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Análisis de Pyongyang Racer

El sleeper del año.

Ahora que ya ha pasado, este texto se ha hecho para celebrar el día de los Santos Inocentes. Una pequeña bromita que esperamos que os haya gustado.

Antes de iniciar la lectura, recomendamos encarecidamente preparar el ambiente con esta música popular de fondo.

Kijông-Dong es el escaparate de la idiosincrasia norcoreana. Esta ciudad fantasma, uno de los dos poblados que existen en la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur, fue creada tras el armisticio de 1953 con el único fin de intimidar a los vecinos sureños, eternos enemigos de la moral y la corrección. Por sus calles no caminan personas y por sus carreteras no circulan vehículos; la mayor parte de sus edificios son gigantescos ataúdes de cemento sin ningún reducto habitable que carecen de ventanas acristaladas. Es un canto triunfal que celebra la tradición cultural norcoreana para el extranjero que mira desde lejos, para el que pregunta desde la distancia, y que no duda en usar el arte de las apariencias para conseguir su objetivo: persuadir, convencer y finalmente disuadir. Al fin y al cabo, la ignorancia es el camino más directo hacia la felicidad.

Las desiertas carreteras de la gloriosa capital Pyongyang están diseñadas con un alquitrán fielmente recreado.

Pyongyang Racer representa todas esas virtudes en la cambiante sociedad internacional del siglo XXI. El canto triunfal que antaño se construía con piedras y arena, la gran pancarta que se presenta al mundo, ahora está hecha de ceros y unos, y la inquietante visión del extranjero mirando desde lo lejos se ha convertido en un viaje turístico virtual sostenido gracias a unos cuantos polígonos que hablan su mismo idioma. El objetivo es explorar la ciudad de Pyongyang, la capital de Corea del Norte, circulando con nuestro coche por sus amplias y extensas carreteras para que conozcamos sus principales atractivos tras recuperarnos del síndrome de Stendhal. La premisa pone en evidencia dos aspectos muy importantes: uno, que somos dueños de un coche, lo que significa que por tanto formamos parte del Partido de los Trabajadores, y dos que, debido a esa militancia vitalicia e irrenunciable, como con el DNI o el PP, somos superiores y mucho más humildes que el resto de los seres humanos.

"Pyongyang Racer es un juego creado para atraer a la ignominiosa y obesa sociedad occidental a la gloria del país más aislado del mundo."

Es importante tener eso en cuenta porque Pyongyang Racer es un juego creado para atraer a la ignominiosa y obesa sociedad occidental a la gloria del país más aislado del mundo, que se sentirá irremediablemente abrumada por el shock cultural del que será testigo. Su realismo inusual y desenfadado, auspiciado por un estilo artístico reminiscente de la era de los 32 bits - de la que el ser humano “jamás debió salir”, aseguró en una ocasión el Líder - muestra unas calles sin apenas tráfico que plasman la evidencia que se respira por las calles de sus ciudades: el asfalto se mantiene impecable, y las aceras y la pintura no muestran las muescas del desgaste tan características de las descuidadas y sobresaturadas poblaciones occidentales.

El amado Líder Kim Jong Un supervisa un prototipo temprano del juego corriendo en una magdalena norcoreana.

“La sociedad occidental alardea de lo limpio que tiene su piso, pero luego dejan toda la basura ahí fuera, en la escalera,” afirma uno de los productores del juego, que prefiere mantenerse en el anonimato, en una juguetona metáfora. “Nosotros no toleramos la basura. Si algo huele, puedes dar por seguro que acabará pudriéndose.”

El líder Kim Jong-Il, cuya alma fue reclamada por la mano de la Providencia, aseguraba en sus visiones producidas por el glorioso LSD comunista que la defensa nacional es el deber sagrado de toda persona, y que la independencia únicamente podía conseguirse a través de la sociedad ordenada, siendo la naturaleza una sucia traidora que amenazaba los valores que hicieron grande el régimen de la República Popular Democrática. Y por descontado, alguien que ha escrito miles de obras maestras de la literatura norcoreana para "la libertad y la felicidad de la gente" que sustituyen en las bibliotecas a panfletos occidentales capitalistas como "1984", de George Orwell, - reservadas solo para la élite del Partido - por reflexiones existenciales del calibre de "Mar de Sangre", "La Canción de Corea" o "Cuerpos de hombres para la autodefensa" no puede estar equivocado. Todo ello ha influido en su desarrollo.

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“El juego se ha creado para adorar al Líder y al Gran Líder [Kim Jong Il y Kim Il Sung] y para conminar al resto del mundo a adorarlos en una espiral de adoración sin precedentes con la que elevar su recuerdo. Por eso hemos elegido la tipografía verde fluorescente para el título”, declara, justo antes de encender su walkman para escuchar una cinta de música popular norcoreana que aparece como banda sonora del juego.

"El ser humano jamás debió salir de los 32 bits” - Kim Jong Il, Líder."

Las consecuencias de una vida de holgazanería y codicia se plasman mediante unos barriles de petróleo que debemos recoger para que el coche no se quede sin combustible, y que se han añadido para encajar con la obsesión por la recolección de objetos del público internacional. Cuanto más juguemos más hábiles iremos siendo en la conducción, lo que se traducirá en más gasolina que derrochar y más anhelo por recoger todos los barriles.

Una amable agente de la ley que cumple la función del semáforo occidental nos da indicaciones para pedirnos justo después que dejemos de mirarla.

A pesar de ser un juego de explorador, no obstante, Pyongyang Racer no tiene marcadores. Si un usuario desea saber en qué posición ha quedado debe realizar una captura de pantalla de la puntuación conseguida y enviarla vía e-mail al grupo Koryo, su responsable. “Es fruto de la ideología Juche, no de una infraestructura pobre” argumenta el productor mientras ladea la cabeza al compás de la música. “El ser humano no puede alcanzar la realización dependiendo de los demás.”

En el momento de escribir esto, desgraciadamante, Pyongyang Racer no se encuentra disponible, como tampoco lo está la página web del grupo Koryo. Es posible que los servidores estén saturados por el inmejorable recibimiento que ha tenido el juego, pero también que sea una estrategia para crear un simbolismo, una leyenda, un recuerdo; algo similar al sonado descubrimiento de una guarida de unicornio que los medios oficiales norcoreanos elevaron a categoría de acontecimiento cultural. Pyongyang Racer subraya la superioridad de la metodología, la constancia y el poder de las propias creencias, y por si fuera poco, quizá no podamos volver a jugarlo nunca. GOTY.

10 / 10

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Pyongyang Racer

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