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To the Moon

Drama interactivo.

Seguramente habrán podido leer de To The Moon (Freebird Games) que no es un juego. Pero sí, sí que lo es. To The Moon se juega. Otra cosa es que el elemento interactivo, inherente al videojuego como medio, se use en este caso como el reposado hilo conductor de un cuento. Un cuento maravilloso.

Bajo se el sello de Freebird Games se arremolinan un total de cuatro títulos cuyo principal responsable es Kan Gao “Reives”, fundador del estudio, además de director, diseñador, compositor e ilustrador, y todos ellos tienen en común la máxima de ofrecer al jugador una experiencia que lo transporte a través de una historia, un cuento, que adopta la forma de “show interactivo” en el que la ambientación, la música y el diseño asumen un papel protagonista.

Volviendo al título que nos ocupa, To The Moon adopta la forma aparente de un típico RPG 16 bits, básicamente porque está desarrollado con el engine RPG Maker, pero la realidad de su estructura lo acerca más a la aventura gráfica. No hay batallas, no hay enemigos, no hay dificultad o reto a la hora de avanzar; aquí lo interactivo se limita a una interactuación muy básica con los objetos del entorno, la resolución de unos puzles sencillísimos (y algo repetitivos), y el imprescindible elemento conversacional para ir desgranando la historia. Estos datos, que aparentemente nos podrían remitir a un producto muy mediocre, en verdad se confabulan para dar cuerpo y forma a una fantástica experiencia que tardaremos bastante en olvidar.

¿Qué hace, pues, de To The Moon, algo tan especial? La historia. Lo que nos cuenta, y cómo nos lo cuenta.

Johnny es un abuelillo que pasa sus últimos días inconsciente y postrado en la cama en su hogar, una casa en mitad del bosque junto a un acantilado coronado por un faro. Pero Johnny tiene un deseo que cumplir antes de morir: viajar a la Luna. Para cumplir este deseo, algo imposible de realizar en el mundo material, contrata los servicios de una compañía científica que, mediante una asombrosa tecnología, es capaz de penetrar en la mente del moribundo, dar forma a ese deseo e implementarlo en sus recuerdos como si de uno real se tratara. Los encargados de llevar a cabo el trabajito con el anciano son, en este caso, la Dra. Rosalene y el Dr. Watts, pero la pareja de científicos se topa con un problema inesperado una vez se han adentrado en la mente de John y entran en contacto con su consciencia; John quiere ir a la luna, pero no sabe por qué. Simplemente quiere ir. Esta circunstancia supone un problema, ya que la tecnología que manejan los científicos solo puede materializar el recuerdo si conoce los motivos que suscitaron en el cliente ese deseo particular, por lo que se verán obligados a bucear entre las capas de memoria, desde la más reciente hasta la relativa a la infancia de John, para averiguarlo y en última instancia, crear ese recuerdo. Y durante este viaje, iremos recomponiendo una de las historias más bellas y emotivas que han tomado forma bajo videojuego alguno.

El valor de la trama que desarrolla To The Moon radica tanto en la forma como en el fondo, en este caso, en esa reconstrucción a la inversa - si atendemos al orden cronológico de los acontecimientos - por medio de secuencias dispersas de la vida de John. Las conversaciones puntuales entre el protagonista y las personas que han sido importantes en su vida serán en este caso el hilo conductor (y constructor) de la trama. Y poco más debe desvelarse de la historia de un título que basa todo su valor en ella, pero sí es importante hacer hincapié en la magnitud de ese valor.

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Lógicamente, no es una experiencia de juego sobresaliente, pero sí es una experiencia, a secas, sobresaliente. Creo que no hace falta aclarar que aquellos que busquen un videojuego puro, un juego tradicional, mejor se abstengan de poner dedo alguno sobre él, pero si os gusta disfrutar de los cada vez más numerosos exponentes videojueguiles que explotan las capacidades narrativas del medio no podéis perderos To The Moon bajo ningún concepto.

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