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Análisis de Necropolis

El Dark Souls de... no, espera, empiezo otra vez.

Necropolis tiene carácter e ideas. Su estilo es cómodo e invita a seguir, pero a largo plazo su simplicidad acaba limitando su potencial.

Oh, valiente aventurera. Has viajado más allá del vasto desierto hasta llegar a la Necrópolis, capital del poderoso Abraxis, señor de los espejos. Soy la Cara Descarada, y te encomiendo una misión: debes adentrarte en sus profundidades en busca del amuleto de Sioul y traérmelo. A ver, que te digo todo esto porque, si no lo encuentras, voy a estar metido en un lío de pelotas. O bueno, da igual, tú tira. Si total, en realidad esto es una trampa mortal. Pero vamos, tampoco te lo tomes muy en serio. Nada personal ¿eh? Bien.

Necropolis es una de tantas señales, y más que veremos conforme pasen los meses, de que quizá deberíamos dejar de hablar de clones de Dark Souls e inventar algún nombre que defina este subgénero o filosofía. ¿Miyavania? Yo qué sé, este no es el momento ni el lugar. Mirando así, a grandes rasgos, este es un dungeon crawler que toma la esencia de la obra cumbre de From Software y la transforma, la hace, podría decirse, más accesible. Es un roguelike, de acuerdo, y cuando mueras, y morirás, toca empezar desde el principio, pero no es tan aterrador como piensas. Al menos, no lo es para mí, que tampoco soy hábil, pero digo que Necropolis sabe mantener un buen equilibrio entre la tensión y la comodidad. Está la salud, por ejemplo: tú, aventurera, te has curtido en el noble arte de la cocina de guerrilla, así que sabes hacerte un buen filete a base de restos de rata y tirar con eso. Conforme matas enemigos, consigues objetos, y sin darte cuenta acabas con recursos suficientes como para abastecerte a base de raciones durante el resto de tu vida, es decir, unas pocas horas. Esa capacidad de poder sanarse casi a voluntad y siempre tener el inventario lleno de los objetos que te convengan es un colchón que Miyazaki no dudaría en quitar, pero aquí cuando la palmas jamás le echarás la culpa al destino, a no tener nada para curarte, o a que vayas mal equipada. Lo que pasa es que eres una torpe. El combate es clavadito al de Dark Souls, controles y todo, pero simplificado, como si esto fuera de revisar las bases y tomarse las cosas sin complicaciones. Nada de transformaciones extrañas o patrones de ataque complicados, pero a la vez, se gana en seguridad y avanzas mejor.

Otro punto gracioso que seguro te encantará de este viaje son las armas, que al principio parecen todas iguales, pero a base de ensayo y error acabarás sabiendo para qué sirven los mandobles de la Pirámide y cuándo no usar una daga de paria. Pista: nunca, es un objeto de nivel bajo. Pero esto no es algo que descubras porque yo te dé pistas, por Abraxis. No, en serio, es cosa de ensayo y error, ver cómo reacciona cada enemigo, qué ataques especiales son más útiles en qué circunstancias y saber cuándo un arma de rango uno deja de ser útil. Todos los enemigos dejan su equipo al morir, y tú puedes llevar dos armas y dos escudos, así que como si esto fuera Halo, vas probando combinaciones sin nunca conformarte, pero jamás falto de opciones. Salvo al principio del todo, pero del primer nivel pasas enseguida.

Y ya que estamos con los niveles, hablemos de eso. Hay nueve y se generan de forma aleatoria, combinando distintos módulos y escenarios, a veces dentro del mismo nivel. Pasar de una mazmorra tradicional, de esas de paredes altas con sus rejillas y pilas de huesos, a un pantano, quizá te parezca molesto al principio, pero lo agradecerás cuando empieces a reconocer el mismo módulo de mazmorra tradicional y cuando, tras tantas muertes, realmente no sepas qué viene a continuación. Y la mayoría de roguelikes suelen empezar suave cuando la palmas y toca reiniciar. Es aburrido, si se me permite dar mi humilde opinión, y por eso Necropolis parece adaptarse a lo que tú hagas. Si juegas bien y avanzas cada vez más, y seguramente sea así, la dificultad subirá. No voy a ser tan bruto como para soltarte un enemigo de nivel alto desde el principio, pero vamos, verás cambios, nuevos módulos y más bichos queriendo verte muerto. Quizá incluso te pierdas, porque aquí de mapas, nanai de la china. La gente normal se quedaría en su casa y pasaría, pero a las aventureras como tú este tira y afloja, avanzar un poco más sólo para morir en ese instante y querer volver, sé que os encanta.

Lo pregunto en serio. Ni siquiera sé qué soy. Me proclamo sirviente de Abraxis ¿y qué? En la Necrópolis todo esto de la mitología da igual. A la propia mitología parece importarle un pepino su propia historia ¿Sabías que la magia de Abraxis está basada en el queso? No lo digo de coña, está ahí, en las inscripciones de la pared. En este mundo, todo se toma con una dosis de humor, como ignorando esa obsesión de los fanáticos de Dark Souls por descubrir de qué va la copla. Aquí, si te pones a buscar, vas a encontrar una retahíla de chorradas. Chorradas coherentes, pero chorradas al fin y al cabo. Es un humor que apunta a lo subversivo, a mandarlo todo a la mierda porque todos esos nombres suenan muy raros y no todo tiene que ocurrir cada cinco eones ¿por qué no cinco minutos? Y aquí no estaré imitando ese estilo de humor precisamente bien, pero vamos, que la descripción del piso cuatro es "estás aquí". No te vas a reír a carcajadas, no esperes el nivel de Portal, pero es suficiente como para que en la Necrópolis tengamos nuestro toque propio.

Aunque a primera vista Necrópolis pueda parecer una copia barata de Dark Souls, es un videojuego con sus propias ideas, estética e intenciones. Funciona lo suficientemente bien como para ser entretenido, pero no logra alcanzar la excelencia. Ahora que Dark Souls 3 ha pasado, y como parece que no habrá una continuación inmediata, esta es la mejor solución si quieres probar una versión directa de su combate y su exploración orgánica. Pero si no eres de esos, con el tiempo, quizá te des cuenta que, como las frases en la pared y mis chascarrillos, Necropolis es más bien sencillete. Tampoco iba a ser perfecto.

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Necropolis

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José Altozano

Contributor

José lleva dando vueltas de un lado a otro en esto del periodismo de videojuegos desde 2011 y, que Dios nos proteja, ha acabado aquí como colaborador. Cinéfilo él, hipster aunque se niegue a aceptarlo, tiene además un canal de YouTube donde se le conoce como Dayo.

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