Silent Hill: Shattered Memories

El sentido de inmersión también se ve potenciado por el sistema de control sobre los objetos interactivos, en los que hay que tocar con el cursor determinados elementos de la escena para conseguir el efecto deseado. En este sentido Harry tendrá que aflojar los clavos de una ventana para poder abrirla, montar una escena con figuras para poder proyectar su sombra o ajustar el dial de la radio de un coche de policía para hablar a través de ella.

En efecto, Shattered Memories conserva el sentimiento de malestar y sorpresa latente en casi todas las entregas de la saga. En un momento estás corriendo a través de una avenida nevada de Silent Hill y al siguiente te encuentras postrado en un diván conversando con un psicólogo sobre tu propia moralidad y comportamiento. Y es en ese momento donde el juego nos analiza. Cada respuesta dada y cada test resuelto condiciona un aspecto variable de la experiencia general, poblándola con nuestros propios demonios y fobias. El comportamiento de los personajes y su apariencia dependerá de nuestras respuestas al psicólogo, incluso los monstruos adoptarán una u otra forma según el carácter del jugador.

Esta característica hace al juego muy rejugable puesto que genera varios finales distintos, diálogos condicionados y caminos alternativos dependiendo de nuestras variables emocionales. Además el juego no dura más de siete horas; aunque esto puede ser un motivo extra para volver a jugar o un achaque, según se mire.

En definitiva, y como conclusión final diremos que Shattered Memories es un buen reinicio de la saga, una vuelta al concepto clásico de historias en las que el protagonista somatiza hasta un grado enfermizo sus terrores personales, y aunque algunas decisiones de diseño parecen traumáticas a efectos prácticos (como la de eliminar el sistema de combate y dejar meras escenas de huída) el resultado final vale la pena teniendo en cuenta que ahora co-protagonizamos la aventura.