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Super Meat Boy

No country for old men.

Querido diario:

Comienzo a escribir estas líneas consumido por la desesperación. Realmente vivimos tiempos aciagos. Sé que me han otorgado innumerables y prestigiosos premios, que la crítica ha aplaudido enardecida mi desafiante propuesta retro y que los jugadores me han descargado con entusiasmo desde todas las partes del planeta. No es suficiente. Si en este mundo existiera la justicia yo estaría en boca de todos, abriría los informativos y sería portada de Time, Newsweek y Playboy. ¿Cómo es posible que aún no me haya llamado Eduard Punset para entrevistarme en Redes?

Soy consciente de que carezco de la parafernalia técnica de un triple A, pero el problema no es ese. En realidad esta falta del reconocimiento debido hacia mi persona es culpa de los jugadores actuales, que sólo saben babear ante auténticas morrallas en HD y cargadas de mariconadas anisotrópicas, demostrando, así, en que parte de su anatomía albergan el sentido del gusto. Los de antes sí que tenían madera. Cómo envidio a Mega Man, Sir Arthur e, incluso, al bueno de Mario - el pixelado, no esa locaza moderna que sólo sabe berrear -. A toda esa excelsa pléyade de héroes que fueron manejados por auténticos y brillantes jugadores, virtuosos del joystick, ratones de recreativa, en lugar de esta pandilla de graphic wore, casuals, amanerados y de capacidades motrices más que dudosas con los que tengo la desgracia de convivir. ¿Cuándo seré descargado por alguien que esté a mi altura? ¿Llegará el día en que sienta el orgullo de obedecer las órdenes de quien sea digno de dictarlas? ¿Acaso no quedan ya jugadores de verdad?

Firmado: Meat Boy

1 de agosto de 2013

No te lo vas a creer, querido diario: ¡Ha sucedido! ¡Mis plegarias por fin han sido escuchadas! Cuando ya daba por imposible que alguien tuviera los bemoles necesarios para ayudarme a salvar a mi amada Bandage Girl de las garras del malvado Doctor Fetus, fui descargado del Xbox Live Arcade por un usuario que promete. ¡Vaya si promete! Se llama J y, bueno, aunque no debe tener los reflejos de un chaval, porque se le ve ya con una edad y un poco perjudicado, ¡menuda planta de jugador tiene! Vamos, ¡que este ha mamado la época dorada de los recreativos como que yo soy un trozo de carne sanguinolenta!

El pobre infeliz se pasa todo el día añorando el pasado, despotricando acerca de la facilidad de los juegos actuales, recordando aquellas hermosas tardes en los recreativos del barrio, aquellas desafiantes máquinas sólo aptas para tipos duros y de pelo en pecho. ¡Vaya pinta de jugón! No veo el momento de que finalice la instalación y comience a controlarme. ¡Qué nervios! Por desgracia J parece vivir en un país en el que internet va a pedales y ya se está haciendo tarde sin que la instalación se haya completado. Me temo que tendré que esperar hasta mañana. En fin, si he tenido que aguantar tantos años a que se obrara el milagro, imagino que podré aguardar unas cuantas horas. ¡Mañana será otro día!

2 de agosto de 2013

Querido diario, ya ha sucedido y lo cierto es que no sé por dónde empezar. Hoy J llegó a casa tarde y cansado del trabajo. Se le veía desganado. Tras ponerse cómodo, encendió la consola y se puso a jugar con apatía durante unos pocos minutos, tras los cuales se fue a la cama. He de decirte que me siento indignado. No por haber muerto tantas veces en tan poco tiempo, que al fin y al cabo ya estoy acostumbrado, sino porque hoy he constatado el daño irreparable que el casualismo actual ha infligido sobre una generación entera de fantásticos jugones. Sin duda alguna tanta experiencia contemplativa y tanta ñoñería han acabado por echar a perder toda esa maravillosa hornada de jugadores forjada en las recreativas de los ochenta.

