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Análisis de Ni No Kuni II: El Renacer de un Reino

Ni No Cuqui.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Un sucesor espiritual que selecciona y descarta con acierto para dar forma a un juego tan sencillo y accesible como completo y rotundo.

Si eres como yo, de los que ven un selector de idiomas y automáticamente opta por la versión más original posible, verás que a la hora de realizar cierto juramento el joven Evan, protagonista de Ni no Kuni II, pronuncia esas mismas palabras, como haciendo un guiño autorreferencial y cómplice al título de su propia aventura. Nada más lejos de la verdad, cabe aclarar: la expresión "ni no kuni" nos habla, traducida de manera relativamente fiel, de un "segundo mundo" o una "segunda tierra"; un sitio nuevo y distinto a nuestro hogar primitivo que tenía todo el sentido en el primer juego, con Oliver accediendo a una dimensión fantástica para evadirse de la muerte de su madre, y que concuerda perfectamente con la historia y el tono de esta segunda parte, alejada argumentalmente del primero pero con unas hechuras similares.

Para el Príncipe Evan es, ciertamente, un mundo distinto al que hasta ahora conocía o creía conocer. Traicionado por el más fiel vasallo de su padre y obligado a huir a escondidas de palacio, se enfrenta ahora a una realidad en la que la estabilidad que emanaba de su título ha sido sustituida por la nada más absoluta. Para Roland, su único compañero, la situación es aún más extrema, al verse transportado de nuestro mundo a este escasos momentos antes del golpe de estado y tener que hacer frente a los acontecimientos de manera casi forzosa, pensando únicamente en el bienestar de un infante con orejas felinas al que acaba de conocer.

Es un comienzo bastante atípico para un juego que basa casi todos sus méritos en resultar familiar y accesible. Su primera parte, aún siendo fiel a muchas de las características básicas de los juegos de rol japoneses, también incidía en ese tono desenfadado e infantil que aprovecha para deslizar por debajo temas mucho más trascendentes y serios como la pérdida, la traición o la esperanza; y aunque esta segunda parte es más sucesora espiritual que continuación directa, también deja a lo largo de sus más de treinta horas de historia principal referencias llamativas, por contraste, al racismo, a la vanidad como el camino para la perdición del ser humano o a las responsabilidades que tenemos hacia los demás y hacia nosotros mismos.

Lo de contraste viene porque si algo llama la atención a primera vista es, de nuevo, su acogedora dirección de arte, que sigue pagando dividendos de la colaboración con el Studio Ghibli en el anterior juego de Level-5. El paso a la nueva generación ha resultado ser todo un acierto, con unos escenarios y una calidad en los diseños igualmente admirables pero un mayor detalle tanto en los personajes como en las cinemáticas, terminando de dar empaque a esa apariencia de película de dibujos animados capaz de encandilar hasta al más cínico de entre los cínicos. Ni no Kuni II es, por encima de todo, un juego bonito, hecho para agradar a gente de todas las edades y con una capacidad para resultar cautivador muy superior a la de la mayoría de sus compañeros en el género.

La razón por la que es así, y es algo en lo que se nota que han puesto especial interés, es la importancia que tiene la accesibilidad en todos sus frentes. Su estructura, por buscar un ejemplo comprensible, es similar a la de una muñeca rusa, con distintas capas encerradas una dentro de otra y siguiendo un orden lógico fácilmente perceptible. Es más: aunque hacia el final del juego la cantidad de acciones y posibilidades es más que notable, el comienzo sigue un desarrollo lineal durante unas buenas diez horas, suficientes para ir captando los aspectos más importantes de su sistema de combate -un amalgama de combos, magias, defensa y esquives que le asemeja más a un action RPG o incluso a un hack 'n' slash que a un juego de rol tradicional-, de su gestión de niveles e inventario -números, números y más números; nada que no hayamos visto antes- y de su historia, o al menos de cuáles son las reglas básicas de este nuevo mundo que se abre ante nosotros.

A partir de ese momento el juego hace un quiebro llamativo, por calificarlo de alguna manera, y empieza a introducir elementos como si no hubiera un mañana. Lo que en ocasiones es una receta para el desastre aquí llega a convivir con cierta naturalidad, alternándose las distintas misiones tanto principales como secundarias entre la típica recolección de objetos, un sistema de gestión de recursos y ciudades similar al de los simuladores para dispositivos móviles, batallas entre ejércitos en tiempo real o mecánicas de puzle; entre otros. Capas, por volver al símil anterior, que se añaden progresivamente y se mezclan entre sí, sin llegar a ser en ningún caso agobiantes.

Esto sonará estúpido, por obvio, pero el único mérito que hace para conseguirlo -y ya podrían aprender otros- es tratar al jugador con respeto y no hacerle perder el tiempo. Sí, podemos dedicarnos a subir niveles por el extenso mundo abierto a nuestra disposición, pero una vez hayamos superado ciertas zonas el combate es opcional y apenas nos hará falta hacer desembolsos fuertes de horas para avanzar en la historia principal. Lo mismo a la hora de gestionar nuestro territorio: invertir recursos en los edificios o reclutar a gente nos dará ventajas, como mejorar a las criaturas conocidas como "fofis" -similares a los "únimos" del primero- que nos acompañan en los combates para darnos habilidades extra o fabricar equipamiento, pero sigue siendo una acción opcional que no desvía nuestra atención de lo verdaderamente importante más de lo que nosotros queramos. Este es sin duda el mayor acierto de Ni No Kuni II, y en el que se nota que han aprendido de sus errores pasados: si en el anterior el combate terminaba haciéndose cargante, por repetitivo y simplón; o la historia se alargaba en exceso durante su segunda mitad, aquí la cosa se equilibra para que sea más cuestión de variedad y contenido que de paciencia y dedicación.

No todo es perfecto, desde luego. El argumento, sin ir más lejos, sufre algunos cortes intermitentes de ritmo al tener que dejar de lado lo que se nos está contando para explicarnos todas las adiciones anteriormente referenciadas. También se le podría achacar ser demasiado sencillo, que no simple, y exigirle un poco más a la hora de plantear retos o diseñar misiones, por no acabar con la ya clásica sensación de ser un recadero. Incluso podría decirse del sistema de combate que, salvo cuando toca enfrentarse a un jefe final -donde sí se requiere un poco más de estrategia-, el resto de choques son un machacabotones de primerísima categoría.

Poco importa, en realidad: Level-5 ha creado un juego increíblemente especial, lleno de personajes carismáticos a los que es difícil no cogerles cariño -Chumbo, la deidad protectora que nos acompaña en nuestra aventura y a la que hemos podido ver como punta de lanza de la campaña promocional, es por méritos propios uno de los mejores personajes de este año- y en el que todo está tan medido que hasta aspectos más secundarios como la traducción brillan con luz propia. Ni no Kuni II consigue que las piezas encajen, que ese mundo secundario al que hace referencia el título esté más vivo que nunca y que se sienta, pese a no poder ser más diferente al nuestro, como un nuevo hogar.

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Diego Pazos

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Licenciado en Historia por vocación, gallego de profesión. Le gusta el punk-rock, el post-rock y el whisky on-the-rocks. Sus chistes malos son solo suyos y no representan la opinión de la empresa. Puedes seguirlo en Twitter: @yipee182.

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