Análisis de Phantom Brave: The Lost Hero - Dos décadas de espera daban para más
Confinamiento.
Nippon Ichi Software se ha convertido en sinónimo de su franquicia más conocida, la serie de RPG tácticos Disgaea, pero si profundizamos en su obra podemos encontrar un montón de rarezas y experimentos, desde la serie de terror Yomawari hasta los juegos de rol musicales Rhapsody. Uno de los títulos pasados que la propia desarrolladora había dejado en el olvido era Phantom Brave, un simpático RPG táctico del game designer del propio Disgaea: Hour of Darkness lanzado originalmente en PlayStation 2 en 2004. Pese a que la actividad de Phantom Brave se ha limitado a relanzamientos desde entonces, las encuestas de popularidad del estudio arrojaban que sus protagonistas Marona y Ash seguían teniendo seguimiento en Occidente, motivo por el cual decidieron dar luz verde a una secuela. Sin embargo, el resultado apenas muestra evolución con respecto al título original.
Phantom Brave: The Lost Hero comienza seis meses después del final de la primera parte, aunque pronto establece una historia nueva para no perder a la gente que se acerque por primera vez a la secuela. La huérfana Marona, capaz de ver espíritus y confinarlos a objetos físicos, vive feliz junto a su fantasma protector Ash tras haber salvado al mundo de la amenaza de Sulphur, lo que le permite además dejar de ser vista como una “poseída” por los habitantes de su archipiélago. Su alegría dura poco, ya que una tripulación de piratas fantasmales secuestra a Ash y deja a Marona casi sin poderes. Para encontrar de nuevo a su mejor amigo, Marona contará con la ayuda de Apricot, el espíritu de una tímida niña pirata que deberá enfrentarse a sus miedos para liderar la tripulación pirata de su desaparecido padre.
The Lost Hero mantiene en cierta medida la estructura del original y de otros juegos de Nippon Ichi Software, con una trama que dedica los primeros capítulos a presentarnos personajes que se añadirán a nuestro equipo antes de empezar a desarrollar su historia en detalle. El ácido humor de Disgaea apenas está presente en el universo de Phantom Brave, donde la bondad de Marona lo inunda todo y ablanda incluso a sus más duros rivales. Compañeros de tripulación como el veterano oficial Rouen le recriminan que se fíe de cualquiera que pasa por ahí (como antes hacía Ash), pero Marona simplemente irradia una contagiosa compasión.

Ese tono ligero es en gran medida agradecido, aunque también provoca que a The Lost Hero le falte un poco de garra en algunos tramos para darle interés a la trama. Los conflictos son tan simples que en casi todos los capítulos podemos adivinar la resolución de la historia antes de empezar el primer combate. Hasta prácticamente la mitad de la historia no empezamos a ver tramas más interesantes, a medida que revisitamos las historias individuales de los personajes de nuestro equipo para ahondar más en su pasado y su psicología, pero antes tendremos que haber superado varias horas de juego en las que parece que la trama no avanza hacia ningún lado. Por fortuna, en cuanto encuentra su ritmo y le da un extra de intensidad a sus historias personales recupera el buen hacer de su predecesor.
El hecho de que nuestro equipo esté formado por espíritus es una parte clave del sistema de combate, que al igual que en el primer Phantom Brave gira en torno a la figura de Marona. Su habilidad Chartreuse Gale le permite “confinar” a los muertos en uno de los objetos del escenario para que adquieran una forma física. Este confinamiento es temporal; cada fantasma tiene un límite de turnos y desaparecerá si los agota. En el inicio de cada combate solo veremos a Marona, que es quien debe elegir cuidadosamente cuándo y dónde hace aparecer a sus aliados para que aguanten el máximo tiempo en combate; de lo contrario, sus compañeros podrían desaparecer en un momento clave.
Gran parte de la carga estratégica está en la elección del objeto que empleamos para confinar a los fantasmas, ya que otorgarán varias mejoras que pueden servir para incrementar ciertas estadísticas o incluso para obtener bonus adicionales como la inmortalidad. Estos objetos también afectan a los propios enemigos, que generalmente empezarán cada combate con una serie de bonus activados. Siempre existe la posibilidad de tirar el objeto que les da esa bonificación fuera del escenario para deshacer la mejora, pero eso nos dejará a nosotros con menos posibilidades para invocar fantasmas.