No me extraña que J juegue tan mal, si es que hoy en día los tienen atrofiados con tanta ayuda. Si es que los llevan de la mano. No te lo vas a creer, querido diario, pero me he enterado que hace unos años salió un juego como el mío, de plataformas, titulado el Príncipe de no sé qué, en el que si te caes... ¡Te salva una chica! ¿Pero dónde vamos a parar? ¡La chica salvando al chico, querido diario! ¿Dónde se ha visto semejante tropelía? ¿Qué nos deparará el futuro, acaso juegos de planchar? Dicen que el mérito de este príncipe remilgado está en los gráficos, pero yo he visto unas imágenes en internet y, qué quieres que te diga, a mí no me parece que haya para tanto. Mucho cell shading y mucho colorido, pero él parece que se ha escapado de un circo, y ella, ¡bueno!, con decirte que me lleva un peinado que parece recién salida de una peluquería de marujas y una blusa que ni los saldos del Zara, te lo digo todo y no te digo nada.

Yo comprendo que mis cerca de 350 niveles constituyen un reto sólo apto para unos pocos virtuosos, que están plagados de plataformas imposibles y trampas mortales, y que lo que ahora se lleva son las tres dimensiones en lugar de una modesta perspectiva lateral en 2D, pero soy optimista por naturaleza y tengo la plena seguridad de que tras un par de horas de entrenamiento, J se irá soltando, recuperará ese virtuosismo que el adocenamiento de la industria ha mancillado sin pudor y el maestro que fue en el pasado resurgirá de sus cenizas. Si sólo hay que verle las manos. ¡Las tiene de artista, querido diario! ¡Qué manera de coger el pad, de acariciarlo, de mimarlo! Si es que parece un violinista arrancando una dulce melodía de las cuerdas de un Stradivarius. Además, esto de jugar a videojuegos es como montar en bicicleta, que nunca se olvida a menos que te caigas de ella y el golpe te deje mirando con un ojo hacia Vigo y el otro hacia Almería. En fin, mañana será otro día.

3 de agosto de 2013

¿Cómo empezar, querido diario? Mi gozo en un pozo: ni resurgimiento triunfal de las cenizas, ni leches. Este J es un auténtico gañán que se dirige con la agilidad de un octogenario, la rapidez de un koala y la elegancia de una gallina. ¡Qué decepción! Dónde yo creía ver unas manos diestras y atinadas tan sólo hay unos muñones torpes y lentos, dónde yo creía apreciar un modelo de equilibrio y coordinación, sólo hay un cuentista inepto al que se le llena la boca hablando sobre la dificultad y lo retro. Yo ya comenzaba a sospechar que el mando estuviese averiado. ¡No era posible tanta incompetencia, no aguantar con vida ni unos miserables segundos! Pero hete aquí, querido diario, entre tú y yo, que resulta que J tiene una sobrina de diez años que se llama Olivia Newton John y que hoy estuvo de visita probándome un poco. ¡Vaya diferencia! Qué agilidad, qué coordinación, vaya sentido del tempo, qué manera de pulsar el botón en el momento apropiado.

Lo más chocante de todo es que mientras Olivia me manejaba con agilidad felina, podía ver a J a su lado mirando fijamente la pantalla y con una expresión extraña, que no sabría definir. Fíjate que hasta me daba la impresión de que se ponía colorado como un tomate. ¿A qué se debería un fenómeno tan curioso? ¿Algún tipo de alergia, quizás? Cuando ya parecía a punto de explotar apagó repentinamente la consola, poniendo, así, punto y final a esa breve pero deliciosa compenetración que existía entre la Srta. Newton John y un servidor. La verdad es que no sé a que vendrá este enfado de J, querido diario, al fin y al cabo su sobrina no lo hacía nada mal. ¿Quizás se esperaba unos graficazos del copón?, ¿acaso le parezco corto o aburrido? Desde luego la cara que ponía la Srta. Newton John cuando jugaba indicaba claramente lo contrario y, en cualquier caso, cualquiera que haya tenido la suerte de probarme sabe de sobra que yo soy simplemente...

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Super Meat Boy

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Contributor

Equipo Game Over: Redactor de Game Over. Su primera partida fue al Space Invaders y lleva escribiendo sobre lo que juega desde hace un par de años. Aunque no le hace ascos a nada, le gusta especialmente el rol. Los juegos musicales, de lucha, deportivos y de conducción le aburren a los dos minutos. Aparte de los videojuegos le apasiona el cine, la literatura y el cómic.

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