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Análisis de Battlefield 4

Hijos de la Levolución.

Sabía que este día llegaría. Empezar siempre hablando de las campañas era mi forma de hacer oídos sordos, una manera absurda de engañarme y pensar que las modas pasan, que vendrán días mejores para los que nunca sabemos en qué cajón dejamos el micrófono -jamás lo llamamos headset- porque somos más de jugar solos, qué quieres que te diga. Con Battlefield 4 no me sale. No puedo, no tiene sentido; el modo multijugador está arriba en el menú y es lo que hay en el Disco 1 de la versión para Xbox 360. Tengo que empezar por ahí y, la verdad, no me va a costar nada.

Porque pensar en la franquicia de DICE significa pensar en partidas online, en vehículos, en mapas enormes con más de medio centenar de soldados, en paredes que caen y en un señor PC. La experiencia Battlefield, lo llamarán por ahí. Y la nueva entrega es más de ajustes y retoques que de grandes novedades, estaba claro, pero sí hay cambios importantes: escenarios que saben muy bien cómo reclamar más protagonismo y una generación de consolas que por fin puede con todo lo de la lista, por ejemplo.

La de Battlefield 4 es una fórmula sencilla pero tremendamente exigente, que necesita espacio, potencia y claridad para hacer convivir la estrategia con las constantes explosiones y los objetivos comunes con las distintas formas de jugar. Tiene todo eso, vaya si lo tiene, y por eso funciona, vaya si funciona. Y aunque es un título perfectamente consciente de sus méritos, las medallas son todas para ti; quiere que hables en su nombre y que sea el pelotón de los amiguetes quien le dé la razón. Más que el fantástico diseño de las clases -todas divertidas a su manera, todas útiles-, el impecable control y la contundencia de unas armas personalizables hasta lo ridículo, sigue sorprendiendo esa forma tan especial de hacerte sentir en el centro de la partida. En cualquier momento está a punto de estrellarse un helicóptero cerca o de caer un compañero a quien puedes reanimar con el desfibrilador; siempre pasa algo porque siempre debes querer contarlo.

Battlefield 4 tiene algunos de los mejores mapas que hayan visto la saga y el género.

Una ola inesperada puede interponerse entre tu moto de agua y la lancha con ametralladora enemiga. Benditas físicas.

Lo del Levolution es una herramienta más en esa mina de anécdotas y pequeñas historias. Puede que el ya famoso rascacielos que se viene abajo en Shanghai o la tormenta tropical que complica las batallas navales en las Islas Paracelso no supongan una transformación tan radical o justificada como podría parecer, pero ese dinamismo ayuda a reconocer algunos de los mejores mapas que hayan visto la saga y el género.

La Zona Inundada bien podría ser mi favorito de los diez. Ahí sí es determinante la subida del nivel del agua; las calles son menos seguras cuando tienes que cruzarlas nadando y las batallas por un buen sitio en los tejados dejan ver especialmente bien cómo se ha trabajado en la verticalidad de los niveles.

Es más intensa de lo habitual, también, la conexión entre esos mapas y los distintos modos de juego. La colocación de los objetivos son una capa adicional que da más sentido a la destructibilidad y modula la intensidad. Conquista -hay que tomar el control de varias banderas, permaneciendo cerca, para lograr que el marcador del equipo rival llegue a cero- pretende ser la primera opción porque reparte mejor que ninguno los puntos calientes. No siempre apetecen los barullos, pero Battlefield 4 añade Erradicación para cuando se nos antoja algo más loco: una bomba aparece de forma aleatoria, hay que recogerla y hay que plantarla donde toque. La gracia está en que tanto el artefacto explosivo como su portador aparecen siempre en el mapa y en el HUD, así que todo Cristo va a por ellos. A medio camino entre esos dos modos cae Asalto, de nuevo con dos terminales a detonar antes de abrir la siguiente área. No faltan el duelo por equipos, más reducido, más Call of Duty, ni la bomba de toda la vida, la del Counter-Strike, en un modo sin vehículos ni reapariciones.

Una vez más, sorprende hasta qué punto es escalable la propuesta y cómo mantienen cierto sentido los mapas compartimentados.

Pero solo los enfrentamientos multitudinarios admiten la participación del Comandante. Esta funcionalidad, vieja amiga, se reimagina con la excusa de las tabletas como segunda pantalla. Un jugador de cada equipo accede al mapa táctico para revelar posiciones enemigas con el UAV, enviar suministros o lanzar misiles de los gordos. Aquí lo importante es la gestión, no puede uno estar todo el rato haciendo todo eso, y aunque tener a alguien bueno en ese rol se nota, no me pareció determinante. Sí es curioso y sí está bien implementado, pero es algo que se quedará para los que esperan el bus o están ya en la cama; se puede hacer también en la consola o el PC, pero no tiene la misma gracia.

Y sí, sigue habiendo una campaña. Una típica de cinco o seis horas, guiada y previsible, disfrutable y espectacular. Sus intenciones son más nobles que en Battlefield 3, al intentar incorporar un poco de esa libertad que tan bien le funciona al multi; hay más espacios abiertos que admiten distintas rutas y aproximaciones, más vehículos y montones de cajas de munición para cambiar nuestro arsenal constantemente. Sin embargo, ni eso funciona igual de bien con una IA que no sorprende, ni se eliminan los momentos frustrantes en los que toca esperar a Irish (ese Michael K. Williams calcado) porque él y nadie más puede abrir la siguiente puerta.

Si no lo haces por América, hazlo por los logros.

Se agradece la historia clara y lineal, sin cambios de protagonista, aunque sea para contar más o menos lo mismo de siempre -algo habrá que hacer con ese conflicto militar en China, que ya ha atraído a los rusos- y más o menos como siempre. Ni la forzada decisión final, ni el intento de meter a unos cuantos civiles para humanizar un poco la cosa nos hacen olvidar que ya hemos estado en demasiadas prisiones, que ya sabemos cuándo y por dónde asomará el que está detrás del árbol y que, Dios no lo permita, estamos a punto de cansarnos de los barriles rojos.

De todos modos, si yo he sabido ver lo irrelevante que acaba siendo el Battlefield 4 para un jugador, cualquiera puede. Es una lástima, no digo lo contrario, pero también es un extra a la espera de que un nuevo modelo de negocio le pegue la última patada. Es incuestionable el peso de un multijugador rotundo e inclusivo, que te valora, te enseña y te sorprende, que en definitiva siempre ha sido eso. Habrá quejas porque los francotiradores solo tienen rifles de cerrojo, se hará eterno el nivel que te falta para desbloquear tu carabina favorita y maldecirás al tanque que te mata justo cuando ibas a hacer estallar el C4. Puede que te enfades lo bastante como para querer apagar ya. Pero no: reaparecerás, en caída libre, y apurarás con el paracaídas porque tendrás prisa por llegar al suelo, vengarte, buscar a tu colega, escapar por los pelos con el quad y... joder, que ya son las cinco.

9 / 10

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Battlefield 4

PS4, Xbox One, PS3, Xbox 360, PC

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Acerca del autor

Pep Sànchez

Contributor

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