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Mi primera vez: Resident Evil 2

Terror y autodescubrimiento.

Este artículo pertenece a la sección del podcast Game Over, que está alojado dentro de Eurogamer.es. Si queréis ver más de sus artículos podéis consultarlos en su sección.

Con "Mi Primera Vez", pretendo relatar algunos de los recuerdos más interesantes y divertidos de mi infancia, cuando cada nuevo juego descubierto se vivía con mayor entusiasmo . Puede que algunos os sintáis identificados. Otros, no tanto . Ya sea este el primero de una serie o el único artículo que escriba sobre el tema, comenzaré por un juego que marcó mi infancia: Resident Evil 2.

El género de terror y yo no nos llevábamos bien cuando era un inocente infante. Era un chico realmente asustadizo y cualquier libro, película o videojuego relacionado con el horror era capaz de producirme horribles pesadillas y terrores nocturnos.

Aunque lo más correcto sería decir que existía una relación de amor-odio. Ver una película de terror podía llegar a convertirse una experiencia realmente traumática. Recuerdo que varias escenas de La Profecia (Richard Donner, 1976) que se quedaron grabadas a fuego en mi mente y volvían a mi en los momentos más insospechados. Y sin embargo, cada vez que estaba solo en un supermercado, salía corriendo a las secciones de películas y videojuegos (que solían estar cercanas) a devorar con ansia todas las portadas, estudiando sus grotescas imágenes y leyendo sus argumentos, imaginando que clase de horrores podría encontrarme dentro. Era una paradójica fascinación que no podía controlar. Cuanto más terrible las imágenes y la sinopsis, más tiempo los estudiaba y más veces volvía a ellas en mis múltiples visitas a este mundo de fantasía que era el catálogo audiovisual de las tiendas. Aun puedo recordar las imágenes promocionales y sinopsis de películas como Schramm (Jörg Buttgereit, 1994), que a día de hoy no he llegado a ver.

¿Quién no ha tenido en su infancia esa experiencia de ver una película de terror tapándose la cara con las manos y aun así abrir los dedos para ver que pasa? Es una sensación de enfermiza curiosidad que no podemos reprimir. Si ver una película ya me presentaba un serio dilema, cómo sería probar un juego, en el que tu eres el protagonista que sufre las innombrables penurias en tus propias carnes (digitales, por supuesto). Es por ello que en mis primeras experiencias con juegos del género, mi papel estaría normalmente alejado del mando o teclado, como mero espectador.

Si la memoria no me falla, uno de los primeros juegos que "sufrí", sería la versión de PC-MS DOS de Dracula de Bram Stoker (Psygnosis, 1995). Las otras versiones para consola y Amiga, se centraban más en la acción plataformera, pero en este caso se trataba de un first person shooter con claras reminiscencias a juegos como Doom o Wolfestein 3D. Su jugabilidad, sumada a la banda sonora y los oscuros escenarios, creaban una atmósfera tan opresiva, que cuando vi a un amigo jugarlo sentí como mis tripas se retorcían. No tendría más de siete u ocho años y esa sensación amarga en la garganta tardaría en desaparecer.

Tanto fue así que no volvería a probar un juego similar hasta pasado unos años. Es más, desde entonces, cada vez que jugaba a Doom, no podía evitar estar siempre tenso, a la espera de que el siguiente monstruo saltara sobre mí. Acababa investigando lenta y cuidadosamente cada esquina del escenario, o salía corriendo en los pasillos más oscuros.

Un par de años más tarde, Capcom lanzó el juego que encumbró al Survival Horror durante años: Resident Evil (Capcom, 1996). Nunca llegué a probar o tan siquiera ver el juego hasta disfrutar su segunda entrega. Posiblemente fuera por su portada, que me advirtió que me mantuviera lo más alejado posible de este. Sin embargo, aquel Chris Redfield, con la cara casi tan constreñida como la de Max Payne, y rodeado por las sombras de los monstruos a los que tenía que hacer frente, no dejaría de alimentar mi curiosidad.

Otra imagen que tendría gran impacto sobre mí, seguramente dejó marcado a más de uno. No era otra que la aparición del primer zombie del juego, devorando a Kenneth, miembro del Equipo Bravo. Ya que no había jugado, yo recordaba una imagen promocional que sería portada de la versión Director's Cut (Capcom, 1997), que aun era más terrorífica. Estoy seguro que muchos tendrías la misma imagen en vuestros recuerdos, aunque no todos sintierais lo mismo que yo al verla.

