. Han eliminado esos puntos que hacen que la experiencia de juego sea más monótona y han añadido muchos extras que facilitan el acceso al juego a todo el mundo.

Con el nuevo mundo, también llegan nuevas combinaciones de raza y clase, como los druidas trols.

El hecho más perceptible de esta filosofía es el cambio del mundo original. Sólo una compañía como Blizzard es capaz de destruir su bien más rentable para volver a rehacerlo tal y como la mayoría de jugadores pedían. La verdad, no sé si buscando una excusa para rehacer el mundo salió la historia de Alamuerte y la justificación para la expansión, o si realmente ya era el gran dragón negro el motivo inicial y, de paso, la sorpresa de reconstruir la faz de Azeroth ha llegado gratis. La cuestión es que les ha salido todo redondo para satisfacer ambas cosas.

Pero antes de hablar del contenido de nivel alto, prefiero empezar con lo que los nuevos propietarios de Cataclysm seguramente querrán probar. Las dos nuevas razas, los huargen y los goblins, junto con sus niveles iniciales, no podrían ser más opuestas. Los goblins empiezan en la isla de Kezan, que casi se podría calificar de estética cyberpunk. Nuestro recién creado goblin es un fanfarrón que intenta hacerse un nombre en la sociedad derrochadora y corrupta de Kezan, y casi al estilo GTA, vamos con nuestro hot rod a "cobrar pagos" acompañado de nuestros colegas o a organizar una fiesta privada en nuestra piscina. La llegada de Alamuerte provoca la erupción del volcán central de la isla, por lo que tiene que ser evacuada y, tras unos desafortunados incidentes, naufragaremos en las vírgenes Islas Perdidas. Allí, el grupo superviviente hará lo posible para volver a la civilización, y lo acabará haciendo gracias a la Horda.

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Albert Ambròs

Redactor

Este ingeniero industrial es nuestro experto en juegos de conducción. Albert es de los que solamente te adelantarán por la izquierda y, además, es un gran aficionado a los juegos de rol. ¡Es todo un caballero! En todos los sentidos...
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