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Análisis de TOEM - Una agradable aventura fotográfica con la que es difícil dejar de sonreír

TOEMocionado.

Eurogamer.es - Recomendado sello
TOEM nos mantiene con una sonrisa en la boca mientras resolvemos puzles con fotografías para ayudar a un colorido grupo de personajes.

Cada día me salta una notificación en el móvil que recupera las fotografías que hice en el mismo día hace varios años y dedico una parte breve de mi día a hacer memoria para convertir esos instantes capturados en un relato que revisitar. No suelo tomar fotografías para enseñarlas, sino pensando en el potencial que tienen para que algo aparentemente estático me devuelva un momento, un lugar o una sensación. Esta capacidad inherente al medio es el motor que mueve el nuevo título de Something We Made.

TOEM es un misterioso fenómeno que nuestro protagonista pretende fotografiar siguiendo los pasos de su abuela. Armados con una cámara y un álbum, tendremos que ir parando por diferentes localizaciones tratando de obtener el billete de autobús que nos permita seguir avanzando en dirección. Este billete no se consigue trabajando para obtener dinero, sino ayudando a los habitantes de cada población; "Ayudar" es un concepto amplio en el que entran toda clase de tareas que podemos resolver con nuestra cámara, desde sacar un retrato favorecedor de una influencer hasta encontrar barcos encallados durante una tormenta aprovechando el zoom.

Estas tareas nunca resultan pesadas por el tono ligero de la aventura: los chistes visuales abundan allá donde miremos (especialmente cuando conseguimos una bocina) y las misiones siempre tienen un tono simpático. Los puzles no suelen ser complejos, pero sí requieren atención a lo que nos pide, al entorno y a veces vestir la ropa adecuada para entrar en ciertos lugares. Si queremos atender a un desfile de moda necesitaremos un pase de prensa, pero quizá la cosa no acabe ahí. En cualquier caso, no hace falta resolver todos para pasar de zona (apenas la mitad), pero es imposible resistirse a hacer lo posible para contentar a todo el mundo que nos lo pide.

Los expresivos personajes que requieren de nuestra asistencia parecen sacados del cuaderno de un niño que se dedica a crear un universo propio probando diferentes estilos para su bestiario. Perros y gatos comparten espacio con esqueletos, monstruos marinos y fantasmas, y de alguna manera se las apaña para dar una identidad única a cada uno de ellos. Las personalidades se dibujan a la perfección con apenas un par de líneas de diálogo y siempre dan ganas de ayudarles; son adorables incluso en los casos en que tienen un toque un poco más oscuro que el resto. Pueden sacarnos una sonrisa simplemente posando cuando ven que les estamos apuntando con la cámara.

TOEM quiere que hablemos con todo el mundo y que nos paremos a disfrutar de cada escenario. Mirar con el objetivo de la cámara es crucial pero también tenemos que estar atentos a lo que sucede cuando nos alejamos; más de un habitante de su universo solo se dejará ver si nos escondemos. Tomar la foto es el primer paso; luego tenemos que volver a la persona adecuada y enseñarle lo que quería ver para apreciar su efecto. Este tipo de pequeñas interacciones van construyendo una vinculación con el mundo que hace que sea duro abandonarlo. Es un juego cortito (un par de horas para los créditos, una tarde para el 100%), pero denso en sorpresas que nos podemos perder si vamos atolondrados en vez de pararnos a empaparnos de cada escenario.

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A ratos uno se siente como si se hubiera trasladado a las páginas de un libro de "¿Dónde está Wally?", pasando de ser observador externo a un agente con posibilidad de cambiar el mundo. Es un matiz más grande de lo que parece, porque genera una enorme implicación emocional; al terminar la aventura lo que tenemos no son círculos a lápiz, sino fotografías que recuerdan las historias de los personajes a los que hemos conocido. Nuestro álbum nos ha servido hasta ese momento para provocar toda clase de reacciones: la imagen adecuada puede emocionar a un anciano que está perdiendo la vista o alegrar a un yeti que busca a alguien tan suave como él. Es un buen recordatorio de que las imágenes no valen de nada por sí mismas; cobran valor cuando nos revuelven algo por dentro.

TOEM es una aventura simpática, amable y agradable que siempre se pone como prioridad sacarnos una sonrisa. Sabe integrar el humor con la observación en sus puzles para que nos sintamos inteligentes mientras nos arranca una carcajada. Es pequeñito y contenido para hacernos sentir que todos los segundos que hemos pasado en su mundo han merecido la pena. Puede parecer un juego sencillo a simple vista, pero no es fácil encajar las piezas de forma tan natural para producir una sensación que solo se puede describir como felicidad. He dejado unas cuantas capturas guardadas en el disco duro de la consola para recuperar esas sensaciones cuando dentro de unos meses me dedique a archivarlas.

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Acerca del autor
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Jaime San Simón

Redactor

Jaime lleva en Eurogamer.es desde los inicios y es nuestro experto en juegos indie. Tú ponle ahí cuatro píxeles hechos con amor y ya le puedes dar megatones hiperpoligonizados, que él, se quedará con lo primero.
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