Estas dos imágenes no solo tuvieron un gran impacto sobre mí, sino que a día de hoy pertenecen al imaginario cultural de toda nuestra comunidad. Como dirían en el Club Vintage: "son historia del videojuego". En mi caso particular, bastaron para que no quisiera acercarme a la franquicia ni con un palo. No ayudaba tampoco el hecho de que todo conocido me contara el miedo que daba jugarlo, especialmente si lo hacías a oscuras y solo en tu propia habitación. No es de extrañar que el día que un amigo, tras unas partidas a Tekken 3 y GTA, me sugiriese jugar a la demo de Resident Evil 2, me negara rotundamente. Él era incapaz de entender los sentimientos encontrados que me producía solo imaginarme el juego, pero tras mucho insistir, comenzó a jugarla. Dicha demostración sólo te permitía jugar los diez minutos iniciales del juego, pero yo apenas presté atención y abandoné la casa de mi amigo a la primera oportunidad que tuve.

La historia podría haber acabado aquí, pero la vida da muchas vueltas y en una de estas me encontré con un par de amigos decidiendo a qué jugar. Aburridos, decidimos ir a buscar algo interesante al videoclub cercano. Fue allí, deambulando entre las estanterías cuando volví a cruzarme con mi enemigo. Correctamente colocado en su sitio, el zombie que ilustraba la portada de Resident Evil 2, me miraba fijamente y sentí la punzada de curiosidad que otras veces me había asaltado. Si estaba con más de un amigo, quizás la experiencia no sería tan mala. Propuse el juego, y volvimos contentos a casa.

Pero no estábamos preparados para un juego así. Fuimos un poco ilusos, saltándonos la genial escena introductoria y de repente nos vimos junto a un horrible accidente, con un camión ardiendo y un montón de zombies acercándose lentamente. Nos encontrábamos totalmente fuera de contexto, alucinados. Sin haber probado la primera entrega, y sin tener mucho conocimiento de shooters, la mecánica se escapaba a nuestro entendimiento. ¿Por qué Leon no disparaba? Aporreamos el pad de la PSX de todas las formas posibles, y solo veíamos como alzábamos los brazos apuntando, y luego volviéndolos a bajar. ¿Qué pasaba? Nuestros gritos, imperativos y explicativos, fueron en aumento según los monstruos se acercaban más y más al héroe, pero, por mucho que diéramos ideas al desdichado portador del mando, Leon murió de forma horrible; devorado. Y luego se hizo el silencio.

La madre de nuestro amigo había contemplado horrorizada la escena. Tres preadolescentes gritándole a la pantalla mientras visualizan un festival gore no es algo que una madre le guste ver. Así que tras una breve e intensa regañina, volvimos al videoclub a sustituirlo por una copia de Cool Spot. Era un buen juego, pero no pudimos olvidar la experiencia anterior.

No conseguiría descubrir en qué habíamos fallado hasta que un día, dando otro paseo por un supermercado, me cruce un stand donde exponían la demo del título, mientras un jugador manejaba a Leon. ¿Sabéis de esa sensación que tienes cuando ves lo simple que es algo que no sabías controlar?¿Ese gran "AAAAAAH" en tu cabeza y la consecuente sensación de sentirte estúpido? Pues ya os hacéis una idea de que se cruzó por mi cabeza cuando descubrí como Leon tenía que apuntar antes de disparar.

Puede que parezca una tontería pero en aquel momento esa mecánica me resultó tremendamente novedosa. Venía de jugar FPSs como Doom o Duke Nuken 3D, en los que solo tenías que pulsar un botón para disparar, y no creo que muchos títulos tuvieran algo similar. Aquella vez me decidí a probarlo. Puede que estar en un sitio público disminuyera mis nervios, pero la experiencia no duraría más de cinco minutos y no saldría de los callejones de la destruida Raccoon City.

