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Juegos de Guerra

Los videojuegos tienen todo el derecho a tratar las guerras modernas, pero deben hacerlo con cuidado.

Resulta difícil simpatizar con aquellos que a los pocos días de su anuncio ya están clamando por la prohibición del próximo videojuego de Konami sobre la guerra de Iraq, Six Days in Fallujah. Diarios como el Daily Mail, el cual está liderando esta corriente de opinión, tienen un largo y poco decoroso historial de apoyo a la censura y al autoritarismo a través de reportajes en parte tendenciosos, a menudo completamente ignorantes o simplemente deshonestos, con artículos como el que esta semana nos ha sorprendido sobre este título de Konami.

No es solo el hecho de que el Mail y otros medios estén poniendo el grito en el cielo con la misma actitud que tendría la peor forma de censura, bloquear un evento entero diciendo que "esto está fuera de los límites, y no debe ser retratado" –una auténtica puñalada en el corazón de la libertad de expresión de nuestro medio. Ni tan siquiera es esa fuerte sensación de que la gente citada en el artículo haya sido engañada por los periodistas del Mail, con reacciones basadas en informaciones poco precisas sobre el juego proporcionadas por los que luego escribirían el artículo.

No, lo que más duele de esta situación es el hecho de que se trata de un diario que está intentando decirle a otro medio que la forma en que está tratando estos acontecimientos es insensible. Yo no tengo necesidad de recordarle a los lectores que pasan por delante de un kiosko de camino al trabajo, o que miran cada noche Sky News o la CNN, cuan "sensible" es la cobertura mediática con respecto a la guerra.

¿Lo absurdo? Las secuencias y las fotografías tomadas casi con deleite adolescente de las batallas y de los bombardeos, los titulares impresos en grandes letras acompañados de esloganes como "Chocante y Sobrecogedor" o "Misión Cumplida". En la invasión de Iraq, 24 horas de noticias sin pausa recogiendo cada bomba, todo tipo de información en directo con el cielo de Bagdad teñido de negro y verde como telón de fondo, todo ello llegando a todas las salas de estar de Occidente. Los reporteros no pueden ocultar su regocijo con el ruido de las ametralladoras y las bombas. Esto no son noticias. Esto es pornografía. Porno de guerra, en todas las pantallas de televisión, en todas las portadas con estridentes fotografías en color y titulares de tres columnas.

Y las mismas organizaciones, la misma gente que produce estas insensibles avalanchas de sensacionalismo, las que alimentan los instintos básicos de sus espectadores con violencia y carnicerías revestidas como algo sexy, excitantes e inspiradoras –esta misma gente tienen el descaro de ponerse en contra de un videojuego que lo más probable es que no hayan visto en acción, negar con sus cabezas y decir, "¡oh no, esto es terriblemente insensible!".

Ninguno de ellos, por supuesto, dirá que Six Days in Fallujah merece estar libre de crítica –el cual puede, en efecto, ser percibido como insensible para algunos. De todas maneras, no deja de ser un producto de nuestro tiempo – y si nos ponemos a percibir la guerra como un entretenimiento, bien, nos encontramos con que los noticiarios ya han sido los pioneros en capitalizar esta percepción.

Mirando más allá de la asombrosa hipocresía del Daily Mail y de aquellos que le siguen la corriente, de todas maneras, hubo un aspecto de la controversia alrededor de Six Days in Fallujah que me sobresaltó por ser particularmente triste. Me refiero a los comentarios hechos por el vicepresidente de marketing de Konami, Anthony Crouts, cuando habló sobre el juego en el Wall Street Journal. "No estamos intentando hacer un comentario social", comentó al diario. "No somos pro-guerra. No estamos intentando que la gente se sienta incómoda. Lo que queremos es ofrecer una experiencia de juego absorbente. Al fin y al cabo, es solo un juego".