Análisis de Lonely Mountains: Snow Riders - El OlliOlli de esquiar
Cuesta abajo y sin frenos.
No tengo experiencia de primera mano con el esquí - como sí la tenía haciendo rutas de ciclismo cuando analicé el anterior título de Megagon Industries - pero, como mínimo, puedo decir que Lonely Mountains: Snow Riders se siente extraordinariamente realista. El título trabaja de una manera muy concreta, muy meticulosa, todas las sensaciones de la experiencia de descubrir, bajar y, en última instancia, terminar una pista. Desde el sonido de la nieve bajo los esquís hasta el tacto, la resistencia (o no) de cada terreno a la hora de deslizarnos. El hielo resbaladizo, las partes del suelo por las que ya hemos pasado haciéndonos ir un poco más rápido. Siendo un juego con una estética cartoon y más bien romantizada, que el juego no escatime nunca en detalles que nos pongan en situación nos hace entrar de lleno en la propuesta. En la vida real, no sabría ni siquiera cómo ponerme unos esquís; en el mundo del juego, podría daros clases magistrales.
El caso es que este Snow Riders es una secuela de la mejor manera que conozco yo de ser una secuela. El título coge las líneas generales del juego anterior, Lonely Mountains: Downhill, y las aplica a una idea, a un escenario diferente, experimentando y jugando con las nuevas ideas que aparecen dentro del nuevo contexto. Lonely Mountains: Downhill era un juego sobre ir en bicicleta y descender por rutas de montaña, llegando hasta el final de cada trayecto sin partirnos la crisma por el camino. Lonely Mountains: Snow Riders es un juego sobre esquiar y descender por rutas de montaña, llegando hasta el final de cada trayecto sin partirnos la crisma por el camino.
Pero, al mismo tiempo, son juegos extraordinariamente diferentes.

En la manera en la que los aproximamos, para empezar. Los esquís son un poquito menos aparatosos que la bici, más una extensión de nuestros propios pies que una herramienta que utilizamos para movernos. Por eso es inevitable acercarse a cada pista con una intención un poco más juguetona. Los controles son notablemente sencillos - un botón para impulsarse, un botón para agacharse y coger impulso en las cuestas, un botón para frenar - pero los trazados de los mapas no lo son. Si queremos llegar a cada punto de guardado en la menor cantidad de tiempo y caídas posible, los dos valores que el juego usa para medir nuestra habilidad, tendremos que aprendérnoslos bien. Los caminos suelen bifurcarse con frecuencia, u ocultar saltos, caminos secretos o atajos de manera bastante inteligente. En ocasiones, ni siquiera tenemos absolutamente claro cuál es el camino “principal” de la ruta, y tendremos que investigar un poco antes de que el mapa cobre sentido.
En Downhill, cada ruta empezaba con un modo de “exploración” en el que nos familiarizábamos un poco con la pista antes de enfrentarnos a ella en serio. En Snow Riders, cada intento es, en cierta medida, un intento de exploración. A veces sólo veremos un segundo camino cuando ya estemos bien inmersos en el primero, y tendremos que anotar mentalmente tratar de explorarlo en un intento futuro. En otras, una estrategia nos saldrá tan rematadamente mal que nos recompensará con el feliz accidente de un pequeño atajo secreto del que no nos habíamos percatado.
Lo que sí que no cambia es que, mientras avancemos en el juego, vamos a morir mucho. Muertes bastante cómicas, la verdad, y que contrastran con el tono relajante del juego. Si ver una partida de un jugador que es muy hábil, con los sonidos de la nieve y el ambiente y el ocasional silencio, podría llegar a considerarse algún tipo de ASMR, las etapas en las que estamos empezando a familiarizarnos con los giros y mecánicas de cada fase podrían considerarse más bienslapstick. Todavía más hilarantemente, si no nos convence la estrategia con la que hemos abordado una parte del camino y queremos volver a intentarlo desde el principio, podemos pulsar el botón de reinicio, que hará que nuestro personaje simplemente salte por los aires.

Una de las sensaciones más agradables del juego, la verdad, es sentir como vamos progresando poco a poco respecto a nuestra habilidad, de manera casi pareja a como lo haríamos con un deporte real. La cámara fija que utiliza el juego, la particularidad de sus físicas y la cantidad de secretos que se ocultan en sus trazados pueden abrumar un poquito al principio, pero nos haremos a ellos.Primero entendemos mejor los códigos y las situaciones; luego, aumenta nuestra capacidad de reacción; después, vamos gestionando mejor los movimientos y, al final, podemos incluso atrevernos a improvisar o hacer cosas fuera de la norma y ver en qué resultan. Siendo sinceros, casi siempre resultan en pegarte una buena torta, pero las veces en las que dar un salto inesperado te recorta 10 segundos de tiempo en el crono no tienen precio.
Si hay una pega que sacarle a este Lonely Mountains: Snow Riders quizás es la cantidad de pistas. El juego está dividido en tres fases, cada una con cuatro pistas, que tienen a su vez dos trayectos distintos: la bajada azul y la bajada negra, que sólo desbloquearemos cuando consigamos ciertas condiciones de tiempo y caída en la bajada azul. Creo que esto proporcionará variedad suficiente para aquellos jugadores que se piquen con los tiempos desde el principio, pero tal vez aquellos usuarios un pelín más casuales tendrán ganas de más cuando lleguen al final. En cualquier caso, y como la entrega anterior, el sistema es sólido, divertido y exigente a partes iguales. También dispone de un cooperativo online de entre 2 a 8 jugadores, que desgraciadamente no pudimos probar en el lanzamiento pero que parece que podrá alargar un poco más la vida del título.