Aunque hasta ese momento RE:2 se había cruzado muchas veces en mi vida, no considero que alguna de estas fuera mi primera vez con él. Aún no había experimentado el juego por mi mismo completamente, algo que no tardó en suceder gracias a la ayuda de un amigo y la versión PC del título. Hasta la fecha no sabría decir si dicha versión era la que se ofrecía comercialmente o era un modificada, ya que traía un curioso modo de juego que me ayudó a olvidar temporalmente mi fobia. Se llamaba Modo Importado, y no era más que el juego original pero con la diferencia de que tenías las tres armas más poderosas (subfusil, gatling y lanzacohetes) con munición infinita desde el principio.

Puede parecer una tontería, pero la idea de poder contar con tal potencia de fuego eliminó casi por completo el miedo que me producía jugarlo. Pensaréis que así estaba destruyendo la naturaleza del juego, esa sensación de impotencia e indefensión, el tener racionalizar botiquines y municiones, organizar un escueto inventario y tener que decidir entre llevar más cartuchos o más hierbas,... No os faltaría razón, pero aun así pude disfrutar de sus ambientaciones opresivas y oscuras, como esa increíble comisaría, culmen del buen diseño de escenarios. Ver como el primer Liker cruzaba la ventana y luego se dejaba caer del techo; recorrer los pasillos con la angustia de volver a cruzarme con el T-90 atravesando una pared; quedarse paralizado cuando Birkin se lanzaba contra de ti; la escena introductoria con el mítico: "Wait, don't shoot!" "Get down!" que sigue pareciéndome de las mejores que he visto nunca; cruzarnos con el primer policía, herido (al que todos llamábamos Will Smith); la enigmática Ada Wong y la indefensa Sherry Birkin; William Birkin inyectándose el virus G y mutando horriblemente... Todos esos momentos los recuerdo con gran cariño. Poco a poco la historia, los escenarios, los personajes... fueron calando en mi hasta que estuve totalmente enganchado. Resident Evil se acababa convertir en una de mis sagas favoritas.

Una vez acabado los dos recorridos cada uno con uno de los protagonistas, no me lo pensé y repetí el juego a la inversa, esta vez sin trucos. Recordemos que si empezabas la sección A con Leon o Claire, había pequeñas diferencias en el juego, y aunque estas eran nimias, yo las atesoraba como mis pequeños descubrimientos.

Me hice con otras entregas de la franquicia, como RE3: Nemesis, que exploté tanto como el anterior; o el remake para Game Cube del primero, uno de los mejores juegos del cubo de Nintendo. Me leí todas las novelas que aparecieron a lo largo de los años. Incluso disfrute de la primera película... y no hablaré de las siguientes, el punto más bajo de toda la franquicia.

D repente ese miedo que sentía con las películas o los libros de terror me parecía una tontería y se abrió ante mí un mar de posibilidades al que me lancé sin dudarlo. El pavor que sentía con obras como It o la saga de El muñeco diabólico se convirtió en pura diversión. Durante años devoraría cientos de películas que antes ni me planteaba ver y poco a poco esto tuvo otro gran efecto sobre mí. Descubrí a qué me quería dedicar profesionalmente, camino que aún hoy día persigo. Podría escribir cientos de páginas sobre el juego y, aún así, no conseguiría expresar completamente del todo lo que experimenté en aquella etapa de mi vida. Lo mucho que disfrute cada uno de los momentos del juego, tanto los malos como los buenos.

Al final, hizo falta un arma digital para olvidar mis miedos virtuales. Creo que este es el gran significado que Resident Evil 2 tiene para mi. No solo se trataría de un gran juego que tuvo una gran influencia en mis gustos, que me descubrió el fascinante mundo de la serie B y el Mondo Zombie, sino que fue un elemento clave para poder superar mis propios miedos y a encontrarme a mi mismo. Solo puedo decir gracias Kamiya, gracias Mikami y gracias. Capcom.

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In this article

Resident Evil 2

Nintendo GameCube, PS1

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Acerca del autor

Attomsk

Contributor

Equipo Game Over. Videocreador y proyecto de cineasta. Amante del cómic, la literatura fantástica y sci-fi; el rol de mesa (el de verdad), la música, el cine, y por supuesto los videojuegos. Su amor por los juegos es proporcional a su torpeza con ellos. Obsesionado con encontrar las similitudes entre el cine (su gran pasión) y el videojuego (su otra gran pasión).

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