Al contrario que en otros muchos juegos del género, Phantom Brave no tiene casillas, sino que nos podemos mover libremente por el escenario dentro de los límites marcados por un círculo. De hecho, podemos movernos incluso después de realizar acciones, agotando la distancia de movimiento y reduciendo dicho círculo hasta que termina nuestro turno. De la misma manera, las habilidades de ataque vienen representadas como cilindros o prismas translúcidos en el propio escenario.
Hasta aquí The Lost Hero sigue la línea del juego original con acierto; Phantom Brave plantea una senda continuista con el original con apenas un par de novedades anecdóticas, como por ejemplo invocar vehículos de combate para confinar a compañeros o la posibilidad de fusionarnos con un miembro de la tripulación confinándolo a Marona. Funcionan en la práctica como power-ups que ayudan a salvar ciertos momentos complicados, pero no alteran de forma fundamental la manera de plantear el núcleo de los combates, que mantiene de forma exitosa la combinación de carga estratégica y ligereza del original.
La secuela se diferencia en el paso de sprites 2D a un juego completamente en 3D, una traslación que funciona mejor en la teoría que en la práctica. Las hitboxes y la altura de los saltos están muy mal diseñados, provocando problemas de colisiones constantemente que se suelen resolver con nuestro personaje dejándose caer o bien aterrizando en un lugar fuera del círculo inicial que nos marcaba. El paso al 3D ha provocado numerosas imprecisiones y sus sistemas quizá debería haber evolucionado desde el juego original; a falta de casillas que definan claramente las distancias es habitual equivocarse ligeramente en la distancia de un ataque y tener que volver a pasar por media docena de menús para movernos apenas unos centímetros.

Otro de los grandes problemas que arrastra The Lost Hero es la simpleza del diseño de los niveles de la historia. La mayoría de enfrentamientos no tienen apenas elementos destacables y se parecen bastante entre ellos, con tres o cuatro objetos dando poderes a los enemigos más peligrosos. De vez en cuando nos lanza una bola curva que nos recuerda las bondades de NIS (por ejemplo, un nivel con un objeto que añade la propiedad “invencible” conectado a un objeto “inamovible” que otorga ambas propiedades al monstruo más difícil del escenario), pero podemos superar gran parte del juego sin darle demasiada importancia a la composición de clases del equipo, al objeto que empleamos para confinar a cada personaje o al propio diseño del nivel.
Por lo general The Lost Hero es un título en el que podemos avanzar con facilidad, pero la excepción son los jefes finales que salpican el final de algunos capítulos señalados, donde la dificultad escala de repente de manera bastante espectacular. Es una lástima porque esos saltos de dificultad casi siempre vienen de la mano de unas estadísticas muy superiores a las que necesitábamos para superar el nivel anterior, forzándonos a repetir varias veces los enfrentamientos contra unos enemigos que simplemente se cargan a nuestros aliados de un golpe y apenas reciben daño, en lugar de apostar por enfrentamientos más parecidos a puzzles como los de Disgaea (o el propio Phantom Brave original). Por suerte el juego es bastante generoso con los Game Over; regresaremos a nuestra base con toda la experiencia acumulada de los enemigos que hayamos logrado derrotar a lo largo del intento.
Fuera del combate, los menús de Phantom Brave: The Lost Hero resultan algo incómodos de manejar. Al igual que en el original, entre combate y combate regresamos a una base donde podemos invocar a nuestros aliados y gestionar el resto de componentes como el inventario o los aliados a los que podemos invocar. Incluso cuando llega el punto en que el bucle de actividades está automatizado en nuestro cerebro (comprar en la tienda, revisar equipo, subir niveles, repasar sistemas opcionales como la pesca o las misiones de entrega…) sigue siendo bastante tedioso moverse por unos menús lentos, en particular cuando tiene que cargar a personajes en 3D, y con información demasiado repartida entre submenús.

El cambio de las 2D al 3D se le sigue atragantando a NIS, como pudimos atestiguar quienes jugamos a Disgaea 6, aunque por suerte en aquella saga Disgaea 7 lo corrigió en gran medida. Al igual que D6, la versión que hemos analizado de Phantom Brave: The Lost Hero (Nintendo Switch) arrastra problemas técnicos como un framerate inestable y algún cierre ocasional, aunque está muy lejos del estado inicial de Disgaea 6.
Este texto quizá se centre demasiado en lo que no funciona, pero el juego se presta a ello; las virtudes de su combate táctico y el tono ligero de su historia ya estaban presentes en el juego original, pero no ha sabido llevarlas más allá, mientras que el salto al 3D es responsable de buena parte de los aspectos negativos. Por lo general The Lost Hero funciona sin más; los niveles son demasiado cortos como para que lleguen a cansar y la historia es inofensiva, pero sus personajes cuentan con suficiente carisma como para salir del paso. Podría haber sido un juego mejor; se conforma con ser meramente cumplidor.
Phantom Brave: The Lost Hero es un RPG táctico al que le falta ser más incisivo, tanto en su historia como en el diseño de sus enfrentamientos. Han pasado dos décadas entre la primera entrega y The Lost Hero, pero no se aprecia una evolución de sus conceptos, que siguen siendo interesantes pero ya no resultan novedosos. El resultado es un juego pasable pero sin suficiente fuerza como para destacar dentro del género de la manera en que lo logró su predecesor.