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Análisis de Ender Magnolia: Bloom in the Mist - Una secuela que se postula a metroidvania del año

El juego de Ender.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Puliendo y mejorando la fórmula de su antecesor, Ender Magnolia: Bloom in the Mist es una combinación impecable de metroidvania y soulslike.

El panorama actual de los videojuegos es, simple y llanamente, abrumador. La curva anual de publicación de títulos no hace más que apuntar hacia arriba y, pese a que el sector no deja de ser testigo de reestructuraciones en forma de despidos, la cosa no tiene visos de cambiar. Y aunque un buen puñado de estas creaciones no apuntan a hacer temblar los cimientos de la industria, lo cierto es que aunque las sacáramos de la ecuación el resultado sería el mismo: es imposible tomarle el pulso con precisión a todas las corrientes creativas que se desarrollan en la industria. Y de ahí a que, en no pocas ocasiones, cimentemos nuestros razonamientos en percepciones subjetivas va un paso. Vaya por delante que me declaro culpable como el que más, puesto que considero que, entre otras muchas afirmaciones a cada cuál más arbitraria, a día de hoy se publican más metroidvanias que nunca y que Dark Souls es el título más influyente en los últimos veinticinco años.

Qué casualidad, entonces, que hoy nos ocupe Ender Magnolia: Bloom In The Mist, una alegre mezcla de desarrollo metroidvaniesco y furiosos combates a la Dark Souls.

Algo más raro hubiera sido, no obstante, que Live Wire, la desarrolladora responsable de este título, hubiera optado por, pongamos, desarrollar un FPS en esta continuación del soberbio Ender Lilies: Quietus of the Knights, un título que ya cimentaba muchas de las sendas que hoy va a transitar su continuación, empezando por su apartado artístico. Aunque es fácil percibir un importante paso adelante en lo técnico, gran parte de la melancolía que impregnaba a Ender Lilies sigue presente en su continuación. Sin embargo, allí donde los ambientes querían recordar a un mundo de espada y brujería en perpetua desolación, Ender Magnolia evoca similares emociones con ambientes que prefieren acercarse a títulos como Nier: Automata. Infraestructuras abandonadas patrulladas por robots vigía que siguen de servicio pese a su escaso - o directamente nulo - mantenimiento se dan la mano con ciudades en ruinas, bosques entregados a la plaga o catacumbas repletas de mutaciones indescriptibles. Todo ello acompañado por una preciosa banda sonora que esconde un tímido punto de tristeza en sus composiciones y que, en ciertos compases, recuerda a los momentos menos ásperos de la banda Dreadnought.

Pero claro, de nada sirve un llamativo universo si recorrerlo se convierte en una tarea tediosa. Por suerte para nosotros, Ender Magnolia es un alumno aventajado de la Universidad de Metroidharvard y comprende a la perfección que tiene que contar con una exploración ágil si quiere convertirse en un exponente del género. Para ello, Lilac, nuestra protagonista, es capaz de vincularse - ”afinar” - con otras criaturas -e n este caso “homúnculos” - para hacer que se materialicen cuando más nos convenga y hacer uso de sus habilidades. O sea, como una Entrenadora Pokémon pero en metroidvania. De este modo, iremos adquiriendo clásicos del género como atravesar ciertos tipos de obstáculos, trepar por las paredes o engancharnos a los asideros desperdigados por el escenario.

Y aunque ninguna de estas habilidades destacará por su innovación, sí merece la pena señalar la impecable implementación de las mismas a la hora de recorrer los monumentales mapeados, integrarlas en el diseño de los niveles e, incluso, incorporarlas al combate. Pese a que puede que pasen desapercibidos al principio, otro tanto se puede decir de detalles que redondean un conjunto pulido hasta las últimas consecuencias: obtener casi al comienzo del juego habilidades tan agradecidas para la exploración como el doble salto, que el mapa coloree en azul las zonas en las que no quede ningún objeto por obtener o que, al consultar este, podamos saber si un obstáculo es destruible con una de nuestras habilidades son bendiciones que reducirán el backtracking a niveles tolerables.

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Aún así, todo ello no nos librará de tener que plantar cara a la nada desdeñable cantidad de enemigos que nos saldrán al paso. Y aunque, como ya hemos mencionado, Lilac podrá ir ampliando algunas de sus habilidades de tránsito - otras, no obstante, quedarán en manos de sus aliados -, no podremos decir lo mismo de las capacidades ofensivas y defensivas. Nuestra protagonista, en resumidas cuentas, es una chiquilla de escasas dimensiones y endeble constitución, con lo que poco -o más bien nada- podrá hacer contra los autómatas y mutantes que se encuentre. Sin embargo, los homúnculos que reclutemos serán harina de otro costal. Y los habrá versados en las más diversas disciplinas de la guerra. Algunos, además de prestarnos su acero, poseerán un gran peso en la historia, pero lo importante será identificar nuestro estilo de juego y planificar un equipo acorde. Cada uno de ellos poseerá un tipo de acción concreta - ataque básico, ataque a distancia, parry - y podremos asignarlos al botón que más cómodo nos resulte.

Los primeros compases del juego estarán marcados por el descubrimiento y la familiarización con estas habilidades, por lo que no tendremos tanto margen de maniobra a la hora de configurar nuestro patrón de ataque, pero conforme progresemos y descubramos más aliados quizá nos sintamos más cómodos dejando a un lado algunas habilidades y sustituyéndolas por otras que se adapten mejor a nuestra estrategia o, incluso, a una zona o tipo de enemigo concreto. Porque estos serán duros de pelar, y aunque no tendremos que gestionar una barra de resistencia como sí ocurre en otros títulos del género - menos mal, me permito añadir -, a cambio tendrán una pegada digna de mención y un medidor de equilibrio que podremos arañar -o no- si queremos derribarlos y atizarles el doble de duro mientras se recomponen. Una táctica que se revela como especialmente útil en unos jefes finales que, por lo general, no le hacen ascos a seguir el patrón del soulslike clásico: tener muy mala leche, un alcance acorde y unos patrones de ataque que hacen más daño del que nuestro médico recomendaría. Si a esto le sumamos fases crecientes de complejidad conforme les hacemos morder el polvo, la introducción de una dificultad totalmente personalizable cobra todo el sentido del mundo para aquellos jugadores más interesados en la vertiente explorable que en la deplorable.

En última instancia, Ender Magnolia: Bloom In The Mist es una secuela que refina y pule al máximo los ya soberbios aciertos que hacían destacar a su antecesor, Ender Lilies: Quietus Of The Knights. Su impecable apartado visual, aupado por una delicada banda sonora, encuentra reflejo en un desarrollo jugable tan inteligente en su vertiente de metroidvania como duro en sus combates darksoulescos. Y aunque no todo son parabienes - su extenuante duración o la falta de ambición a la hora de proponer mecánicas nuevas en ambos géneros serían algunas de sus aristas -, el conjunto global es aún mayor que la suma individual de sus partes.

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