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Primeras impresiones de Townscaper

Ciudades para un pequeño planeta.

Aunque nunca se me dio especialmente bien, una de mis asignaturas favoritas en la carrera de Arquitectura era Urbanismo. Me gustaba sentarme frente al plano y ponerme a trazar líneas que terminaban por configurar todo un ecosistema urbano, tratando de conjugar grandes ideas con la atención al detalle y, sobre todo, imaginando cómo cada cambio podría afectar a la rutina de los habitantes de la zona. A estas alturas parece poco probable que vaya a tener algún día esa responsabilidad sobre mis hombros, pero Townscaper me ha hecho recordar la diversión que hay en el ejercicio de crear ciudades, mucho más que otros títulos de gestión urbanística "serios" como SimCity o Cities: Skylines.

El juego de Oskar Stålberg nos permite diseñar poblaciones simplemente con el clic izquierdo (crear) y el clic derecho (destruir) del ratón. El primer clic construye una plataforma sobre el agua que ejerce de lienzo, el siguiente una vivienda y cada clic sucesivo añade plantas o extensiones hacia los lados. La inmediatez de los controles permite experimentar con facilidad, contemplando en tiempo real como nuestras creaciones reaccionan ante nosotros: las viviendas se unen y se separan, aparecen balcones y miradores, los pájaros acuden a descansar, los vecinos lanzan cuerdas para tender la ropa, complejos entramados metálicos permiten elevar los edificios sobre las aguas...

En apenas cinco minutos puedes contemplar poblaciones vecinas que tienen que pasar por el interior de una vivienda privada para visitarse, monolitos oxigenados por unos balconcillos que permiten la vida comunitaria, delicadas urbes que apenas se posan sobre el agua o barrios que se cierran sobre sus jardines interiores. Como herramienta podría ser útil para crear pequeños bosquejos de ciudades fantásticas para partidas de rol o para dar tridimensionalidad a los lugares de un texto en ciernes, pero en mi experiencia lo más divertido no es tanto el acto de crear con un objetivo claro como el de imaginar qué clase de gente habitaría estos lugares e ir adaptando la morfología urbana para acomodarse a estas ideas.

Townscaper no tiene tutoriales ni objetivos. No tiene un catálogo de elementos desbloqueados ni un recopilatorio de las reglas que permiten la aparición de las construcciones más raras. No facilita la elaboración de construcciones simétricas ni nos permite ajustarnos a una cuadrícula ortogonal. Es como si, de alguna manera, se resistiese a perder su magia y a convertirse en algo demasiado aburrido y predecible. Mi primer intento de replicar un edificio real podría ser considerado un absoluto fracaso, ya que mi villa poco tenía que ver con el Walden 7 que quería imitar, pero lo cierto es que me divertí mucho más explorando las ideas que surgieron de ese experimento fallido que mirando plantas y alzados del edificio de Bofill para tratar de levantar una copia del edificio.

Aunque se ha publicado en Early Access, lo cierto es que no da la sensación de necesitar mucho más contenido. Recibirá nuevas funciones como exportar los modelos o crear GIF (y, como el propio creador ha demostrado, es un juego extremadamente "gifeable"), pero realmente con lo que pone encima de la mesa ya permite levantar ciudades, juguetear con ellas y compartirlas con el mundo. Lo importante, y eso ya lo tiene, es que el propio acto de creación es una delicia: el "pop" el crear un bloque es tan satisfactorio como encajar dos piezas de LEGO.

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