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Sin llantos ni despedidas

La muerte de una generación de portátiles.

Dice la canción: "Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va". Pues imagina cuando se van dos de golpe, así, sin anestesia. Con la llegada de PS Vita se termina de instalar la flamante nueva generación de consolas portátiles. Tan deslumbrante que, nosotros, como buenas urracas del gadget que somos, volamos hacia su brillo; olvidando instantáneamente las portátiles que hasta ese mismo instante hacían más llevaderas nuestras horas dentro de un vagón. Aunque he de confesar que me niego a llamarle nueva generación: a simple vista está, se trata de una sobre-hormonada remesa de consolas. 

Game & Wath, el abuelo.

  Echando la vista atrás, Nintendo siempre ha dominado el panorama portátil del videojuego. Desde que lanzara en los años 80 las entrañables Game & Watch, no tardó en asentarse en el mercado portátil con la ya mítica Game Boy.  La pequeña de Nintendo no estuvo libre de competencia,  intentos de Sega con Game Gear, Neo-Geo con su Neo Geo Pocket o incluso Nokia, con aquel ladrillófono tan simpático como inútil llamado N-Gage. Todos ellos vapuleados y humillados por la todopoderosa Game Boy, que a ostentado el título de "Dueña de todo esto"  durante nada menos que 15 años. Y no es que estuviéramos jugando a Tetris en pantalla verde durante más de una década; la gigante japonesa, fiel a su política darwiniana de creación de hardware, lanzó 4 evoluciones de su consola a lo largo de esos 15 años. Exactamente el mismo número de reversiones de Nintendo DS y PSP lanzadas en tan sólo 6 años.  

  El éxito de las portátiles ha tardado en llegar. Siempre se han mantenido a la sombra de las consolas de sobremesa. ¿Cuál fue el detonante que impulsó la venta masiva de consolas? ¿Amparo Baró?

Pensemos en ello. Es posible que el pistoletazo de salida al consumo masivo de videojuegos portátiles lo diera el ya olvidado Nokia 3210, el cual incluía preinstalado en cada terminal el arcade que puso en jaque a todos los profesores de secundaria: el Snake.

   Como seguero de espíritu que soy, me duele reconocer cualquier mérito de Nintendo; pero en este caso no queda otra que darle el premio honorífico a Nintendo DS. Con la llegada de su primera versión en 2004, DS conquistó en un golpe de efecto instantáneo al publico, fuera gamer o no. En la época dónde los teléfonos táctiles aún estaban en pañales, la portátil presentó toda una nueva manera de concebir los videojuegos: su famosa pantalla táctil, acompañada de un acertado catálogo de juegos, a los cuales Nintendo llamó "Touch Generation". Ya no hacía falta ser un as de los botones o sacarle partido a la habilidad más desarrollada del 90% del público gamerS la coordinación ojo-mano. Jugar se volvía intuitivo y divertido. Sólo quedaba desestigmatizar el prejuicio hacia los videojuegos. No os preocupéis, Amparo Baró, Eduard Punset y las navidades se ocuparían de ello. No es de extrañar que en cuestión de meses no hubiera vagón de metro sin, al menos, una o dos consolas en funcionamiento.  

Con la veda abierta, Sony, borracha de poder y dinero tras la mina de oro que le supone PlayStation 2, no duda en subirse al carro de las portátiles. Siempre me ha gustado considerar a Sony como el "¡Fuah Neng!" de las videoconsolas. Lo importante es que el hardware sea un "pepinaco", con una pantalla que te deje "to loco". Y eso ofrecía PSP: una PS2 portátil con menos botones. Hasta ahí llegaban las intenciones de Sony, la comunidad gamer se encargaría del resto. La explosión del Homebrew para la consola no se hizo esperar. Con semejante potencia entre las manos, la comunidad se puso en marcha, creando emuladores, add-ons, y cientos de aplicaciones que hacían de nuestra portátil un auténtico sistema multimedia con infinidad de posibilidades. En una misma máquina podíamos disfrutar de emuladores de más de 8 consolas diferentes de pasadas generaciones, que añadido al reiterante catálogo de la máquina, nos invitaba a empujones a sumergirnos dentro de las joyas de los 8, 16 y 32 bits. Una delicia para cualquier jugador con más de 20 años.

  Y así, como quien no quiere la cosa, se ha colado nada menos que la octava generación de portátiles en el mercado. Ofreciendo, a mi parecer, prácticamente nada comparado al "boom" de novedades que supuso la anterior generación. Estandarte de la innovación jugable y creación de nuevas IP's en el caso de DS y, por otro lado, potencia de sobremesa disfrutable en cualquier sitio en el caso de PSP. 

No obstante, esta nueva generación no esta carente de potencial; al contrario, van sobradas. Las nuevas consolas nos ofrecen un pequeño paso más dentro de la evolución del hardware. Las posibilidades del buen uso del 3D en la portátil de Nintendo abre un filón dentro de la jugabilidad que bien puede competir en relevancia con la llegada de la pantalla táctil. Por ahora, lejos esta de marcar alguna diferencia. 

Por su parte, Sony sigue con su ¡Fua Neng! Ahora con Vita más que nunca. Se trata de una consola full-equip, tuneada hasta en el cargador. Sólo cabe esperar que sepan aprovechar el gran potencial que posee, y no nos pasemos toda esta generación jugando a Ridge Racers, God of War, y la fritanga variada que acostumbra a tener por menú una consola de Sony.

Po último, recordemos que Capcom no es la única que se nutre de vender sus productos por fascículos. Fijaos en el ejemplo de 3DS; camino de ser el Optimus Prime de las consolas a base de lanzar accesorios auxiliares. Una de parcheo cutre ante la urgencia de cubrir errores de diseño. El tiempo que tarden en lanzar una revisión de ésta lo dirá el marketing, o el tiempo que tome crear la tecnología necesaria para aunar cualidades y ofrecer un producto atractivo al consumidor. Por mi parte, me esperaré a la futurible "DS 2 Sticks Lite Plus", o a "PSVita Slim 3048-A", o a cualquiera de las 3 (o más)  revisiones que auguro a cada una de estas nuevas portátiles.

Mientras, permitidme soltar una lagrimita, y decir un adiós sentido a la séptima generación que tanto buenos Laytons nos ha dado.

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HimarLine

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