Crackdown 2

Así que, sobre el papel, la mecánica del juego —y casi podemos decir que también su aspecto— es idéntica a la primera parte. Sin embargo, en cuanto llevamos jugando un rato, nos damos cuenta de que esto no es del todo cierto: jugar a Crackdown 2 es como llegar a casa y que te hayan cambiado las cosas de sitio. Sabes que estás en terreno familiar, pero todo es diferente. En este caso, esa sensación se debe, sobre todo, a la introducción de los mutantes en escena. Constituyen una amenaza y un reto que no podemos desdeñar.

Fuertes, rápidos y peligrosos (tanto más cuanto más avanza la noche), los mutantes no dejan un momento para el descanso. Atacan sin parar, nos persiguen sin tregua e incluso nos seguirán por las azoteas: el Agente no es el ser más poderoso de Pacific City ahora. Esto contrasta poderosamente con las sensaciones que transmitía el primer juego, en el que gran parte de la gracia estaba en la superioridad con respecto a los rivales. Además, esto hace desvanecerse ese punto de apacible exploración nocturna que acompañaba a la incesante búsqueda de nuevos orbes de habilidad. Es verdad que enfrentarse a los mutantes es divertido, pero nos tememos mucho que su presencia constante puede llegar, jugando al juego completo, a resultar algo plomiza.

No son los mutantes la única novedad del juego. Para empezar porque esta vez podremos pilotar helicópteros y saltar desde ellos, planeando entre los rascacielos. Esto refuerza la verticalidad del juego, que siempre fue una de sus mejores bazas, y altera las estrategias a la hora de abordar las misiones.

También hay orbes de habilidad dinámicos, que sólo se podrán alcanzar tras denodados esfuerzos en carreras a pie o en vehículos. Asimismo, en esta ocasión el modo cooperativo puede extenderse hasta a cuatro Agentes (el multijugador hasta los dieciséis) y tenemos unas cuantas armas nuevas con las que liarla parda, destacando un arma de energía que volatiliza a los mutantes en un santiamén.

Vistas todas estas novedades, y después de haber jugado durante casi una hora y media hay dos cosas que sí podemos asegurar: Crackdown 2 es divertido y se parece lo suficiente a su primera parte como para permitirnos tener la esperanza de estar ante un digno y exitoso sucesor. El problema puede estar en que, a la larga, las cosas que lo diferencian de su antecesor pueden no ser todo lo beneficiosas que se podría imaginar, puesto que alteran completamente el ritmo original de juego. Para saberlo, empero, necesitaremos jugar más y, por eso, preferimos seguir con las expectativas bien altas hasta que podamos analizarlo en condiciones. Ya queda menos.