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Análisis de Marvel's Spider-Man: La Ciudad que Nunca Duerme

Si ya saben cómo me pongo Parker me invitan.

Un conjunto de episodios de duración moderada que conforman una historia diseñada para quienes buscaban más de lo mismo y no algo distinto.

Existen pocos dogmas en los cómics, pero uno ciertamente inamovible es el de que Batman tiene, además con diferencia, la mejor galería de villanos que ha visto nunca el medio. Pocos se atreven a discutir que una maléfica plantilla capaz de incluir entre sus filas al Joker, Dos Caras, Enigma, Hiedra Venenosa, el Pingüino o el ocasional cambio de chaqueta de Catwoman sale ganando ante cualquier comparación con otras. El segundo puesto, aunque un poco más discutido, suele ir para Spider-Man, de entre todos los superhéroes posibles; quizás por su capacidad para representar distintos géneros dentro de la ficción en un espacio tan familiar y contenido como la ciudad de Nueva York. Se tiende a olvidar a algunos de ellos en favor de otros muchos más espectaculares, como el terror espacial que abandera Veneno o la megalomanía disparatada del Duende Verde, pero entre las hordas de malvados en mallas que buscan aplastar a la araña encontramos también, especialmente en su primera etapa, un montón de villanos con aspiraciones y raíces mucho más terrenales, ligados a un mundo menos superficial pero mucho más profundo en cuanto a impacto en el día a día como es el del crimen organizado.

Que Insomniac haya decidido contar su historia en vez de la de otros antagonistas mucho más pintorescos puede verse como un intento de narrar algo más contenido, menos aparatoso y mucho más sólido en cuanto a estructura...o como que han dejado pasar una oportunidad única de satisfacer a los fans y jugar con algunas de las creaciones más famosas de la historia del cómic. Una vez acabada Silver Lining, la última de las tres partes de las que consta La Ciudad que Nunca Duerme, la balanza no termina de inclinarse hacia ninguno de los dos lados, y queda en manos del jugador decidir cuál de los dos interpretaciones es más acertada: la de una historia que conoce bien sus límites y los explota con habilidad, o la de una cierta cobardía a la hora de encarar la continuación de un juego tan ambicioso como exitoso en su resultado.

Hay razones de sobra para sostener ambos casos. Viéndolo desde una perspectiva más o menos negativa, es necesario aclarar que las buenas intenciones que prometía el episodio inicial se han quedado en añadidos cosméticos, en el mejor de los casos. A nivel de mecánicas, todo aquello que presenta este DLC nos suena a visto, a una reinterpretación vaga de sistemas que ya estaban en el juego original. Esto no es necesariamente malo, si tenemos en cuenta que el combate o moverse por la ciudad eran algunos de sus mayores aciertos, pero no hay espacio para la sorpresa en este apartado; y tan solo algunos momentos breves durante Guerra de Territorios, la segunda parte de esta trilogía, aprovechan herramientas como nuestro dron arácnido para introducir secuencias un poco distintas, aunque igualmente limitadas.

Es difícil ignorar la sensación de que repescar esta estructura es algo que va más unido a la duración que a creer en las bases ya establecidas, por cómo se emplea para dar una falsa sensación de contenido. Si nos ceñimos únicamente a la historia principal nos encontramos con tres capítulos que, en conjunto, rozan las cinco o seis horas en total. Un resultado comprensible si tenemos en cuenta su calendario de lanzamiento, pero igualmente discutible desde nuestro punto de vista, ya que muchas de las horas que complementan esta aventura son divertidas en ejecución, sí, aunque también repetitivas y con poco recorrido. Solo algunos añadidos en forma de coleccionable, ligados a otros personajes del universo del hombre araña, consiguen sacarnos temporalmente de los cuatro muros en los que Insomniac ha decidido contenernos.

Sin embargo, si decidimos apartar nuestra mirada de todo lo secundario, la cosa empieza a irse claramente hacia lo positivo. Hubo en su momento muchas razones para alabar el guión de Marvel's Spider-Man, y este amalgama entre continuación directa y episodio paralelo no le va a la zaga. Centrándose en personajes infravalorados como la Gata Negra, Cabeza de Martillo o Marta Plateada, La Ciudad que Nunca Duerme hace más hincapié que nunca en la palabra "ciudad", dejando de lado -no del todo, cabe aclarar- intrigas más exageradas en favor de uno de los elementos más importantes a la hora de definir al trepamuros, como es su relación con el entorno. Es por eso que muchos de los escenarios que visitamos en este DLC no son más que secciones nuevas de un conjunto que ya habíamos recorrido con anterioridad; y también, seguramente, la razón por la que el guión nos obliga a bajar de las alturas en más de una ocasión, poniendo el foco en nuestra relación con las fuerzas del orden, con un sistema corrupto a pesar de su aparente salud y con amenazas que van más allá de la destrucción sin sentido.

Porque si algo ha asimilado bien Insomniac, entre otras muchas cosas que ya hemos citado con anterioridad, es que no se puede entender a Spider-Man sin entender antes cómo influye en él la existencia de Peter Parker. Esta dualidad entre superhéroe y ciudadano de a pie es la que proporciona los mejores momentos de estos tres capítulos, ya sea durante sus intercambios verbales con seres cercanos a él como Mary Jane o Miles; con su relación tumultuosa con otros personajes menos afines por diversas circunstancias como Yuri Watanabe o Marta Plateada, o simplemente presentádonos con más detalle Manhattan, una isla de la que se ha erigido casi forzosamente como protector en un universo Marvel repleto de superhéroes con preocupaciones a mayor escala.

Quizás sea ese el verdadero motivo por el que han optado por esta aproximación, y no por el camino fácil de lanzar a los grandes villanos de Spidey en una fantasía febril diseñada por cualquier adolescente que conozca medianamente al personaje. Es obvio que, de cara a una secuela que se da ya por supuesta, quedan todavía muchas cartas a su disposición que han decidido guardarse, casi seguro intencionadamente. Este no es, en ningún caso, un avance hacia esa hipotética continuación, sino más bien un paso paralelo con el que cerrar su exitoso primer intento. Una decepción lógica para quienes esperaban más, pero un acierto para quienes buscaban un poco más de lo mismo. La decisión, en cualquier caso, es vuestra.

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