Análisis doble: New Play Control! Pikmin 1 y 2

Visualmente ambos títulos son brillantes, por motivos muy diversos. Por un lado se trata de uno de los primeros intentos de fotorealismo en el videojuego, mucho antes de los tráilers en ultra-HD de Mass Effect, Half-Life 2 o Crysis. Pikmin, con sus filtros de resplandor difuso y suaves luces estáticas, combatía sabiamente la falta de potencia de GC para generar texturas en alta resolución y creaba algunos niveles cargados de color y energía sin renunciar a dientes de león o amapolas como principal estructura arquitectónica. La mezcla entre naturaleza salvaje y diseño naïf propio de los dibujos infantiles (la dirección artística general de Pikmin está inspirada en los programas de animación que Miyamoto veía con sus hijos cuando aún no habían cumplido los dos años) alejó radicalmente a Pikmin de cualquier comparación con un Comand & Conquer al uso y creo un universo propio e inimitable.

Aunque la mecánica es prácticamente la misma en las dos entregas, existen grandes diferencias, especialmente de perspectiva y ambición. En Pikmin podíamos llevar tres especies diferentes de plantas, lo que nos obligaba a ser cautos con el número de unidades y conocer muy bien el terreno (en ambas entregas tenemos un máximo de 100 Pikmin en pantalla). Eliminar a los enemigos y avanzar con paso firme es esencial, ya que una vez llegada la noche deberemos regresar a la nave o perderemos el progreso.

En el primer Pikmin, con la amenaza temporal continua sobre nuestras cabezas (con el peligro de que una mala gestión pudiera tirar por tierra 9 horas de partida), obligaba a jugar con una presión que en su momento incomodó, pero con el tiempo supimos aceptar como un reto casi arcade. La secuela iba mucho más allá: muchos más niveles que explorar, objetos y enemigos finales, pero ante todo, una gran riqueza de nuevas situaciones y retos para el jugador, despreocupado ya de la presión temporal.

Pikmin 2 estaba mucho más enfocado hacia la experimentación y nuestras investigaciones como exploradores. Se añadían dos nuevas razas de Pikmin a la trinidad rojo-azul-amarillo, dos especies “mutadas”, unidades blancas a las cuales no les afecta el veneno y morados, más fuertes y pesados. En esta secuela se encuentran escenarios más vastos, una duración casi seis veces superior al original y todo lo que debería ser una super-secuela; la evolución natural del título original.

En el caso de Pikmin y Pikmin 2, ambas entregas consiguen co-existir sin pisarse la una a la otra. La primera funciona como el título rompedor y extravagante que Nintendo necesitaba en el 2002 y la segunda parte el asentamiento de una franquicia que, contra todo pronóstico (género, plataforma minoritaria, aspecto), consiguió volverse millonaria.

La adaptación a Wii en sí misma no aporta grandes novedades para el jugador fanático de las entregas originales, más allá de una re-adaptación de la resolución y la oportunidad de grabar partidas de forma independiente cada día en la primera parte (segundas oportunidades al jugador nunca sobran, porque Pikmin es un infierno). El control de Wii, excusa omnipresente para esta edición, no supone un giro radical como puede suponer con Donkey Kong Jungle Beat (…) o en el más acertado Mario Power Tennis, si no una adaptación natural e intuitiva: el puntero es mucho más rápido y preciso, la utilización del nunchuck para manejar a Olimar más representativa (ya que el va “aparte” del ejército Pikmin) y una introducción idónea para suponer por dónde irán los tiros en la inminente tercera entrega.